Mosquitos

Cae un mito

Investigaciones recientes tiraron abajo una creencia generalizada sobre las costumbres del Aedes aegypti, principal transmisor del dengue, chikungunya, y zika. Esa presunción, no sólo formaba parte del folklore urbano, sino que también estaba en ciertos libros de texto. De qué se trata.

10 Ago 2018 POR
Los científicos observaron que las larvas y pupas de Aedes aegypti también se desarrollaban en aguas de distintos colores, con materia orgánica y en recipientes sucios. Foto Diana Martinez Llaser.

Los científicos observaron que las larvas y pupas de Aedes aegypti también se desarrollaban en aguas de distintos colores, con materia orgánica y en recipientes sucios. Foto Diana Martínez Llaser.

Contra lo que habitualmente se supone, y hasta está escrito en ciertos libros de texto, un equipo de científicos y científicas de Exactas UBA probó que se trataba de una creencia equivocada. El grupo, tras diversas pruebas de laboratorio, derribó un mito que sobrevolaba desde hace tiempo sobre el mosquito Aedes aegypti, principal transmisor del dengue, chikungunya, y zika. “Históricamente se decía que este insecto se cría en agua limpia. En algunos libros de texto antiguos se encuentra este concepto que no sabemos de dónde viene”, relata Sylvia Fischer, investigadora del Grupo de Estudio de Mosquitos (GEM) del Instituto de Ecología, Genética y Evolución, perteneciente a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y al CONICET.

En sus experiencias de trabajo, cuando salían al campo, los científicos argentinos no solían encontrar lo que teóricamente debería ocurrir. “Nuestras observaciones mostraban que se podían encontrar al Aedes en aguas transparentes, pero también en aguas de distintos colores, con materia orgánica y en recipientes muy sucios”, describe la científica desde su laboratorio en Ciudad Universitaria. Aquello que debía ser, no se daba. “No lo veíamos. Algo estaba mal”, precisa.

Sin dudarlo, los investigadores pusieron manos a la obra para recrear en el laboratorio distintas situaciones similares a las que se dan en la naturaleza. El objetivo era experimentar si se trataba de algo que les parecía a ellos o si, en realidad, las pruebas con parámetros controlados coincidían con lo que a ojo vivenciaban. “Acá en la Argentina es el primer estudio de este tipo”, remarca sobre la investigación que acaba de ser publicada en Journal of Vector Ecology.

Bajo estudio

En las paredes de recipientes o recovecos que acumulan agua, las hembras depositan sus huevos, que luego eclosionarán en larvas, para más tarde convertirse en pupas y, finalmente, echarse a volar en un ciclo que suele llevar, normalmente, siete días. Pero si no tienen los nutrientes disponibles, pueden tardar más de un mes y medio. “Cuanto menos comida, más largo es el tiempo de desarrollo”, precisa Fischer, tras evaluar cómo le afecta la escasez y abundancia de nutrientes a las larvas de este mosquito, que también transmite la fiebre amarilla.

En este aspecto, no había diferencias entre lo que el sentido común señalaba y lo que probaron en el laboratorio. Como sucede en la ciencia, lo obvio también hay que demostrarlo. “Cuando el nivel de comida baja mucho -como sería esperable- les va mucho peor, aumenta  mucho la mortalidad, los individuos son más pequeños o sea pondrán menos huevos y tardarán más en desarrollarse. Esto, si bien es lógico, es importante formalizarlo en un estudio”, subraya.

Al parecer, a estos mosquitos no les sientan bien los excesos. El de la escasez era previsible, pero ¿qué pasaba con el de la abundancia? “Cuando el agua está con muchísima materia orgánica o comida, tampoco les iba bien. Ahí, aumentaba mucho la mortalidad. Si se pasan de cantidad de nutrientes, -subraya- eso los perjudica”.

Poco extremista, el Aedes navega en aguas intermedias, que pueden ser un poco más turbias de lo que se suponía originalmente. Justamente, esta idea de que las larvas del mosquito se desarrollan en agua limpia, “debería revisarse considerando que, con un exceso moderado de alimento en las etapas inmaduras se desarrollan más rápido, y los adultos alcanzan tamaños mayores que en condiciones limitantes de alimentos”, indican Victoria Romeo Aznar, Iris Alem, María Sol De Majo, Barbara Byttebier, Hernán Solari y Sylvia Fischer en Journal of Vector Ecology.

Aquello que los científicos veían en el campo, también se observaba en el laboratorio. Fischer lo remarca: “En aguas turbias con bastante materia orgánica les va muy bien. Las larvas puede estar tranquilamente, ser bien robustas, dando hembras de mayor tamaño y mayor fecundidad”.   En otras palabras, ellos derribaron el mito de que el Aedes requiere de aguas transparentes y limpias para la cría.

No sólo importa este hallazgo para “no seguir arrastrando el error en los libros, sino en la práctica con respecto al manejo de la prevención. Esto nos hace pensar en qué tipo de recipientes uno debería enfocarse a la hora de decirles a las personas los recaudos que hay tomar”, plantea. En líneas generales, las recomendaciones apuntan a vaciar, limpiar, desechar o tapar los objetos que acumulan agua por servir de criaderos del mosquito. Pero ahora, suman un elemento más. “Los recipientes más importantes a tener en cuenta serán los más descuidados. Entre el bebedero del perro y el baldecito que se olvidaron en el fondo, el baldecito será mucho más importante como criadero que el bebedero de la mascota, al cual le cambian el agua continuamente”, ejemplifica, y concluye: “A la hora de pensar en el manejo de prevención, estos hallazgos nos dan datos para determinar donde poner el foco a la hora de eliminar recipientes”.