Cuando la investigación cambia la vida
Para cientos de pacientes, el posible desarrollo de una terapia combinada para tratar la atrofia muscular espinal abre un panorama alentador en términos terapéuticos. Vanina Sánchez, titular de FAME, cuenta la lucha de las familias por el acceso a la medicación y por impulsar la investigación en el país. A su vez, las características de esta investigación también cambiaron la vida de Alberto Kornblihtt, después de 35 años de carrera.
“Nuestra relación con FAME es virtuosa. Merecen el mayor de los reconocimientos. Hemos aprendido de ellos mucho más de lo imaginable”, dice el biólogo molecular Alberto Kornblihtt. Se refiere a la asociación que nació en 2003 a partir de un grupo de siete familias de pacientes con atrofia muscular espinal, cuando aún se sabía muy poco sobre los mecanismos genéticos de esta grave enfermedad hereditaria que va destruyendo las neuronas motoras que controlan actividades esenciales de los músculos: caminar, tragar, hablar, respirar.
Vanina Sánchez, la mamá de Joaquín, es la presidenta de FAME. Explica que, en sus inicios, sin tratamientos farmacológicos, el fin básico de la asociación era “brindar contención a las familias en el momento de un diagnóstico tan devastador, y también instruir sobre el manejo de estos pacientes, formar nuevos profesionales. Los pacientes con AME necesitan un equipo multidisciplinario. No sólo el neurólogo que les da el diagnóstico sino, después, un neumonólogo, un kinesiólogo, un terapista ocupacional, nutricionista, cardiólogo, especialista en columna, o sea, un equipo enorme que trabaje en conjunto en pos de sostener al paciente. Después, sí, empezamos a ver que aparecían líneas de investigación que apuntaban al desarrollo de tratamientos farmacológicos. Pero todos esos protocolos clínicos ocurrían muy lejos de la Argentina. Y el sueño de FAME, a medida que fue creciendo y fue armando su red de familias y de profesionales, era ser parte de eso, aportar nuestro granito de arena a la investigación”.
Para 2016, ya conocían la causa de la enfermedad: la mutación del gen SMN1. Y el trabajo de Adrián Krainer: la posibilidad de modificar el splicing del SMN2, el “gen de respaldo”, de modo que fabricara más proteína sana de las neuronas motoras. “Ese año, dos papás de la comisión se acercaron a Alberto –recuerda Vanina–. Él fue muy honesto, en principio lo tomamos como una negativa, pero entendimos que quería preservarnos de cualquier falsa expectativa. Sin embargo, se instruyó sobre las investigaciones en curso. Habló con Krainer, a quien ya conocía, y un día, súper cauteloso, nos llamó y nos dijo: hay algo muy chiquito, es ciencia básica, pero es una posibilidad”.
“Nuestra relación con FAME es virtuosa. Hemos aprendido de ellos mucho más de lo imaginable”, dice Kornblihtt.
Así empezó esta relación virtuosa. Luciano Marasco viajó al laboratorio de Krainer en Estados Unidos. A partir del segundo año, el esfuerzo económico se duplicó con el aporte de Cure SMA (la asociación de familias de pacientes con atrofia muscular espinal más importante a nivel global, que FAME integra) y la investigación fue entregando resultados promisorios.
“Hoy, la publicación en una revista como Cell nos llena de orgullo –dice Vanina–, por el proyecto pero también porque hayamos podido colaborar y por dónde nos posiciona a nosotros como familias y al país como un lugar en el mapa científico en lo que refiere a esta patología. Ahora el objetivo es avanzar rápidamente hacia un protocolo clínico. No es sencillo manejar la ansiedad. Spinraza llevó 11 años de trabajo. Hoy, hay 23 líneas de investigación sobre atrofia muscular espinal en el mundo, y en el medio hubo ocho o nueve que se cayeron. Eso te va preparando. Yo quiero que esto se transforme en una ayuda para mi hijo, para los hijos de todos, pero también entiendo que es el aporte que hacemos a las generaciones futuras, para que tengan más oportunidades que muchos pacientes que hoy, muy probablemente, no lleguen a aprovechar los resultados de estas y otras investigaciones”.
