Recursos naturales

Acuíferos: la reserva vital

La disponibilidad de agua dulce es considerada uno de los grandes retos para el futuro. Los acuíferos o sistemas de aguas subterráneas son fuentes de riqueza bajo la tierra. ¿Cuál es la importancia de la protección y gestión de los recursos hídricos subterráneos, cuando sólo el tres por ciento del agua del planeta es dulce?

8 Jun 2012 POR

En la naturaleza ocurren sucesos que están vinculados entre sí, pero se dan separados en el tiempo. Por ejemplo, muchos saben que la luz que vemos cuando observamos Alfa del Centauro -una de las estrellas más cercanas a la Tierra y la tercera más brillante del cielo nocturno- fue emitida hace más de cuatro años. Sin embargo, pocos saben que al beber un vaso de agua extraída del acuífero Guaraní, podemos estar tomando un líquido que ingresó a él hace 30 mil años, o más.

Cuando hablamos de acuíferos se hace referencia a aquellas formaciones geológicas con características de permeabilidad aptas  para la circulación de agua subterránea. Este movimiento a través de los poros y de las fisuras naturales es muy lento -centímetros por día-. Los acuíferos pueden considerarse como embalses naturales cuya capacidad de almacenamiento puede satisfacer, mediante perforaciones o pozos, las demandas de la población, por sí solos o en combinación con el agua superficial.

En tanto estas aguas subterráneas forman parte del ciclo hidrológico, una parte de las precipitaciones que caen en la superficie se evapora, otra fracción escurre hacia lagos y ríos, y, finalmente, un pequeño porcentaje infiltra en los acuíferos, donde se acumula. De esta manera, éstos se convierten en una especie de cisterna, es decir, una reserva en la que el agua pudo haber ingresado hace cientos o miles de años.

Estos sistemas son capaces de proveer agua para satisfacer las demandas de los habitantes; conocerlos, protegerlos y utilizarlos de manera sustentable es el gran desafío de las presentes y las futuras generaciones.

Más allá de las fronteras

En la Argentina existen acuíferos intrafronteras y transfronterizos; el Puelches y el Guaraní, respectivamente, son ejemplos destacados.

“El acuífero Guaraní es un sistema que trasciende fronteras y es muy atractivo por el desafío que implica conocer su complejidad. Además, lo hace aún más llamativo el hecho de que tiene aguas con edades muy antiguas, datadas mediante técnicas isotópicas en más de 40.000 mil años, es decir, cuando las aguas comenzaban a infiltrarse en la región pampeana existían los gliptodontes”, explica Jorge Santa Cruz, doctor en Ciencias Naturales con orientación en Geología de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

El Sistema Acuífero Guaraní es uno de los reservorios de agua subterránea más grandes del mundo; ocupa en el subsuelo un área de alrededor de 1.190.000 kilómetros cuadrados (superficie mayor que las de España, Francia y Portugal juntas), por lo que también se lo denominó el Acuífero Gigante del Mercosur.

A este sistema ingresan anualmente alrededor de 105 kilómetros cúbicos de agua; algo más que el caudal que transporta anualmente el río Uruguay, y el equivalente a unas 40 mil piletas olímpicas de dos metros de profundidad. Asimismo, el agua total acumulada en este embalse natural equivale a una cisterna de unos 25 a 30 mil kilómetros cúbicos, que alcanzarían para llenar cerca de 10 millones de piletas olímpicas.

Esta formación geológica de dunas e interdunas de 200 millones de años –época en la que aún estaban unidas África y América– permite viajar al pasado, y para las universidades, y en particular para los geólogos, es muy interesante tener la posibilidad de estudiarla. “El sex appeal que tiene este acuífero es justamente lo que atrajo al sistema de ciencia y técnica y lo que sirvió para despertar el interés sobre las aguas subterráneas a nivel nacional, de la misma manera en que se venía haciendo con las aguas superficiales”, explica el investigador del Instituto Nacional del Agua y la Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Argentina.

