En Gran Bretaña, una paciente sufre una infección generalizada y lucha por su vida. En Estados Unidos, especialistas desarrollan una terapia con bacteriófagos -virus que comen bacterias-, modificados genéticamente, en la que participó en su origen una científica argentina. ¿El resultado? Un éxito que abre nuevas perspectivas en tratamientos alternativos contra infecciones cuando los antibióticos no alcanzan.
Mariana Piuri
Un grupo de investigación de Exactas UBA demostró experimentalmente de qué manera las sustancias probióticas podrían atravesar el epitelio intestinal para ejercer su efecto benéfico en nuestro cuerpo. El hallazgo también explicaría cómo actúan las bacterias patógenas en el intestino para provocar enfermedad. El conocimiento adquirido podría ser aprovechado con fines nutricionales y terapéuticos.
Un estudio llevado a cabo por 117 científicos en 65 países, incluida la Argentina, detectó la presencia de crAssphage, un bacteriófago de sorprendente ubicuidad, en los intestinos de un tercio de la humanidad. Hallado también en primates, se cree que es un virus tan antiguo como el linaje humano y que evolucionó junto a él.
Olvidados en Occidente durante décadas, estos virus que atacan bacterias acaparan de nuevo la atención de los científicos, como ocurrió hace un siglo cuando fueron descriptos por primera vez.
En la industria láctea resulta clave el persistente trabajo de ciertas bacterias para la elaboración de quesos y diversos productos fermentados. Sin embargo, ciertos virus, llamados fagos, pueden atacarlas y destruir producciones enteras. Un equipo de investigadores de Exactas estudia la manera de protegerlas y proveer a la industria de cepas resistentes.
Un método en estudio que usa proteínas fluorescentes permitiría ver en pocas horas, a partir de la saliva del paciente, si una persona está infectada por el bacilo de Koch y cuál es la droga más efectiva. El sistema, que requiere aún de numerosas pruebas, promete ser más rápido y económico que el actual.