Cazador de sombras
El jueves 15 de febrero se pudo observar en Buenos Aires un eclipse parcial del Sol. Por ello, el astrónomo estadounidense Jay Pasachoff visitó la Argentina para presenciar el eclipse número 67 de su vida. Aquí la entrevista que brindó a Nexciencia.
El eclipse parcial del 15 de febrero comenzó en Buenos Aires a las 18.36 horas, y alcanzó su máximo a las 19.12 horas, cuando la Luna cubrió el 17% del diámetro solar. El eclipse fue menor al norte del país, y más profundo en el sur: en Río Gallegos, por ejemplo, fue del 34%, y en Ushuaia, del 38%.
Jay Pasachoff, Presidente del Grupo de Trabajo de Eclipses Solares de la Unión Astronómica Internacional, considerado como un “cazador de eclipses”, eligió Buenos Aires para su observación, y brindó una conferencia en el Planetario. El astrónomo afirma que no se pierde ningún eclipse. De hecho, en diciembre de 2020 planea visitar Las Grutas, en la provincia de Río Negro, para observar un eclipse total. En estos acontecimientos, siempre usa un pantalón de color naranja.
– En la antigüedad los eclipses generaron miedo y malos augurios. Luego se comprendieron en tanto mero ballet astronómico. Sin embargo hoy, en un mundo hiper informado, aún se le atribuyen a los eclipses influencias en la vida humana. ¿Por qué cree que todavía sucede eso?
– Esta mañana leí en el New York Times un artículo sobre el hallazgo de restos del supuesto monstruo Pie Grande, que se supone habría vivido en los bosques de California; y se decía que se harían investigaciones al respecto. Es que hay mucha discordancia en la información que maneja la gente. Es un problema que la población no posea una perspectiva científica, porque comprender la ciencia y pensar en forma científica es fundamental para la humanidad. Y es importante que quienes tienen el poder posean una buena comprensión de la ciencia.
– Usted pudo observar 66 eclipses, y sabemos que no le gusta que lo llamen “cazador de eclipses”. ¿Por qué?
– Esta tarde voy a observar el número 67. La idea de un cazador supone que hay un evento y que uno corre detrás de él. En realidad, en un eclipse solar, la Luna, que proyecta su sombra sobre el Sol, viaja a una velocidad de tres mil kilómetros por hora: muy rápido para que uno la pueda cazar. Por eso no soy un cazador, me anticipo al eclipse.
– ¿Usted se dedica a observar sólo los eclipses solares?
– Me centro en los eclipses solares porque todavía nos pueden proporcionar mucho conocimiento. Si bien se puede hacer mucha ciencia a partir de los eclipses lunares, para el estudio de los eclipses del Sol, especialmente en los totales, hoy se dispone de instrumentos de última generación: cámaras cien veces más sensible que las viejas cámaras, que permiten observar en un segundo lo que antes llevaba cientos de segundos.
– ¿Qué contribuciones pueden realizar estos estudios?
– Estamos tratando de entender la corona solar y cómo ocurren las erupciones del Sol. Ahora sabemos que hay millones de estrellas que poseen corona. Así, el
Sol funciona como un laboratorio para las otras estrellas. Además, ahora podemos realizar estudios desde la Tierra junto con la información provista por satélites. Por otra parte, el estudio de un eclipse total, en que el cielo se oscurece abruptamente, puede aportar al conocimiento de la atmósfera y el clima.
– Cuando tuvo su primera experiencia de un eclipse solar usted era muy joven.
– Tenía dieciseis años, y estaba en Harvard cursando un seminario para estudiantes de primer año. Justo dos semanas después de iniciar el semestre se produjo un eclipse solar cerca de Harvard, en Cambridge, Massachusetts. Mi profesor, un reconocido astrónomo solar, consiguió un avión para llevar a sus estudiantes a observar el eclipse desde el aire. Y fue una gran idea porque en tierra estaba lloviendo. Esa experiencia fue maravillosa, e influyó para que muchos estudiantes de ese grupo se convirtieran en astrónomos profesionales. Esa es una de las razones por las cuales considero importante que los jóvenes puedan presenciar eclipses.
– ¿Usted considera entonces que esa experiencia puede estimular vocaciones?
– En Estados Unidos, estuvimos trabajando algunos años antes del eclipse de agosto pasado, con el fin de educar a los estudiantes acerca de lo que iban a ver, y la importancia de poder estar en el “camino de la totalidad” [franja de oscuridad total]. Ahora, en la Argentina, es el turno de ustedes para educar a la gente para que sepa lo espectacular que es un eclipse total. En diciembre de 2020 el camino de la totalidad estará cerca de Buenos Aires, pero no hay que conformarse con un 99 por ciento, sino presenciar el ciento por ciento. Yo ya hice las reservas de habitaciones en Las Grutas. Y mi agente de viajes está haciendo reservas para ver el eclipse en la Antártida, en 2021.
– Usted suele aconsejar que la gente presencie los eclipses con los niños.
– Pienso que para los niños es una experiencia única presenciar un eclipse, en especial, un eclipse total, cuando todo se oscurece de repente. Esa experiencia puede estimular a los niños a interesarse más en comprender el universo. En Estados Unidos estamos trabajando bastante en ese sentido. En Argentina ustedes son muy afortunados porque van tener estos próximos eclipses en 2019 y 2020.
– Hace unos años, el astrónomo Constantino Baikouzis y el físico Marcelo Magnasco, ambos argentinos, conjeturaron que un eclipse acontecido en 1178 a.C. era el descripto en la Odisea de Homero, y más tarde un filólogo refutó esta hipótesis. ¿Tiene alguna opinión acerca de este tipo de estudios?
– No estoy al tanto de esa hipótesis. Hay diversos estudios sobre manuscritos antiguos puestos en contraste con la información disponible de eclipses producidos en la antigüedad, y presentan ideas muy interesantes. El problema es que hay discordancias con las fechas porque ha habido modificaciones en la velocidad de rotación de la Tierra. Una pequeña diferencia puede determinar si, en una fecha determinada, un eclipse pudo verse en una región o en otra. Cuando queremos estudiar eclipses en la antigüedad, tenemos que establecer esas diferencias con precisión.
– Sabemos que usted pudo presenciar un eclipse en su luna de miel. ¿Programó su casamiento para que coincidiera con el eclipse?
– Mi esposa y yo nos casamos en marzo, en Nueva York, y como estábamos aún en el año académico, decidimos esperar hasta julio para hacer nuestro viaje. En julio nos fuimos a Australia, donde ya sabía que habría un eclipse total. De hecho había trabajado con mis estudiantes durante dos años preparándonos para ese eclipse. Además, estaba investigando el deuterio en la corona solar, lo cual podía estudiarse mucho mejor en el hemisferio sur, así que aproveché para trabajar en el radiotelescopio del Observatorio Parkes, en Nueva Gales del Sur. Es decir, fue una luna de miel poco común, lo pasamos muy bien, presenciamos el eclipse, fuimos a una de las islas en la Gran Barrera de Coral, y a los nueve meses nació nuestra primera hija, Eloise.
– Hoy usted está usando los pantalones de color naranja. ¿Los 67 eclipses los presenció con pantalones anaranjados?
– Sí, la semana pasada, mientras hacía las valijas y empacando mis fotografías para la conferencia, recordé que tenía que traer el pantalón anaranjado para presenciar el eclipse de hoy en Buenos Aires.