Glifosato

Lo peor no está en la etiqueta

Las fórmulas comerciales del herbicida glifosato tienen efectos más tóxicos que el principio activo aislado. Es el resultado de un estudio realizado in vitro, en células de embrión de ratón. En particular, el glifosato junto con los adyuvantes, interfieren en el proceso de maduración de las células del tejido adiposo.

4 Jul 2016 POR
“Este trabajo evidencia que, cuando se aprueban estos herbicidas, es necesario analizar las mezclas que se comercializan y no sólo el compuesto puro, porque esos componentes pueden favorecer el efecto tóxico”, señala María del Carmen Vila.

“Este trabajo evidencia que, cuando se aprueban estos herbicidas, es necesario analizar las mezclas que se comercializan y no sólo el compuesto puro, porque esos componentes pueden favorecer el efecto tóxico”, señala María del Carmen Vila.

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El glifosato es el herbicida que se emplea cada vez con mayor intensidad y en áreas más extensas. Es que el surgimiento de malezas resistentes hace que las cantidades que se lanzan al medio sean cada vez más grandes. Es por ello que diversos grupos de investigación en el mundo se encuentran abocados a analizar sus efectos tóxicos en diferentes organismos y ecosistemas. Pero un estudio reciente señala que las formulaciones comerciales resultan más tóxicas para las células de los mamíferos que el glifosato puro debido a la presencia de los compuestos que acompañan al principio activo. La identidad de esos ingredientes, denominados adyuvantes, suele ser confidencial. Es más, se los presenta como inertes. Su función es la de contribuir a que el glifosato pueda penetrar en las plantas con mayor facilidad.

Un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA estudió el efecto de tres preparaciones comerciales de glifosato, de empresas distintas, en cultivos de células de tejido adiposo de ratón. En especial, trabajaron con células precursoras de adipocitos, y observaron cómo el producto en cuestión afectaba el proceso por el cual las células precursoras se convierten en adipocitos maduros.

“Este trabajo evidencia que, cuando se aprueban estos herbicidas, es necesario analizar las mezclas que se comercializan y no sólo el compuesto puro, porque esos componentes pueden favorecer el efecto tóxico”, señala María del Carmen Vila, investigadora del CONICET en la Facultad de Exactas UBA. Y subraya: “El organismo que autoriza la comercialización de estos productos tendría que analizar las preparaciones comerciales y regular sus componentes”.

Los investigadores trabajaron con una línea celular de ratones, y también extrajeron células precursoras de adipocitos a partir de embriones de ese mamífero. “En los dos sistemas celulares, la mezcla de componentes inhibió el proceso de diferenciación. Identificamos también los genes que se encuentran afectados y vimos que uno de ellos es un gen maestro, que dirige el proceso de transformación a adipocitos”, detalla Vila. Los resultados se publicaron en Comparative Clinical Pathology y en Journal of Biochemical and Molecular Toxicology.

Reservas de energía

El tejido graso constituye la reserva de energía de que disponen los mamíferos. No obstante, diversas investigaciones en los últimos años mostraron que ese tejido, además, genera y secreta proteínas que tienen importancia en la regulación de la ingesta de alimentos y en la disponibilidad de las grasas en el organismo. Es decir, las células adiposas producen sustancias que pueden favorecer o bloquear la ingesta de alimentos y regular el procesamiento de los lípidos.

Si bien acumular un exceso de adipocitos lleva a la obesidad, el tejido adiposo cumple un rol fisiológico fundamental. De hecho, el estudio de los compuestos que segrega este tejido es importante en la prevención de patologías como el síndrome metabólico y la diabetes.

Los adipocitos se forman a partir de la diferenciación de unas células precursoras. Ese proceso está regulado por sustancias que funcionan como inductoras. Para averiguar los efectos de los herbicidas en esas células, los investigadores provocaron su diferenciación con la ayuda de un cóctel de tres sustancias: insulina; dexametasona –un glucocorticoide sintético–, y un tercer compuesto que aumenta los niveles de AMP cíclico, una molécula que tiene un rol relevante en la regulación de la producción de energía en la célula.

Una vez activada la diferenciación, los investigadores agregaron ya sea el glifosato puro o la mezcla comercial. Y observaron que esta última inhibe la diferenciación de las células precursoras.

Aprobación de pesticidas

Actualmente, en Europa se está discutiendo si aceptar o rechazar el uso de glifosato. Por otro lado, están apareciendo informes que muestran la presencia de ese compuesto tóxico en alimentos, por ejemplo, en cervezas producidas en Alemania. Asimismo, Taiwan acaba de rechazar un envío de avena Quaker de los Estados Unidos por contener glifosato.

Vila comenta que, en general, hay cierta facilidad para la aprobación del uso de plaguicidas. Por otra parte, la historia muestra que mucho de lo que se había aprobado, luego se debió retirar del mercado, como por ejemplo el DDT, el gamexane y el pentaclorofenol, debido a sus efectos sobre los ecosistemas, además de afectar a los seres humanos. “En el largo plazo se retiraron del mercado porque previamente no se hizo una evaluación exhaustiva”, destaca la investigadora.

Asimetría de la información

Lo cierto es que se desconocen los componentes que acompañan al glifosato en las formulaciones comerciales. Y ello se debe a la confidencialidad de las patentes. “En general se aprueba el principio activo, y se deja que salga al mercado la preparación comercial”, comenta Vila, y advierte: “Habría que regular y analizar la presencia de los adyuvantes; las políticas públicas tendrían que imponerse sobre las políticas comerciales e industriales, y se debería exigir que se informe sobre el contenido de una patente, y que se detallen los componentes que cada compañía utiliza”.

Lo que sucede es que en la economía de mercado hay restricciones que son difíciles de superar. “Es lo que los economistas denominan asimetría en la información: el que vende sabe lo que vende, pero el que compra no sabe lo que compra”, define Vila.

Una posibilidad para reparar en parte esta asimetría es el etiquetado de los productos alimenticios que estén basados en cultivos genéticamente modificados. Pero la industria se opone a que esa información figure en una etiqueta. Por otro lado, hay industrias que tratan de informar en la etiqueta la ausencia de productos genéticamente modificados. “Eso puede llevar a que esos productos tengan un costo más alto que los vuelva inaccesibles para una parte importante de la sociedad”, comenta.

Lo cierto es que las agencias ambientales y de salud y las empresas de plaguicidas, evalúan los efectos a largo plazo sobre los seres vivos sólo del principio activo, y no de la formulación completa. Las investigaciones muestran que ese camino no es el adecuado.