
El sabor de un alimento nos advierte si éste puede ser bueno o peligroso para la salud. Por eso, tendemos a aceptar el dulce y a rechazar el agrio y el amargo. En cambio, el gusto salado puede tanto provocar apetito como aversión. Científicos argentinos descubrieron el mecanismo de esta dualidad en las vinchucas. Ahora, buscan utilizar ese conocimiento para desarrollar un repelente.