Neurociencias y psicodelia

Una molécula alucinante

Las investigaciones en torno a las moléculas psicodélicas fueron canceladas a fines de los años 60. Sin embargo, volvieron hace una década con un gran potencial para producir medicinas psiquiátricas. En Argentina, un equipo de investigadores e investigadoras lleva adelante un estudio histórico en dos sentidos: es el primero en estudiar la molécula aislada de DMT y lo hace en un contexto natural de consumo.

17 Oct 2019 POR

«Lo interesante de estudiar psicodélicos es que el estado de conciencia cambia de manera compleja, no en una sola dimensión como puede ocurrir con la anestesia», explica el investigador Enzo Tagliazucchi. Imagen: Rachealmarie en Pixabay.

En 1954, el famoso escritor británico Aldous Huxley escribió “Las puertas de la percepción”, un ensayo en el que relata su experiencia con la ingesta de mescalina. Inspirado en una serie de investigaciones científicas en torno a estas sustancias, se propuso descubrir los “cambios objetivos” que provocan. Su tesis era que los alucinógenos le permitían evadir el filtro que la realidad nos impone ante la percepción de las cosas.

Pocos años después, el psicólogo estadounidense Timothy Leary se introducía en el mundo de los psicodélicos en México y afirmaba que esa experiencia representaba “un viaje a nuevas esferas de la conciencia”. A mediados de la década del sesenta, Leary ya era reconocido como parte de la contracultura hippie de la época y fundó una suerte de secta religiosa que proclamaba al LSD como un elemento sagrado para el descubrimiento espiritual. En 1966, la sustancia fue declarada ilegal y los programas de investigación científica sobre psicodélicos fueron cerrados.

Sin embargo, en la actualidad, el Laboratorio de Neurociencia Cognitiva Computacional del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA se encuentra investigando los efectos de una sustancia psicodélica en un contexto natural de consumo. Enzo Tagliazucchi, doctor en Física e investigador del CONICET, miembro del equipo, explica que se trata de un hecho histórico, ya que la prohibición terminó básicamente con toda la investigación hasta hace diez años y que en nuestro país nunca se hizo.

“La conciencia es un constructo multidimensional -afirma Tagliazucchi-. Lo interesante de estudiar psicodélicos es, justamente, que el estado de conciencia cambia de manera compleja, no en una sola dimensión como puede ocurrir con la anestesia. El ancho de banda de la percepción aumenta aunque otras cosas empeoran. Es decir, la creatividad convergente para encontrar una solución a un problema puntual empeora, pero la creatividad divergente, asociada a la imaginación, crece”.

El trabajo del laboratorio se centra en entender cómo la conciencia emerge del cerebro y para ello cuentan con distintas líneas de investigación. “Básicamente, hacemos neurociencia de la conciencia” – explica el investigador – “entendiendo a la conciencia como experiencias subjetivas y los mecanismos que permiten que esas experiencias aparezcan, pero también como estados temporales en los cuales se modifican cualitativamente”.

Por ejemplo, el equipo desarrolla modelos computacionales que permiten incorporar datos de la dinámica del cerebro medida con electroencefalografía o resonancia magnética. De esta manera, se obtiene un cerebro simulado por computadora en el que se pueden hacer cosas que con un cerebro real no se podría. Así, ensayan estimulaciones eléctricas para intentar que pacientes con un determinado daño neurológico transicionen a un estado más similar al de vigilia consciente.

“Esas enfermedades son crónicas y terminales en general, pero buscamos ver qué tipo de estimulación haría falta para desacelerar el progreso. En esta línea trabajamos en colaboración con el equipo de Agustín Ibáñez, del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO), que aborda pacientes con Alzheimer”, señala el científico.

Psicodélicos en acción

A la hora de estudiar a personas consumiendo una sustancia alucinógena existen cuestiones legales y éticas que se deben garantizar. Por supuesto, al tratarse de una sustancia ilegal, los investigadores no pueden suministrar la molécula. Lo que hacen, entonces, es observar el consumo, algo que no está penado. Por el contrario, para ello cuentan con un permiso otorgado por el Comité de Ética del Hospital Ramos Mejía. Las personas observadas consiguen la sustancia por sus propios medios y los investigadores miden lo que va ocurriendo.

“Nosotros estudiamos una molécula que se llama dimetiltriptamina (DMT), que es muy similar a la serotonina y que, al igual que ella, puede ser regulada y degradada por una enzima del cerebro. Por eso, una cucharada de DMT podría no tener ningún efecto psicoactivo”, explica el científico y agrega: “es la molécula activa de la ayahuasca, en la mezcla de esas plantas hay una que contiene una molécula que inhibe a esa enzima del cerebro”.

