Santa Rosa, ¿ya fue?
Según parece, la mítica tormenta no visitará a los porteños este año. Las estadísticas indican que su ausencia no debería sorprender a nadie. La tormenta del pasado 20 de agosto habría sido un émulo de Santa Rosa.
Los archivos del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) son inequívocos: desde 1906 hasta la fecha, sólo hubo nueve años en los cuales los porteños tuvieron una tormenta el 30 de agosto. La última coincidencia fue en 1999.
No obstante, cada vez que se acerca el final del octavo mes la expectativa se renueva.
Tan popular es el mito, que el SMN lleva un registro particular acerca de lo que ocurrió a lo largo de todos estos años en el lapso que comprende los cinco días anteriores y los cinco días posteriores a la fecha en que se celebra la festividad de Santa Rosa de Lima.
Según ese archivo, las observaciones efectuadas por el Observatorio Central Buenos Aires durante 107 años indican que entre el 25 de agosto y el 4 de setiembre hubo tormenta en el 54% de los casos.
Tormenta, ¿sí o no?
El 2 de septiembre de 2010 cayeron 45 milímetros de agua sobre la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, para el SMN ese día no hubo una tormenta. Dos días antes –el 31 de agosto- llovieron sólo 18 milímetros que sí fueron considerados por el organismo del clima como parte de una tormenta.
“Una nube que precipita como lluvia no necesariamente es una tormenta”, señala Matilde Nicolini, investigadora del CONICET en el Centro de Investigaciones del Mar y de la Atmósfera (CIMA) y profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “Si cae granizo, si hay actividad eléctrica, o si hay una intensidad de precipitación fuerte, seguramente es una tormenta”, explica. “Las nubes típicas de tormenta son los cumulonimbos, que se caracterizan por tener una forma extendida en su parte superior, que les da el aspecto de un yunque”, ilustra.
Por detrás del mito de Santa Rosa ocurre un fenómeno real que le da sustento. Durante el invierno, la frecuencia de días tormentosos suele ser la más baja del año. Con la proximidad de la primavera, el paulatino “acercamiento” del Sol a nuestra región aumenta la disponibilidad de energía necesaria para que se desarrolle una tormenta. A su vez, se producen cambios en la circulación atmosférica con una mayor presencia de aire cálido y húmedo proveniente del norte. Esta conjunción de fenómenos eleva la posibilidad de que se desate una tormenta.
“Podría decirse que la tormenta que ocurrió el pasado 20 de agosto en la ciudad de Buenos Aires obedece a este fenómeno”, comenta Marcos Saucedo, licenciado en Ciencias de la Atmósfera.
Si bien la creencia tiene alcance nacional, la probabilidad de que ocurra un chaparrón a finales de agosto es baja para la mayoría de las provincias. “Es un fenómeno que puede darse con mayor predominancia en el este del país, sobre todo en la región mesopotámica. No es algo que sea muy frecuente en otros lugares de la Argentina”, informa Saucedo.
Curiosamente, desde 1990 hasta ahora sólo hubo cuatro años en los que no se produjo una tormenta en los días próximos a Santa Rosa. “Estamos hablando de una tormenta particular en un lugar particular, lo cual no permite sacar ninguna conclusión. Podría ser fruto del azar”, opina Saucedo.