Debate

Energía nuclear, Fukushima ¿y después?

En una charla que tuvo lugar en el Pabellón I, un investigador y un periodista científico sostuvieron una férrea defensa de las centrales atómicas como una opción viable y segura para la producción de energía y reafirmaron la necesidad de que nuestro país avance en un desarrollo autónomo en la materia. Adelantaron que Argentina está en condiciones de iniciar la construcción de su primer reactor de diseño nacional.

16 Jun 2011 POR

El grave incidente nuclear de la central de Fukushima provocado por la combinación de dos tremendas catástrofes naturales, primero un terremoto y luego un tsunami, dejó marcadas en las retinas de millones de personas a lo largo del planeta, imágenes que no se olvidarán con facilidad: nubes de vapor, explosiones cinematográficas y el heroísmo de muchos de sus operarios que pusieron en juego sus vidas para evitar que se produjera una desastre atómico.

De allí que, desde sectores que representan distintos intereses, se señale que esta crisis constituye un punto de inflexión que podría sellar, en todo el mundo, el futuro de la energía atómica. En este sentido, por ejemplo, el diario alemán Der Spiegel tituló: “Fukushima, 12 de marzo de 2011: El fin de la era nuclear”.

Esta controversia global fue el disparador para que la AGD-Exactas organizara una charla para debatir distintos aspectos relacionados con la energía atómica, entre ellos, la seguridad de las centrales, su rol en la matriz energética nacional y cuál es el futuro de esa actividad en la Argentina. Participaron del encuentro: Rodolfo Kempf, físico de Exactas, investigador de la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica), delegado de la junta interna ATE-CNEA, y Daniel Arias, periodista científico, premio Konex 2007. A continuación, una síntesis de sus intervenciones.

Un reactor patas arriba

En primer lugar, los disertantes se refirieron a las causas que provocaron el grave incidente en Japón. En términos generales, ambos coincidieron en que se trataba de una central que presentaba graves fallas de diseño que fueron puestas en evidencia a partir de que se produjera un violento terremoto seguido por un tsunami de enorme magnitud.

Con el objetivo de que la explicación fuera lo más clara posible, Arias fue reproduciendo la cadena de acontecimientos. Relató que el sismo provocó que se activaran correctamente los sistemas de seguridad. Cayeron entonces las barras absorbentes neutrónicas y se detuvo la reacción nuclear. “Quedó, sin embargo, un calor infernal que era necesario evacuar”. Para eso es necesario hacer circular agua fría que es impulsada por bombas que funcionan con electricidad de red. Pero el terremoto dejó fuera de servicio el sistema eléctrico. “No importa, hay generadores diesel. ¿Adónde estaban situados? En el subsuelo. Cuando llega la ola, salta el murallón perimetral, inunda el sótano y adiós generadores”. Todavía quedaban las baterías, pero sólo duraron unas horas.

Otro problema grave ocurrió con el piletón utilizado para enfriar los combustibles quemados, que están calientes desde el punto de vista tanto térmico como radiactivo. Se trata simplemente de una pileta en la que se hace circular agua fría. Si esta circulación se interrumpe van a recalentarse y a empezar los problemas. “¿Adónde estaba ubicado el piletón en esta central? –se preguntó Kempf–. En la azotea. En el lugar adonde hay que llevar el agua con bombas contra gradiente a treinta o cuarenta metros de altura. Al cortarse la electricidad se hizo imposible llevar el agua”. Y agrega, “además, durante un sismo la parte más alta del edificio será la más sacudida y la que genera el mayor riesgo de que la pileta se raje”.

Ahora bien, ¿Cómo puede ser que el país en el cual se inventó la palabra tsunami construya una central en la costa y ubique el sistema de respaldo eléctrico en el lugar más inundable de la planta? “Porque TEPCO, la empresa operadora de la central de Fukushima, le compró el diseño a los estadounidenses tal como ellos lo habían elaborado, con los generadores diesel abajo y los piletones arriba. No lo modificaron para adaptarlo a una zona sísmica con peligro de tsunamis”, sostuvo Arias. En ese mismo sentido Kempf añadió, “por este tipo de problemas, entre otras cosas, nosotros rechazamos que las centrales atómicas puedan ser manejadas por operadores técnicos privados cuyo objetivo central es la búsqueda de ganancias. Eso puede derivar en la búsqueda de ahorros a costa de la seguridad de las plantas”.

¿Argentina nuclear?

A la hora de preguntarse si en nuestro país se podía producir un incidente parecido al de Japón, Arias recordó que en la década del 60 los estadounidenses le ofrecieron un modelo similar a la CNEA que lo desechó a carpeta cerrada. Primero porque la CNEA no quería ningún reactor que usara como combustible uranio enriquecido dado que Argentina, en ese entonces, no estaba en condiciones de producirlo. Además, como el objetivo de la CNEA era copiar, mejorar y construir sus propios reactores, quería evitar que sus proveedores tuvieran como mecanismo de presión cortar el suministro de combustible. De allí que se buscara un reactor de uranio natural. Segundo, porque la CNEA no lo consideraba como un buen reactor.