“El impacto que tuvo el Guaraní en lo que se refiere al mayor interés despertado sobre aguas subterráneas a través de nuevos proyectos y reglamentaciones fue enorme, se incentivó en los países, Estados y provincias dueños del recurso la conveniencia de encarar estudios y mejorar la gestión sustentable del agua subterránea”, subraya Santa Cruz, que, además, es coordinador técnico desde el 2003 del Proyecto Sistema Acuífero Guaraní.

Por su parte, la formación Puelches constituye  el acuífero arenoso de agua dulce más importante de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, y es uno de los más explotados del país. El uso de este recurso es de suma importancia a partir del segundo cordón urbano del Gran Buenos Aires, mientras que en el primer cordón cumple un rol complementario al del agua corriente. A su vez, en la mayoría de las poblaciones del este de esas provincias y del subsuelo de la ciudad de Buenos Aires, es fuente de agua principal, cubriendo una superficie aproximada de 70 mil kilómetros cuadrados con aguas de calidad aceptable para el consumo humano.

Esta gran reserva de agua subterránea semiconfinada, producto de un viejo sistema fluvial antecesor del actual río Paraná, de varias decenas de metros de espesor, se encuentra a una profundidad variable entre 40 y 90 metros bajo el nivel del terreno, y presenta un  alto rendimiento en los pozos.

Este sistema abarca una región con una población total de unos 10 millones de habitantes en áreas urbanas y rurales, y donde se genera más del 30% del producto bruto del país. Abastece de agua potable a toda esa región, a industrias de todo tipo, y provee riego complementario a través de miles de perforaciones, “la gran mayoría no registradas adecuadamente y muchas, de dudosa calidad de construcción”.

Gestión del agua

Cuando se habla de gestión realizada por los Estados se hace referencia al conjunto de guías, normas, leyes, reglamentos y actuaciones dirigidas a sostener, conservar, proteger, restaurar y regenerar esos acuíferos. Se describe además la cantidad y calidad del agua que puede ser sustraída del recurso y cómo debe hacerse, es decir, que sea de forma compatible con la demanda, con otras necesidades existentes y con el ambiente.

“Con el tema agua subterránea tenemos un gran problema, sobre todo en la Argentina y en gran parte del tercer mundo, ya que es un recurso que, salvo en países de alto desarrollo, nunca fue tratado seriamente en lo que se refiere a su conocimiento científico y estudios cuali-cuantitativos”, señala Santa Cruz.

“Necesitamos monitorearlo sistemáticamente para saber más sobre los niveles de agua, las condiciones hidroquímicas y microbiológicas y para ajustar el modelo geológico tridimensional del subsuelo a través de la estratigrafía para obtener así datos confiables del comportamiento hidráulico mediante baterías de ensayos de acuíferos y la evolución de la calidad del agua”.

De esta manera, la gestión sustentable del recurso hídrico subterráneo, según Santa Cruz, tiene que evitar algunos aspectos derivados de una mala explotación y de la falta de protección, como por ejemplo, la reducción de caudales y niveles de presión hidrostática, el aumento de la concentración salina y, finalmente, la contaminación humana en áreas de recarga.

“Muchas veces se generan acciones a partir de las deficiencias, como por ejemplo el descenso de las napas o el deterioro de la calidad del agua. Además, es importante pensar que a nadie se le ocurriría explotar otros recursos naturales, como el petróleo, por ejemplo, por prueba y error, pero eso sucede muchas veces con los acuíferos a través de perforaciones realizadas sin estudios previos adecuados”, remarca el geólogo.

Por su parte, la doctora Ofelia Tuchjenider, directora del Grupo de Investigaciones Geohidrológicas de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), resalta que “se ha luchado durante mucho tiempo por la realización de un estudio detallado de todos los ambientes y sistemas de aguas subterráneas que hay en el país, que incluya un fuerte sustento científico y, a la vez, resulte también útil para los gestores y tomadores de decisión”.

“Recuerdo que hace algunos años, los grupos que trabajamos en distintos puntos del país, como es el caso de la Universidad de Salta, la de Tucumán, la del Sur y la Universidad de Buenos Aires, entre otras, nos reunimos para sentar las bases de un plan de trabajo en este sentido, pero necesitábamos los medios económicos para poder desarrollar los estudios y para iniciar la plataforma, fue así que pedimos financiamiento y no recibimos el apoyo que necesitábamos. No logramos que se comprendiera que eso era una inversión y no un gasto”.

