Huellas del pasado
Como detectives del pasado, los geólogos especializados en icnología buscan en rocas sedimentarias rastros de fósiles. Saber de qué manera la flora y la fauna antiguas se fueron depositando y formando los estratos ahora rocosos, permitiría encontrar posibles áreas de interés petrolero y reconstruir la historia geológica del lugar de estudio.
Conocer las condiciones climáticas y la distribución de la flora y la fauna que habitaban estos confines de la Tierra hace millones de años podría constituir una buena pista para localizar hidrocarburos. Para ello, el estudio geológico de las rocas sedimentarias y la forma en la que se fueron depositando esos sedimentos son un buen camino de retorno al pasado remoto.
El geólogo Pablo José Pazos dirige el Grupo de Icnología aplicada a estudios estratigráficos secuenciales y sedimentológicos. La icnología estudia las huellas fósiles, es decir no lo fósil en sí mismo sino los rastros que los seres vivos puedan haber dejado, tales como huellas de caminatas y descanso, nidos, refugios subterráneos para habitación o cualquier otra evidencia de comportamiento de animales o plantas.
“Abordamos aspectos geológicos y paleontológicos en forma integrada”, comenta Pazos. Los estudios geológicos apuntan a comprender las características paleoambientales que se desprenden del análisis de rocas sedimentarias. Actualmente, Pazos y su equipo enfocan su interés en aquellas rocas que se generaron por el depósito de sedimentos en ambientes marinos transicionales, es decir aquellos que marcan la transición entre los marinos y los continentales. “Estos ambientes suelen ser más complejos que los marinos puros o no marinos ya que se produce la interacción de procesos como oleaje y mareas, propios de los primeros y descargas de agua dulce que provienen desde el continente. Esto genera fluctuaciones en la salinidad, que afectan la biota (paleobiota) y tienen un entramado de depósitos que los hace complejos a la hora de modelarlos”, explica el investigador.
Además, como son ambientes estresantes, suelen carecer de fósiles típicos de depósitos marinos normales y registran una fauna y microfauna peculiar. Por eso, la icnología aporta ideas sobre las condiciones paleoecológicas que ayudan a precisar las interpretaciones paleoambientales. “En algunos casos, esas condiciones se pueden establecer comparando con el comportamiento de animales actuales. La geología y la paleontología también se conectan en los sedimentos que utilizaron para dejar sus huellas, que pueden haber estado sometidos a condiciones variables de humedad, salinidad, exposición aérea, desarrollo de láminas o tapetes de bacterias y microbios que los modifican. Todas estas variaciones condicionan los procesos erosivos y condicionan a favor o en contra, depende el caso, los registros icnológicos y nos dan una idea a una escala más pequeña de variaciones paleoambientales”, describe Pazos.
Estos estudios tienen importancia porque en algunas cuencas sedimentarias argentinas, como por ejemplo la Cuenca Neuquina, ayudan a entender indirectamente la historia de enterramiento y, de este modo, la correcta interpretación temporal de la generación y almacenamiento de hidrocarburos. “Con los estudios de estas rocas sedimentarias se interpretan los paleoambientes y se obtienen reconstrucciones que nos indican cómo una cuenca se fue rellenando, algo importantísimo para la búsqueda de reservorios (lugares de almacenamiento), rocas sello (aquellas que no los dejan escapar) o productoras de hidorcarburos. Por su parte el contenido icnológico nos da cuenta de la palobiota, muchas veces no registrada en restos fósiles (huesos, conchillas, etcétera) pero sí en sus huellas o trazas, y que nos permiten entender la paleodiversidad y las conexiones paleogeográficas de algún grupo en particular”, explica el especialista. “Por ejemplo, hemos reconocido dinosaurios carnívoros, mucho antes de descubrir sus restos fósiles; cierto grupo de bivalvos cuyas conchillas nunca se encontraron, o la existencia de euriptéridos (cangrejos cacerola) cuyas huellas son casi desconocidas en el mundo para el período Cretácico”, agrega.
Para llevar a cabo su trabajo, los investigadores realizan trabajos de campo en los que obtienen datos de rocas que permiten determinar paleocorrientes, tormentas, mareas, exposición aérea, etcétera. Toman muestras para el estudio de arcillas, microfósiles y palinomorfos (como por ejemplo polen y esporas). La observación de la composición de la roca a través de microscopios les permite, además, saber qué les ocurrió a esos sedimentos hasta litificarse, es decir convertirse en lo que son hoy: rocas. Luego, los investigadores ingresan el material obtenido con las mediciones o el muestreo icnológico a una colección y comienzan la comparación con datos bibliográficos u otras colecciones. “El microscopio electrónico es un aliado al momento de reconocer bacterias y algas o arreglos de minerales de arcilla. Las arcillas son muy buenas para reconocer condiciones paleoclimáticas”, afirma Pazos.
Pero la observación y análisis minucioso de la forma en la que la flora y la fauna antiguos se fueron depositando y formando los estratos ahora rocosos, no sólo resultan útiles a la hora de inferir dónde podrían hallarse posibles áreas de interés petrolero, sino que, en su conjunto, la reconstrucción de la historia geológica del lugar de estudio es relevante en sí misma. “Aportamos a entender nuestro planeta en el pasado y a conocer nuestro patrimonio geológico y paleontológico”, cierra Pazos.
Grupo de Icnología aplicada a estudios estratigráficos secuenciales y sedimentológicos de medios marinos a marino-marginales
(Departamento de Geología – IDEAN)
Pabellón II, 1er. piso. Tel.: 4576-3300 interno 235.
Dirección: Dr. Pablo J. Pazos
Becaria posdoctoral: Dra. Diana Elizabeth Fernández
Tesista de doctorado: Marcos Comerio
Tesistas de grado: Pedro Celiberti (geología), Francisco Rusconi (geología), Arturo Heredia (paleontología), Carolina Gutiérrez (paleontología)