Las primeras unidades de medida se relacionaban con el cuerpo humano, pero las discrepancias eran enormes. El comercio, la industria y la actividad científica requerían mediciones más precisas de longitud, peso y, sobre todo, tiempo. Hoy casi todos los patrones de medición se independizaron de los objetos físicos, y se basan en constantes fundamentales de la naturaleza. Solo falta el kilogramo patrón, que lo hará a partir de 2018.
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Nexciencia estuvo en el predio de la institución donde los trabajadores vienen realizando una permanencia pacífica como reclamo por los despidos. Dos de los damnificados nos cuentan la importancia de sus investigaciones y de las tareas que ahora se verían truncadas.
Medir las dimensiones del cuerpo humano nos obsesiona desde hace milenios. Al principio, fue una práctica con fines artísticos y arquitectónicos. En el siglo XIX, se usó para identificar criminales. Actualmente, conocer las medidas de la población es una herramienta esencial para la industria de un país y para la salud de sus habitantes. La Argentina inició ese camino.
La explosión de las tecnologías inalámbricas y de la telefonía celular, así como la presencia creciente de ciertos electrodomésticos en el hogar, incrementa paulatinamente nuestra exposición a las radiaciones no ionizantes. Se sabe que éstas aumentan la temperatura del cuerpo, pero la insuficiencia de estudios genera incertidumbres que obligan a una gestión personal del riesgo.
No tiene olor, es insípido e invisible, pero cuando sus componentes microscópicos se esparcen en el ambiente pueden producir enfermedades letales como el cáncer. Se trata del asbesto o amianto, al que están expuestas en el mundo unas 125 millones de personas y mueren por su causa unas 100 mil al año, según datos de la Organización Internacional del Trabajo.