Joaquín cumplirá diez años el mes que viene, “un hombrecito”, agrega su mamá. Fue diagnosticado a los 17 meses con AME tipo 2. “Los niños con AME tienen sus ciclos motores típicos hasta los 12 o 14 meses, pero luego no logran caminar. Despiertan a otras cosas antes, hablan bastante pronto, entonces llama la atención por qué eso sí y lo motor no. A nosotros nos decían que cada niño tiene su tiempo. Ahora se sabe más y se diagnostica antes. Si hay una hipotonía marcada y llega a ser AME, las posibilidades del paciente que recibe un tratamiento temprano cambian muchísimo”.
Spinraza, el fármaco desarrollado por Krainer y que comercializa el laboratorio Biogen, fue aprobado en Estados Unidos a fines de 2016 y generó grandes esperanzas. La terapia combinada que descubrió el grupo de investigación del IFIBYNE (UBA – CONICET) encabezado por Alberto Kornblihtt, las refuerza. Pero no ha sido sencillo para las familias acceder al medicamento, que es extraordinariamente oneroso.
Los primeros pacientes argentinos que lograron iniciar el tratamiento lo hicieron a través del Régimen de Acceso de Excepción de Medicamentos no Registrados, que permite importarlos si no existe un fármaco equivalente en el país y están respaldados por un ente regulador como la FDA (Food and Drug Administration) de Estados Unidos. “Joaco empezó a tratarse con Spinraza a los cuatro años y diez meses. Obviamente, había neuronas motoras que ya se habían atrofiado definitivamente. Pero la realidad es que el tratamiento es súper efectivo. Y hoy, contra lo que llamaríamos la historia natural de la enfermedad, Joaquín puede dar pasos con un andador. Tenemos pacientes que empezaron a los dos años y los ves caminar perfectamente, no pierden habilidades motoras. Y la posibilidad de optimizar estos tratamientos abre una situación de mucha esperanza”, dice la titular de FAME.
La lucha por el acceso continúa. En marzo de 2019, la ANMAT aprobó Spinraza. El Ministerio de Salud (degradado el año anterior a Secretaría) suscribió entonces un acuerdo confidencial con Biogen para obtener una baja sustancial del precio y que fuera más accesible para las obras sociales, pero las familias debían judicializar la provisión del medicamento. En 2020, la nueva gestión deshizo ese acuerdo confidencial y dispuso un precio fijo para el fármaco, que hoy es de 45 mil dólares por vial (el tratamiento consta de tres inyecciones al año que se aplican en la espina dorsal). Además, lo sacó del Programa Médico Obligatorio (PMO) pero lo pasó al Sistema de Tutelaje de Tecnologías Sanitarias Emergentes, que depende de la Superintendencia de Servicios de Salud.
“La terapia con Spinraza mejoró la calidad de vida de cientos de pacientes, y ahora la posibilidad de optimizarlos nos llena de esperanza”, asegura Sánchez.
Ahora, los pacientes sin cobertura reciben la medicación del Ministerio. Y las obras sociales que la cubren perciben un reintegro de la Superintendencia. La judicialización terminó, pero no para todos. Desde FAME objetan fuertemente los criterios de elegibilidad de los pacientes. El registro sólo alcanza a quienes padecen AME tipo 2 menores de 12 años y AME tipo 1 (la más grave) que no tengan ventilación invasiva las 24 horas. “Y AME tipo 3 directamente quedó fuera de la cobertura, que claramente no alcanza al ciento por ciento de los pacientes. Hay adultos que también quieren acceder al tratamiento. Por supuesto, no se van a levantar de su silla de ruedas, pero sostienen sus habilidades motoras y respiratorias y eso les da una mejor calidad de vida. Esta es una enfermedad muy inhabilitante, el paciente se va transformando en una estatua, entonces, cualquier cosa que detenga ese proceso debe estar garantizada. Pero esos pacientes siguen obligados a judicializar el acceso”.
Vanina Sánchez puntualiza que actualmente 156 pacientes –la gran mayoría niños pequeños en quienes “las mejoras son asombrosas”– reciben Spinraza, de un total de más de 350 diagnosticados con AME, que no son todos. En FAME entienden que hay un importante subregistro, sobre todo en las provincias.
Para Vanina, sin embargo, “este momento, esta investigación, la repercusión que puede generar la publicación en Cell, es algo increíble para nosotros, ayuda de muchísimas formas, para que se conozcan los mecanismos de la enfermedad y no que se esté hablando siempre del precio del medicamento y de los poquitos que se gastan un montón de dinero. Tenemos mucho camino para mejorar como sociedad, y una parte de eso pasa por ser empáticos con aquellos a los que les tocó más difícil”.