Las claves de un equipo exitoso
La semana pasada, un equipo de la UBA consiguió el puesto 18 entre 120 universidades de todo el mundo en el Mundial de Programación de Marruecos. Los integrantes del equipo y su coach, todos estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, dan los detalles de la notable experiencia.
El esfuerzo había sido considerable. Los tres integrantes del equipo venían trabajando juntos desde hacía dos años y llegaban al mundial después de muy buenas actuaciones en los campeonatos argentino y regional lationamericano. Tenían esperanza de hacer un buen papel, como otros equipos argentinos anteriores. Pero todo salió mal. Melanie Sclar, una de las integrantes del equipo, llegó a la final con 39 grados de fiebre y terminó en el hospital después de la prueba. Los problemas resultaron de una modalidad imprevista. Estaban incómodos, no podían mostrar su verdadero nivel. El equipo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, representando a la Argentina, obtuvo el puesto 80 entre los 120 mejores equipos de programación del mundo. Eso fue en 2014, ayer nomás, en el Mundial de Programación de Ekaterimburgo, Rusia.
Un año después, la historia es otra. Melanie Sclar, Ariel Zylber y Lucas Tavolaro Ortiz –los mismos tres estudiantes de Exactas UBA– obtuvieron la semana pasada el puesto 18vo del Mundial de Programación de Marruecos y se convirtieron en campeones de Latinoamérica. El mérito del lugar en la tabla se sumó al hecho de que superaran a universidades como Harvard o Stanford y la noticia recorrió los principales medios nacionales en pocas horas.
“La experiencia de Rusia nos había desmoralizado”, reconoce Melanie desde Marruecos. “Pero esta vez salió todo muy bien”, agrega. Y lo mismo opina Lucas. “Nos salió todo bien, por eso pudimos resolver tantos problemas en cinco horas. Porque no alcanza con saber cómo se resuelven, hay que hacerlo, escribir, y que funcione”. Justamente, la competencia es de programación y combina conocimientos teóricos, saberes matemáticos y eficiencia en escribir código, programar.
Más allá de las posiciones en las tablas, no parece posible que el equipo lograra trepar 62 posiciones únicamente por lo hecho desde Rusia hasta Marruecos, en un año. “Estamos compitiendo juntos desde 2012. Con Ariel nos conocemos del secundario, en la ORT de Almagro y a Melanie la conocí a través de él. Con Ariel habíamos competido en el secundario y eso da una ventaja grande para cuando llegás a la universidad. Y también conocíamos a Agustín Gutiérrez, que es nuestro coach desde aquel entonces”, relata Lucas, rescatando la experiencia que traían juntos.
Agustín, el coach del equipo, dice que “estos chicos vienen practicando y aprendiendo individualmente desde bastante antes de formar equipo. Todos son exitosos ex participantes de las olimpiadas de matemática e informática para alumnos de escuela secundaria. La calidad de partida del equipo es excelente”. Al respecto de los recorridos individuales, Ariel Zylber es un caso particular: en el Mundial de Matemática de 2011, en Amsterdam, obtuvo medalla de oro siendo todavía estudiante secundario. Hoy es alumno de dos carreras, Matemática y Ciencias de la Computación, lo mismo que Melanie.
Las pruebas de los mundiales de programación consisten en una serie de problemas (en este caso fueron 13) que requieren interacción plena del equipo, por eso se destaca la necesidad de que los perfiles de los integrantes sean complementarios. “Los que programamos somos Ariel y yo, y Melanie se encarga más de los problemas de matemática, de esos en los que hay que agarrar papel, lápiz y hacer cuentas. Ariel también toma cosas de matemática, es el conector entre Melanie y yo, que solo programo”, destaca Lucas.
Cuando, iniciada la competencia, recibieron los problemas, les pegaron una leída rápida y ahí nomás Lucas identicó uno que era “fácil de resolver”. “Hay que estar muy bien organizado porque el tiempo cuenta”, dice Melanie. Y, sin duda, esa eficacia les permitió arrancar con el pie derecho. “Lucas vio que había uno que podía sacar rápido, lo programó y lo mandamos a evaluación, nos dijeron que estaba bien y, además, que éramos los primeros que lo habíamos resuelto. Eso sumó, nos dio confianza”, destaca. Durante las cinco horas del certamen, los 120 equipos van enviando los resultados de los problemas a medida que los terminan. Se puntúa si es correcto y se suma calificación por el tiempo de demora. Si el problema es incorrecto, el jurado lo devuelve al equipo –sin indicar el error– y lo penaliza con tiempo.
“El año pasado no nos había ido muy bien pero esperábamos, por lo menos, ser el mejor de Latinoamérica”, sostiene Ariel y considera que, más allá de los problemas que sufrieron el año pasado, “siento que ahora estábamos más preparados”. Según describe Agustín, el coach, “los chicos se juntaban una o dos veces por semana a simular una final, resolvían pruebas pasadas en condiciones idénticas a la prueba real. Además, a cada uno le daba problemas para que resuelva individualmente, estudiaban algoritmos y temas teóricos que sirven para encarar los problemas”.
Para los chicos, la importancia del Mundial tiene varias aristas. Lucas indica que esto “no es solo competir sino que sirve para que la gente se forme y se pueda difundir la carrera de Computación. Además nos permite desmitificar que hay que ser un genio, un iluminado para estar acá: son cosas que se enseñan en la Facultad, y después es entrenar mucho”. Ariel, por su parte, asegura que aprendió mucho en estos años. “Ahora sé mucho más de algoritmos y sé que se me van a abrir muchas puertas gracias a este puesto que conseguimos. Es buenísima la experiencia que me llevé, me hice amigos nuevos y me hice más amigo de mis compañeros de equipo”, destaca.
Y una clave del salto en la tabla de posiciones la da el coach, Agustín. “Destaco la actitud de los chicos de no bajar los brazos. Esta vez tuvieron un arranque excelente y la presión por mantener el nivel es muy grande, pero lograron seguir resolviendo problemas aun cerca del final”.
La reflexión de cierre, a cargo de Ariel, que seguirá de viaje por Marruecos junto con Melanie y Agustín: “Esta experiencia es especial porque no solo tengo que ser bueno yo sino coordinar con otra gente para resolver los problemas, es algo que para mí es mucho más interesante que el trabajo individual. Me llevo una gran experiencia, lo mejor es poder compartir los logros”.