La intoxicación del cangrejo
El glifosato es uno de los herbicidas más utilizados en el mundo. Su toxicidad es materia de controversia. En el Laboratorio de Fisiología de Crustáceos, un equipo de investigadores dirigido por Enrique Rodríguez estudia los posibles efectos de herbicidas –como el glifosato y la atrazina– sobre especies acuáticas de invertebrados.
Cuando el químico suizo Henri Martín descubrió en 1950 una sustancia a la que llamó glifosato, no encontró en ella ninguna aplicación farmacéutica. Veinte años más tarde, la empresa cerealera Monsanto retomó el interés en sus posibles aplicaciones y convirtió al producto en sospechoso número uno de contaminación ambiental y enemigo de ecologistas. John E. Franz, especialista en química biológica de Monsanto, descubrió que dos moléculas estrechamente relacionadas con el glifosato tenían actividad herbicida, por lo que, sin tiempo que perder, lo patentó bajo la marca comercial Roundup. Originalmente se lo utilizó en agricultura para el control de rastrojos en todo tipo de cultivo, pero luego su uso se extendió a la aplicación previa a la cosecha, en cereales y oleaginosas. Como la patente norteamericana venció en el año 2000, en la actualidad, cientos de productos agroquímicos contienen glifosato, por lo que éste se ha convertido en uno de los herbicidas más usados en todo el mundo y también en el más controvertido.
Las dudas sobre su posible toxicidad han llevado a que numerosos científicos se interesaran por comprender cuáles son los efectos reales de este poderoso herbicida sobre el ambiente y los ecosistemas.
En el laboratorio de Fisiología de Crustáceos, que dirige Enrique Rodríguez, los investigadores estudian los posibles efectos de herbicidas –como el glifosato y la atrazina- sobre especies acuáticas de invertebrados. “Llevamos adelante dos líneas principales de investigación. Ambas se refieren a los efectos de los dos herbicidas más utilizados en nuestro país en la actualidad: glifosato y atrazina, y recientemente comenzamos también a estudiar los efectos de algunos antiinflamatorios de uso corriente que se han detectado como contaminantes ambientales”, explica Rodríguez.
Una de las líneas de investigación, llevadas adelante por el equipo, estudia los efectos de contaminantes sobre el desarrollo, reproducción y crecimiento de crustáceos. Para ello trabajan principalmente con dos especies de crustáceos: Neohelice granulata, un cangrejo estuarial cuyas densas poblaciones se distribuyen en la costa de la Bahía de Samborombón, en la Provincia de Buenos Aires, y Cherax quadricarinatus, una especie introducida de langosta, de alto valor comercial por su utilización gastronómica, que se cría en campos dedicados también a la agricultura. Este proyecto tiene como objetivo evaluar la toxicidad letal y subletal del glifosato en estos dos tipos de crustáceos, porque suelen encontrarse expuestos a esta clase de contaminantes.
“Entre otras variables determinamos en las hembras, mediante ensayos in vivo de largo plazo, el crecimiento ovárico, los efectos histopatológicos en ovario, el número de huevos desovados, el porcentaje de desoves con eclosión, el número de larvas eclosionadas y sus anormalidades morfológicas. En los machos analizamos la viabilidad espermática, la modificación de caracteres sexuales y la eventual inducción de la síntesis de vitelogenina (proteína precursora de la formación del huevo). Por último, en los juveniles estudiamos la tasa específica de crecimiento, la ganancia en peso, los niveles de reservas energéticas, la tasa metabólica, y las enzimas del metabolismo intermedio”, enumera el investigador.
Otra de las líneas de investigación llevada a cabo por el equipo se enfoca en el estudio de la desorganización endocrina en crustáceos, por efectos de contaminantes. “Con esta línea de investigación nos proponemos determinar la interferencia de los contaminantes estudiados sobre el control endocrino de la reproducción, específicamente sobre la señalización y la síntesis de neurohormonas (pedunculares y de ganglio torácico), de esteroides sexuales y de la hormona juvenil de crustáceos, el metil farnesoato”, dice Rodríguez. Para ello, utilizan como principal modelo experimental, hembras adultas del cangrejo de estuario Neohelice granulata. “Realizamos ensayos tanto in vitro como in vivo. En los ensayos in vitro buscamos determinar como punto final el contenido de vitelogenina en las piezas de ovario y hepatopáncreas coincubadas con hormonas o extractos hormonales semipurificados; mientras que en los ensayos in vivo medimos tanto los niveles circulantes como el contenido de vitelogenina en ovario y hepatopáncreas, así como ciertos niveles hormonales y otras variables fisiológicas de referencias”, explica el investigador.
Para llevar a cabo varios de estos ensayos, así como para su extensión a otras especies de crustáceos, el grupo de investigadores cuenta con la participación de Itzick Vatnick, de la Widener University de los Estados Unidos de Norteamérica, y de Marina Paolucci, de la Universidad del Sannio, Italia. Sus investigaciones cuentan, además, con subsidios de Universidad de Buenos Aires, CONICET, y han solicitado recientemente un subsidio a la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.
Laboratorio de Fisiología de Crustáceos
(Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental – IBBEA – CONICET)
4to. piso, Pabellón 2, 4576-3300 interno 210
http://www.dbbe.fcen.uba.ar/
Dirección: Dr. Enrique M. Rodríguez
Investigadores: Dr. Daniel Medesani
Becarias de doctorado: Lic. Luciana Avigliano, Lic. Gabriela Silveyra, Lic. Ivana Canosa