Además, la referente del grupo que funciona en la UNL desde 1977 remarca que la gestión sólo puede llevarse adelante con el conocimiento científico de las aguas subterráneas y que “solo de ese modo podrán generarse modelos de gestión que sean concebidos para cada uno de los sistemas acuíferos, sin utilizarse recetas y acompañados de un monitoreo permanente, que permitan administrar y proteger el recurso”.

Por su parte, el coordinador técnico del Proyecto Sistema Acuífero Guaraní enfatiza que “el conocimiento hidrodinámico del agua subterránea depende del dato básico; es como los estudios del cambio climático: si no hay datos suficientes en mucho tiempo, con series muy extensas, los resultados serán inciertos”.

Santa Cruz rescata que, para una buena gestión sutentable, “debe hacerse la explotación conjunta de agua superficial y agua subterránea”, de modo que pueda utilizarse y regularse una u otra fuente en caso de necesidad. En Madrid explotan el agua superficial para consumo humano, pero tienen baterías de perforaciones siempre listas para épocas de déficit hídrico.

En Buenos Aires y el conurbano estamos dependiendo casi exclusivamente del Río de la Plata, según señala Santa Cruz, y se pregunta: ¿qué pasaría ante un evento extremo ecológico o químico, como el escape de sustancias tóxicas en esta fuente de agua superficial? A continuación responde: “Las plantas de tratamiento están estandarizadas y normalizadas para lo que se hace normalmente. Habría que planificar previsiones y planes de contingencia sobre la base del agua subterránea”.

En cuanto al robo del agua dulce de la Argentina, algo que se ha instalado en el imaginario colectivo, Santa Cruz remarca que el hecho de que venga alguien y se lleve el agua dulce de los acuíferos locales es muy difícil, porque se requiere que esa persona tenga varios terrenos con perforaciones para extraer un volumen interesante como para envasarla y exportarla. “Lo más importante es la gestión para tener políticas que controlen estas posibles ideas”, subraya.

Riesgo de sobreexplotación

Tuchjneider destaca que los acuíferos son vulnerables al peligro de contaminación y sobreexplotación, es decir, están expuestos a que se saque una mayor cantidad de agua que la que se repone. “Calidad y cantidad van de la mano, y hay que tratarlas juntas. Hay que estudiarlas, investigarlas y gestionarlas juntas”.

Según Santa Cruz, un acuífero se comporta de manera diferente que un cuerpo de agua superficial. “Si uno extrae agua de un solo pozo, aunque sea de manera intensiva, no puede secar el acuífero; pero, si, por ejemplo, se coloca una bomba hidráulica en un solo punto de la orilla de un lago, éste se va a terminar secando”.

Es clave aclarar que, si se explota de manera intensa un punto de un acuífero con un pozo, el nivel de agua subterránea se deprime en forma puntual, y se genera un cono de depresión hidráulico, es decir, el agua empieza a bajar, pero no de manera horizontal como en un lago. Esto se comprueba al hacer un pozo de observación a unos pocos kilómetros y comprobar que allí el nivel de agua es normal.

“En la Argentina tenemos un ejemplo mundial de lo que es la sobreexplotación de un acuífero, que es el caso del Conurbano Bonarense. Hasta alrededor de 1994, el nivel del agua subterránea estaba muy deprimido en esa región. Existían grandes conos de depresión que eran el resultado de la extracción de miles de pozos domésticos y perforaciones más grandes. Se había extraído demasiada agua durante décadas, y el ciclo hidrológico no las podía reponer”, explica Santa Cruz.

Además, destaca que “muchos sitios del conurbano bonaerense, que son zonas bajas e inundables, fueron ocupadas por poblaciones durante muchos años, justamente en períodos en los que el agua subterránea era sobreexplotada y su nivel estaba a varias decenas de metros de profundidad. Y una vez que se dejó de sobreexplotar y además se proveyó de agua del río de la Plata sin las obras de redes cloacales en las poblaciones, las napas volvieron a su estado natural y ahí comenzaron los problemas con la gente, ya que el agua más cercana a la superficie invadía las viviendas”.

