Campaña antivacunas

Un peligro para todos

Modelos estadísticos demuestran que los grupos antivacunas pueden provocar brotes de enfermedades consideradas controladas, aun cuando reúnan a menos de un cinco por ciento de la comunidad, cifra aceptada por la OMS para alcanzar la inmunidad de una población. Esto se debe a la predisposición a formar agrupamientos entre las personas que comparten creencias y afinidades culturales. La tendencia puede afectar la salud del conjunto de la sociedad.

9 Ago 2017 POR

Foto: Ricardo A./Flickr

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La decisión de no vacunarse, tomada por algunos grupos sociales, puede resultar más peligrosa de lo pensado aun cuando quienes asuman esa conducta no superen el cinco por ciento de la comunidad. Así lo indican modelos científicos simulados en computadoras del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Estos grupos antivacunas, aunque sean minoritarios, pueden afectar la salud del resto.

“En caso de brotes, éstos serían de mayor gravedad por la tendencia a agruparse que tienen las personas  que comparten las mismas opiniones. Esto favorecería el contagio”, subraya Claudio Dorso, profesor de Exactas UBA e investigador del CONICET,  y no oculta su inquietud. “Los resultados de este primer paso de estudio son molestos -evalúa- porque muestran la probabilidad de epidemias mayores a pesar de que el 95 por ciento de la población esté vacunado como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) para alcanzar la inmunidad”. Una campaña del Estado podría mitigar el riesgo, según los mismos cálculos.

Claudio Dorso. Foto: Exactas Comunicación.

El caso de unos pocos individuos no vacunados y diseminados al azar representa un escenario, pero juntos disparan peores escenarios para la salud pública. Más aun cuando la postura de inocular temor a la inmunización gana adeptos, como ocurre en Europa y en Estados Unidos, donde mermó la cantidad de personas que se aplicaron la triple viral contra sarampión, rubeola y paperas. “En lugares donde la situación estaba controlada, ahora se registran brotes. Por ejemplo, en Italia hace dos semanas murió de sarampión una persona de una familia que no estaba vacunada. Es increíble que a esta altura del desarrollo de las vacunas todavía siga sucediendo esto”, remarca Dorso, director del Laboratorio de Física Estadística Computacional, quien llevó adelante el trabajo publicado en Physica A junto con Andrés Medus y en colaboración con Pablo Balenzuela, profesor de Exactas UBA e investigador del CONICET.

Ellos consideran que estos grupos antivacunas diseminan información incorrecta de modo virtual, a través de portales web y redes sociales, e influirían a la hora de tomar decisiones.  En tanto, en relaciones cara a cara, el virus del sarampión es muy contagioso al propagarse por la tos o estornudo, y mata a niños pequeños con mayor frecuencia. De acuerdo con la OMS, en 1980 -antes de generalizarse el uso de vacuna-, esta enfermedad causaba cerca de 2,6 millones de muertes al año en el planeta; y luego de su aplicación, esta cifra descendió a 134.200 en 2015.

En su búsqueda por entender por qué, a pesar de datos contundentes sobre los beneficios de la vacunación, surgen ciertas dudas, Dorso relata: “Descubrí que en 1998, la prestigiosa revista The Lancet publica un estudio del británico Andrew Wakefield en el cual vincula la vacuna triple viral con casos de autismo.  Esto lo toma la prensa sensacionalista y se arma un gran conflicto. Tanto es así que hasta estuvo involucrado el primer ministro inglés, Tony Blair. Después, se descubre que el paper era trucho”.  En 2010, el artículo fue catalogado de fraudulento y retractado por la revista The Lancet. “A pesar de eso, aún se lo sigue citando”, señala Dorso.

El tema no para de resonar y la Argentina no escapa a ello. “En Change.org la plataforma donde se juntan firmas para apoyar peticiones, desde hace dos años hay un proyecto para derogar la actual ley nacional de vacunación obligatoria. Algo parecido salió hace poco de una legisladora del PRO que busca hacerla optativa”, detalla Sebastián Pinto, estudiante de doctorado en Física, bajo la dirección de Dorso y  Balenzuela.

¿Para qué?

“No se puede dejar al libre albedrío la vacunación porque, entre otros motivos, se da un sentimiento de falsa protección, al decir: ‘¿Para qué vacunar a mi hijo si no conozco a nadie enfermo?´ La baja percepción del riesgo de contraer la dolencia se debe justamente al éxito de las vacunas.  Son tan buenas que no se valora su efectividad. Resulta paradojal”, remarca Dorso, desde su laboratorio en Ciudad Universitaria.

Una situación similar a la de un pez, que nada seguro en medio de un cardumen porque está protegido por el resto, es lo que ocurre entre los humanos. “Si uno está en una manada, y todos los demás están vacunados, uno no se enfermará porque no hay de quién contagiarse. Es lo que se conoce como inmunidad del rebaño”, precisa. Parte de esta interpretación es la razón por la cual la OMS recomienda vacunar al 95 por ciento de la población para evitar la probabilidad de un brote. Sus modelos estadísticos, según estudiaron Dorso y su equipo, presuponen el siguiente escenario: los no vacunados, el cinco por ciento restante, están distribuidos de modo tal que la posibilidad de contagiarse entre ellos es muy baja pues están rodeados de gente inmunizada. “Esto -compara Dorso- sería la protección del cardumen o rebaño. ¿Qué la rompería? Si los grupos no vacunados empiezan a juntarse”.

Esta hipótesis fue puesta a prueba en simuladores estadísticos. ¿Qué pasaría si esa minoría, menor al cinco por ciento se mantiene unida? Este modelo asume que dos

Pablo Balenzuela. Foto: Exactas Comunicación.

personas tienen más posibilidades de interactuar si son parecidas culturalmente. Además, esta relación inicialmente afín, refuerza luego aún más las similitudes. “Esos grupos pasan a ser susceptibles cuando se ponen en contacto con un virus. Así pasó en la comunidad amish de Estados Unidos, que no se vacunaba. Uno de ellos se enfermó y propagó la enfermedad. Ahora se registró algo semejante con somalíes en Minnesota”, precisa Dorso.

Por su parte, Pinto acota:  “En Estados Unidos se consideró erradicado el sarampión en el año 2000. A partir de entonces, hubo un montón de brotes aislados debido al agrupamiento de comunidades y a casos importados que diseminaron la dolencia”.

El  equipo liderado por Dorso, en colaboración con Balenzuela, calculó y analizó el escenario de una sociedad con voluntad de inmunizarse, donde conviven también grupos antivacunas, que insisten en no hacerlo “porque tu hijo puede quedar autista”, y un Estado que hace campaña a favor de aplicarse la protección. Además, se consideraron ideas políticas, deportivas u otras, que también dan lugar a intercambios y  agrupamientos. “Estos grupos, que emergen como un resultado dinámico del modelo, son los responsables de la creciente probabilidad de que se produzcan brotes de sarampión, incluso en los escenarios donde se cumple la recomendación de la OMS de cubrir con la vacuna al 95% de la población. Sin embargo, también ilustramos que el efecto mitigador de una campaña de salud pública podría reducir efectivamente el impacto y el tamaño de los brotes”, concluyeron.