Juntos son un peligro
Científicos argentinos detectaron dos especies que, cuando se combinan, complican al medio ambiente. Se trata de los mejillones dorados, los cuales, además de ser considerados plaga, provocan un aumento masivo en la población de bacterias tóxicas que pueden provocar desde mortandad masiva de peces hasta malestares diversos en los seres humanos.
Científicos argentinos detectaron que mejillones dorados invasores activan la proliferación de bacterias tóxicas que pueden producir desde mortandad masiva de peces hasta malestares diversos en los seres humanos. La relación entre ambas especies es curiosa. “El mejillón con su actividad aumenta los nutrientes disponibles en el medio acuático e incentiva el crecimiento de las bacterias, que luego van a terminar matando a las larvas de ese molusco. Es decir, da de comer al asesino de su descendencia”, advierte Demetrio Boltovskoy, biólogo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. “Es la primera vez en el mundo que se encuentra un efecto tan letal de las bacterias tóxicas sobre las larvas de este mejillón”, subraya el experto.
Todas las miradas se centraron en la represa de Salto Grande, en el río Uruguay, donde no es raro observar floraciones de microorganismos que tiñen de verde las aguas como si fuera una mancha de pintura. Estos microscópicos seres o cianobacterias (Microcystis) pueden liberar tóxicos que en ocasiones “han obligado a cerrar las playas al público porque pueden provocar en las personas problemas gastrointestinales, hepáticos y alérgicos, entre otros”, describe Boltovskoy, del Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires e investigador del CONICET.
También en Salto Grande, como en gran parte de América del Sur, es posible hallar millones de moluscos (Limnoperna fortunei), de apenas unos 3 centímetros de largo, que “han taponado cañerías de plantas industriales, potabilizadoras y atómicas”, puntualiza el experto e historia: “Estos mejillones intrusos probablemente llegaron al Río de la Plata como polizones en buques cargueros hacia 1990 y hoy colonizaron toda la cuenca del Plata, Paraná y Uruguay”.
Todas las semanas a lo largo de nueve años, el equipo de científicos tomó muestras de las aguas en Salto Grande, y les llamó la atención que desde el mes de diciembre hasta abril los mejillones en esa zona no se reproducían como ocurría en otros lugares del país. “Empezamos a estudiar por qué pasaba esto. Luego de mucho trabajo, concluimos que estas bacterias tóxicas matan a las larvas del L. fortunei que flotan, no así a los adultos que habitan en el fondo, y cuya actividad permite la existencia de más nutrientes disponibles para la proliferación de las cianobacterias”, indica el especialista.
Boltovskoy de Exactas-UBA, junto con investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, del Servicio de Hidrografía Naval, del Área Ecología de la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande de Argentina Uruguay y de la Universidad Nacional de Entre Ríos, registraron que “en vez de 10 ó 20 mil larvas como habitualmente puede contener un metro cúbico de agua, en verano sólo había una, dos o ninguna en Salto Grande. La tasa de reproducción del molusco –precisa- baja a cero prácticamente”.
Caldo de cultivo
Agua cálida y con poco movimiento resulta un verdadero caldo de cultivo para estas bacterias, dispersas por todo el mundo. “Como en la represa de Salto Grande las aguas corren muy lentamente y están más quietas, estas bacterias tienen más posibilidades de desarrollarse porque se calienta la capa superficial del agua, aunque también crecen en muchos otros lugares, como Puerto Madero, las costas del Río de la Plata, y muchos otros”, precisa.
En épocas de gran proliferación de estos diminutos seres, aumentan sus repercusiones peligrosas. “El tóxico es un mecanismo de defensa de la bacteria, para que sus predadores se alejen o mueran”, grafica Boltovskoy. Pero el experimento no sólo observó el ámbito natural en Salto Grande, sino que hizo una prueba en el laboratorio. El equipo adquirió el tóxico purificado y sometió a las larvas a sus efectos para averiguar las consecuencias. “Una gota de tóxico en 50 mil litros de agua produce la muerte de la larva al cabo de 48 horas”, precisa.
Yendo, nuevamente, a Salto Grande, se registra allí una paradoja. Es que las altas concentraciones en el agua de esta toxina que mata a las larvas, son en parte debidas a la actividad propia de este mejillón, que “aumenta el crecimiento de esta bacteria mediante la modificación de las concentraciones de nutrientes”, coinciden en destacar los científicos. En este sentido, Boltovskoy, concluye: “El hecho de que este molusco estimule la proliferación de estas bacterias que son tóxicas, es uno de los primeros efectos negativos detectados sobre el ambiente hasta ahora. Es un motivo de peso para invertir esfuerzos en frenar la dispersión de este molusco”.