Finalmente, Argentina le compró Atucha I a los alemanes. “No pudimos construirlo nosotros pero compramos lo mejor que había en el mercado y tuvieron que aceptar, además, que la CONEA les impusiera cambios en el diseño”, aseguró Arias.

Actualmente se encuentran en funcionamiento en nuestro país dos centrales nucleares: Atucha I, en la provincia de Buenos Aires, y Embalse, que fue adquirida a los canadienses, en Córdoba. Asimismo, entre este año y el próximo, se pondrá en marcha Atucha II, que está siendo finalizada por técnicos argentinos.

Un tema clave que se está debatiendo en este momento es la posibilidad de que la Argentina adquiera una cuarta central atómica, llave en mano, a algún país fabricante que podría ser Rusia, Francia o Canadá, entre otros. La iniciativa se debe a la acuciante necesidad de aumentar el potencial energético del país para poder sostener el crecimiento acelerado que la economía viene experimentando en los últimos años.

En relación con este punto, Kempf manifestó su total rechazo a la posibilidad de comprar una nueva planta a otro país y sostuvo la necesidad de copiar la tecnología canadiense utilizada en Embalse para fabricar una central propia. En ese sentido citó como ejemplo el camino recorrido por la India. “Ese país tuvo una idea de avanzada cuando elaboró su plan nuclear en 1972 basado en comprar para copiar. También lo hizo Corea. Ambos países primero compraron, luego copiaron y desarrollaron su propia tecnología. India es actualmente una potencia nuclear. En noviembre de 2010 comenzó a construir una central grande de 700 MW. Y siempre se negó a firmar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares por considerarlo un plan para evitar el desarrollo de tecnología”. Para el físico esa misma idea fue la que animó a la CNEA desde su fundación pero ese sueño quedó trunco porque Argentina nunca pudo avanzar en esa línea. “Tenemos que poder copiar una central y la indicada es Embalse. Tenemos los cuadros técnicos. Argentina está en condiciones de llevarlo adelante”.

Arias, por su parte, se permitió marcar una diferencia con su interlocutor en este aspecto al afirmar que, desde su punto de vista, la compra de la cuarta central ya no se puede frenar. “Ya lo doy por perdido”, dijo. En cambio, el periodista propuso centrar la atención en el único proyecto de reactor íntegramente diseñado en nuestro país: el CAREM. Se trata de un reactor de baja potencia cuyo primer prototipo sería de 25MW, pero los siguientes podrían alcanzar los 300 MW. Es un dispositivo de cuarta generación, inherentemente seguro y de características relativamente sencillas en cuanto a su construcción y operación, muy útiles para cubrir una amplia gama de necesidades propias de los países periféricos. Por ejemplo: proveer el suministro eléctrico a ciudades aisladas, a polos industriales con alto consumo de energía en zonas alejadas o para desalinización de aguas.

“Yo vengo defendiendo este proyecto desde que surgió, a fines de los 80. ¿Por qué? Porque lo podemos financiar y fabricar casi integralmente nosotros. Solamente tendríamos que comprar el recipiente de presión que puede ser producido por Brasil. Además lo podemos exportar a 20 o 30 países. “, se entusiasmó Arias. También se manifestó confiado en que la iniciativa finalmente se empiece a concretar en un plazo breve. “En 2006 había cinco personas trabajando en esta iniciativa, hoy hay alrededor de cien. Ya está decidido que el prototipo se va a ubicar al lado de Atucha I y, según me informaron, las primeras coladas de cemento de la obra se tirarían este año. También podría haber un segundo CAREM de mayor potencia, unos 150 MW, que se construiría en Formosa”.

Sin embargo, el periodista alertó que si la Argentina finalmente inicia la construcción de un reactor propio se desatará una feroz campaña en su contra. “Los grandes oferentes nucleares del mundo van a intentar frenarlo como sea. Y esas operaciones van a ser encabezadas por las asociaciones multinacionales de ecología. Va a haber mucha oposición interna y externa”, anticipó.

Más alternativas

A la hora de las preguntas, se planteó que uno de los argumentos de los ambientalistas será que Fukushima ya ha probado que la nuclear es una tecnología que fracasó y que Argentina debería poner todo su esfuerzo en avanzar en el campo de las energías renovables. Arias contestó que el problema es que Argentina necesita, para su sistema energético, potencia de base, y que la potencia de base no se puede conseguir a partir de recursos intermitentes como el viento o el sol. De todas maneras aclaró, “me interesa que en el país se desarrolle en eólica o fotovoltaica. Pero me interesa como negocio tecnológico, porque eso implica trabajo para ingenieros, aerodinamistas, expertos en control robusto y mucho empleo de mano de obra calificada”.

A su vez, Kempf reforzó el concepto apuntando que la energía de base sólo se puede lograr con gas o petróleo, que son muy contaminantes y cuyas reservas son cada vez menores, o con el uranio. Y especificó, “hay que pensar que con un kilo de uranio se puede generar una energía equivalente a la obtenida a partir de 100 barriles de petróleo, 20 mil m3 de gas o 35 tn de carbón. Además implica mucha más tecnología asociada, lo que supone un desarrollo más intensivo en conocimientos”. Por todas estas razones propuso que “el uranio debe ser declarado estratégico, debe prohibirse su exportación y sólo debe extraerse para ser utilizado como combustible nuclear”.