Coronavirus

Mejor prevenir que llorar

La experiencia mundial indica que, para los pacientes con COVID-19 que ingresan a terapia intensiva, la mortalidad puede superar el 50%. En la Argentina, el número de fallecimientos todavía es bajo y no alcanza para hacer una estadística significativa.

3 Jun 2020 POR
Un informe del Reino Unido indica que para los pacientes sexagenarios con COVID-19 la mortalidad en terapia intensiva es del 50,7%; para los septuagenarios, del 63,1%, y para los mayores de 80 años, del 61,7%.

Un informe del Reino Unido indica que para los pacientes sexagenarios con COVID-19 la mortalidad en terapia intensiva es del 50,7%; para los septuagenarios, del 63,1%, y para los mayores de 80 años, del 61,7%. Foto: EPA/US NAVY/MC2 Sara Eshleman.

“El primer indicio de lo que podía llegar a ocurrir lo tuvimos en febrero, cuando llegó uno de los primeros informes de China que reportaba una mortalidad por COVID en terapia intensiva inusitadamente elevada, de más del 60%. Si bien el dato nos llamó la atención, porque además provenía de un hospital con recursos tecnológicos muy sofisticados, era una muestra pequeña, de solamente 52 pacientes. Pero, después, en los sucesivos reportes que siguieron llegando a lo largo del tiempo, incluso desde Europa y Estados Unidos, se mantenía esta mortalidad entre un 50% y un 55%, lo que claramente es muy alto para cualquier terapia intensiva”, relata Osvaldo Fariña, director médico del hospital de alta complejidad El Cruce, de Florencio Varela, y uno de los principales especialistas en terapia intensiva del país.

“La mortalidad promedio en las terapias intensivas es de alrededor del 16%”, informa la médica Rosa Reina, presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva. Según la especialista, ese porcentaje toma en cuenta a la diversidad de pacientes que ingresan a una Unidad de Terapia Intensiva (UTI) por distintas causas como, por ejemplo, personas jóvenes que han sufrido un accidente, o que atravesaron una cirugía, o que padecen una complicación por una infección, quienes en general suelen tener buen pronóstico. Por eso, Reina aclara: “Si solo consideramos a la población de alto riesgo, la más vulnerable, la mortalidad en la UTI se acerca al 40%”.

-¿Esto significa que el COVID-19 estaría agregando un plus significativo de mortalidad?

-Sí. Porque, mayoritariamente, hasta ahora lo que está demostrado es que hay una afectación respiratoria muy severa, se produce un falla respiratoria grave al principio y, luego, se afectan otros órganos, lo cual agrega mayor morbilidad, o sea, mayor factor de gravedad.

El informe COVID-19 del Intensive Care National Audit & Research Centre (ICNARC) -una institución científica inglesa especializada en la investigación en el área de cuidados intensivos- mantiene actualizados los datos de mortalidad por COVID-19 en las terapias intensivas de Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte. Al día 29 de mayo y con una muestra de 8062 pacientes, el ICNARC informa que para los pacientes sexagenarios con COVID-19 la mortalidad en terapia intensiva es del 50,7%; para los septuagenarios, del 63,1%, y para los mayores de 80 años, del 61,7%.

“Se estima que un 80% de los infectados por el coronavirus no requieren internación, que a un 15% se lo interna para darle algún tipo de soporte y que alrededor del 5% necesita internación en terapia intensiva. En este contexto, para decirlo fácil, a la mayoría de los infectados les va bien, pero al que requiere terapia intensiva le puede ir bastante mal”, explica Fariña. “La edad y otros factores de riesgo juegan un rol importante, pero también hay pacientes de 30 años a los que les va mal”, advierte.

De hecho, según el informe del ICNARC, para el grupo etario de 16 a 39 años la mortalidad por COVID-19 en terapia intensiva es del 16,7%, es decir, muere uno de cada seis pacientes.

Cuarentena argentina

El aislamiento social preventivo y obligatorio instalado tempranamente en nuestro país posibilitó que la cantidad de fallecimientos por COVID-19 sea relativamente bajo en proporción con el número de habitantes.

“Todavía no tenemos datos suficientes como para saber cuál es la mortalidad por COVID-19 en las terapias intensivas de la Argentina. El número de casos es pequeño como para sacar conclusiones”, señala Reina. “Hasta hace unos 20 días atrás, las UTI del país que estaban atendiendo pacientes con COVID-19 eran muy pocas y no tenían muchos internados. Ahora se están viendo un poco más”, avisa. “Por suerte, hemos tenido tiempo suficiente para adecuar el sistema sanitario”, considera.

La pandemia provocada por el coronavirus nos ha enseñado que, para protegerse de esta enfermedad infectocontagiosa, es importante lavarse las manos y mantener cierta distancia social. Pero, también, que ninguna acción individual es suficiente si no hay un sistema público de salud preparado para dar respuesta a toda la población.

“La prevención del daño a través de la búsqueda y detección de casos sospechosos, así como su necesario aislamiento, incluido el de los contactos estrechos, es una tarea que indefectiblemente requiere de la intervención del Estado. Además, el Estado puede tener una mirada epidemiológica que incluye las particularidades sociales y culturales”, consigna el médico Luis Parrilla, director de la Región Sanitaria VI de la Provincia de Buenos Aires, que abarca nueve municipios del Conurbano Sur. “Estamos frente a un virus nuevo del cual todavía se sabe muy poco. Pero lo que sí sabemos es que, como individuos, podemos tomar precauciones. Y también sabemos que hay un Estado que no nos deja indefensos”.