Sin embargo, la mayoría de las personas que participan no consumen ayahuasca, sino que fuman una base libre de DMT. Y no lo hacen en un laboratorio conectados a algún aparato, sino que consumen en un entorno natural, como puede ser una ceremonia o en sus propios hogares, siendo contactados por Internet para que participen voluntariamente. Según Tagliazucchi, consumiendo aproximadamente 40 miligramos de esta base por vía inhalada se llega a un estado de conciencia muy intenso que puede durar de cinco a diez minutos. El procedimiento implica medir cuestionarios antes y después de la experiencia, a cargo de los psicólogos del equipo y, durante, se trabaja con electroencefalografía.

El entorno natural es importante porque lo que rodea a la persona puede influenciar enormemente la naturaleza de la experiencia. “Nosotros esperamos medir a los sujetos un poco más relajados y ver cambios más indicativos de lo que se llaman ´experiencias pico´, una experiencia muy intensa de carácter positivo para los usuarios que a veces en el laboratorio se encuentra un poco dificultada porque el contexto experimental no es muy propicio”, sentencia Tagliazucchi.

Para garantizar que lo consumido sea la molécula en cuestión, cuentan con un permiso para llevarse una muestra muy inferior a una dosis activa pero suficiente para analizar en un laboratorio químico. Otra medida de seguridad se relaciona con las características de los sujetos a observar. En ese punto, el trabajo del psiquiatra del equipo se torna esencial, ya que el permiso ético implica la exclusión de personas que padezcan trastornos psiquiátricos, como la depresión y la esquizofrenia, entre otros.

“Los efectos de la DMT aún no han sido estudiados aisladamente -asegura el doctor en física-. Sí hay estudios de consumo de ayahuasca, pero es problemático porque además de contener otras moléculas tiende a generar un estado de mucho malestar físico. Y en nuestros estudios eso no ocurre y no hay confusión en el análisis por esa causa”.

Una particularidad de esta molécula es que a diferencia de la más famosa LSD, que tiene un efecto estimulante, genera un efecto ansiolítico. Esto se debe a los diferentes receptores con los que interactúan las distintas moléculas. El investigador también señala que la percepción aumenta tanto que la actividad espontánea del cerebro, que usualmente se suprime, podría ser vista, incluso, con los ojos cerrados. “Son patrones geométricos que las personas reportan ver y nosotros esperamos observar una asociación directa entre el aumento de estas visiones con ojos cerrados y el aumento de la pérdida de inhibición registrada con electroencefalografía”, explica.

Mañana es mejor

Los psicodélicos suelen ser asociados con una época en particular, una especie de “años dorados” en donde la experimentación, tanto científica como recreativa y artística, estaba a la orden del día: los famosos años 60. No obstante, Enzo Tagliazucchi rechaza esa idea debido a la manera en que desde hace diez años se han retomado los estudios, con una tendencia muy grande a estudiar estas moléculas como medicinas para el campo de la psiquiatría.

“Hay estudios preliminares que apoyan la promesa de la psilocibina, que es un psicodélico que está presente, por ejemplo, en los hongos que en Argentina conocemos como ´cucumelo´, pero también de la ayahuasca, que contiene DMT, para tratar pacientes con depresión severa que no han respondido a las alternativas clásicas”, afirma.

Ambos casos resultan ser prometedores. Para Tagliazucchi, si más adelante estas moléculas se aprueban para realizar estudios en pacientes, el entorno de consumo podría asemejarse al que ellos vienen estudiando. “En el futuro, apuntamos a ver qué sucede no solamente en sujetos sanos sino también en sujetos con determinadas patologías. La DMT es una molécula muy segura desde el punto de vista fisiológico. Las precauciones que se deben tener son a nivel psíquico, y las tenemos sin excepciones. Lo que se espera encontrar de esta manera es un efecto más ansiolítico sumado a una experiencia subjetiva mucho más corta”, destaca.

 

Conciencias múltiples

La conciencia transita diferentes estados. Uno de los más recurrentes es el de conciencia reducida, que se manifiesta al dormir. No obstante, en el sueño la conciencia puede presentarse en un estado onírico. Para Tagliazucchi, allí pueden suceder cosas muy diversas que no llaman la atención pero que en un estado ordinario harían soltar una alarma. En ambos casos se está consciente aunque de formas diferentes.