Las aguas bajan turbias

El agua subterránea tiene una protección natural, constituida por la zona superior de suelo y subsuelo, denominada “no saturada”, que el agua tiene que traspasar para llegar al acuífero. “Hay que pensar que es un pequeño laberinto, con espacios entre las partículas del tamaño de micrones,  y que hace de filtro natural, no perfecto, pero filtro al fin”, resalta Santa Cruz.

El especialista agrega que “generalmente, muchos de los contaminantes son acumulados y retenidos”. Pero alerta: “salvo algunos estudios científicos puntuales generados en centros de investigación, en general no hay un seguimiento sistemático, a nivel regional, del posible tránsito hacia los acuíferos de contaminantes agrícolas que se apliquen a gran escala”.

“Fertilizamos de más, ponemos plaguicidas en exceso. Estos elementos, como cualquier otro derivado de una actividad antrópica que esté contraindicado para la salud, hace que esa agua subterránea no pueda utilizarse como recurso”, resalta la investigadora de la UNL.

En cuanto a los eventos que puedan contaminar los recursos hídricos subterráneos, Santa Cruz relata que en un momento se pensó qué pasaría si se contaminaba el acuífero Guaraní aguas arriba, por ejemplo, en territorio brasileño. A raíz de eso se hicieron modelos matemáticos y así se pudo predecir que cualquier influencia en cien años podía llegar a un máximo de 300 kilómetros de distancia, pero de manera muy gradual debido a la dinámica de los acuíferos. “No obstante, para predecir su extensión, hay que conocer los efectos a nivel local”.

“En el caso del río Uruguay, si hubiera algún tipo de contaminación, ésta no incidiría en el acuífero, porque éste justamente en ese lugar se encuentra a mucha profundidad, a mil metros, y por encima tiene 500 metros de basalto, que es una roca dura de la época del Cretácico”, ejemplifica.

Protección de las aguas subterráneas

Ambos investigadores coinciden en que es fundamental estudiar las aguas subterráneas tanto de manera local cuanto global. “Hoy estamos realizando estudios acerca de la geología, la geomorfología y la estructura de los acuíferos como es el caso del Guaraní, de modo de obtener la geometría de los reservorios, la hidrodinámica, hidráulica e hidroquímica completando así la conceptualización del sistema”, explica Tuchjneider.

Santa Cruz advierte: “Uno de los problemas es que no hay datos suficientes, y los pocos que hay están dispersos. En la región de llanura, por ejemplo, la entonces Obras Sanitarias de la Nación junto con la Dirección de Minería hicieron muchas perforaciones y esa información ha servido para conocer las aguas subterráneas en un determinado período hasta la década del 60, luego se dejaron de tener datos disponibles”.

“Las dudas respecto al tema acuíferos son muy grandes –agrega el investigador– y el Estado y los organismos de gestión tienen también que acudir al sistema de ciencia y técnica y promover la investigación para saber más sobre las aguas subterráneas. Con el paso del tiempo, y después de la experiencia del acuífero Guaraní, hay más conciencia sobre la importancia vital de estos sistemas, pero falta mucho, y esto se relaciona con la falta de estrategias, presupuestos y de una buena gestión”.

Por su parte, Tuchjneider tiene una mirada esperanzada y confía en que se van a fomentar y generar cada vez más investigaciones en los sistemas de aguas subterráneas. “Estamos trabajando con mucha energía en la formación de recursos humanos y sé que seguiremos haciéndolo, ya que necesitamos profesionales íntegros para seguir avanzando”, finaliza.

 

Sistema Acuífero Guaraní

 Tipo de acuífero: transfronterizo

Extensión: aproximadamente, 1.200.000 km² en el sudeste de América del Sur

Ubicación geográfica: debajo de cuatro países: Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay

Población en el área: aproximadamente 23 millones de habitantes (más del 50% se abastecen del mismo).

 

Acuífero Puelches

Tipo de acuífero: intrafrontera

Extensión: aproximadamente de 70 mil km²

Ubicación geográfica: principalmente Santa Fe y Buenos Aires

Población en el área: unos 10.000.000 habitantes