Gerry Garbulsky. Foto: Diana Martínez Llaser
Gerry Garbulsky

Las ideas y las palabras

La posibilidad de desarrollar ideas y comunicarlas en forma contundente es el principal motivo de las charlas TED. Gerry Garbulsky es un físico graduado en Exactas que, después de una exitosa y diversa carrera, encontró en TED su lugar en el mundo. Y es uno de los responsables de haber traído el modelo al Río de la Plata. En esta entrevista, pormenores de una vida llena de cambios pero con una obsesión permanente.

13 Mar 2013 POR
Gerry Garbulsky. Foto: Diana Martínez Llaser

Gerry Garbulsky. Foto: Diana Martínez Llaser

La idea es contar una idea. En 15 minutos, no más. Algo fuerte, que pueda resultar significativo para los cientos que estén sentados en el auditorio y para los miles, millones, que lo vean en la web. Esa idea se llama TED y nació en el gran país del norte, el mismo en que el artista Andy Warhol pensó –allá por los años 70– que en el futuro todos tendríamos 15 minutos de fama. Por la charlas TED pasaron (y pasan, cada año, en cada vez más ciudades del mundo) personas reconocidas y personas anónimas que tenían algo interesante para contar, de acuerdo con el criterio de los organizadores.

En su versión rioplatense, las charlas TED tienen un organizador y referente entusiasta, Gerry Garbulsky. Físico, amante del ajedrez y de la reflexión, Garbulsky habla con serenidad en un bar de Palermo, a metros del Botánico, sin darle ninguna importancia a que el mozo acaba de desparramar su botella de gaseosa sobre la mesa, la silla y el piso. “Soy de acá, me crié en Salguero y Arenales y, cuando pude, volví”, dice, manifestándose como un pibe de barrio. Cuando relata su infancia y adolescencia, el tema de la curiosidad, las preguntas y la puesta en crisis de los saberes se vuelve una constante. “De chico, mis viejos me gastaban porque siempre estaba preguntando por qué. Después, en la primaria, me encantaba la matemática y todo lo que tenía que ver con ciencias y me iba pésimo en historia. Me costaba memorizar fechas, aprenderme cosas que, para relacionarlas entre sí, no encontrara ningún tipo de lógica”, explica. La ciencia parecía lo suyo desde un principio y hasta quizás sea el inventor de algo que podría entenderse como “la rata inversa”: el niño Gerry se colaba a contraturno en el Colegio Nacional de Buenos Aires (él era alumno del Pellegrini) para meterse en el laboratorio de física a medir la velocidad de la luz. “Los otros chicos, seguramente, se estaban preparando para salir a bailar”, piensa en voz alta con cara de comprenderse a sí mismo.

Para profundizar el patrón nerd de su adolescencia, cuenta riéndose que participó de un torneo de ajedrez por correspondencia a los 17 años: “Cada partida duraba máximo tres años. Las cartas tardaban 15 días en ir, 15 días en volver y se jugaban 21 partidas a la vez. Terminé por la mitad de la tabla de mi zona pero, en parte, porque algunos se murieron antes de terminar la partida o no sé que les habrá pasado”. Al recorrer su vida en palabras, Garbulsky mecha el registro humorístico, y hasta confiesa que incursionó abiertamente en el género haciendo stand-up. A propósito,  remarca que “no logró hacer reír ni a sus amigos” pero podríamos predecir que, si le vienen las ganas, lo intentará otra vez, a ver si le sale: su historia de vida (con cuarenta y pico de años) es nutrida en búsquedas, cambios de dirección y persistencia. “Me anoté en la carrera de Biología en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA pero al toque me arrepentí, taché ‘Biología’ y escribí ‘Física’. Y seguí hasta licenciarme”. Una vez recibido, trabajó en el Proyecto Tandar y después en la empresa Siderca. Después de su paso por la industria, se fue al famoso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT de sus siglas en inglés)   para hacer un doctorado en Ciencias de los Materiales, pero no perdió sus múltiples inquietudes.

En los años 90, Garbulsky ya había atravesado una fuerte formación científica y experiencias variadas en ámbitos distintos. Su espíritu inquieto se hace evidente en su biografía pero no se traslada a su modo pausado de hablar. Si quien escribe no hubiera sabido de antemano algunos de los datos de su hoja de vida, el testimonio de Garbulsky lo hubiera sorprendido. A ver si se sorprende el lector: ¿Cómo continúa la historia de un físico exitoso en la investigación, con experiencia en la industria, que está teniendo una sólida carrera académica en el MIT, la Meca de buena parte de la comunidad científica?

– Describime tu salida del ámbito científico.

– Cada vez estaba más profundamente metido en un campo  muy específico y muy especializado y yo soy un bicho más social que eso, a mí me gusta estar con la gente y poder conversar de lo que hago y a veces llegaba a mi casa y me costaba tener conversaciones sobre mi laburo con mi pareja. Le estaba dedicando al trabajo un montón de horas y gran parte de mi energía y eso me empezó a hacer un poco de ruido. Un día, por casualidad, me enteré de la posibilidad de trabajar en consultoría de negocios.

– Un terreno nuevo para vos, nada que ver con la academia, la industria, la ciencia básica, el ajedrez…

– No del todo. Ese tipo de actividad consiste, esencialmente, en trabajar junto con las grandes empresas del mundo tratando de entender cómo hacer para que les vaya mejor. Está bueno porque tiene un montón de los desafíos intelectuales del tipo que a mí me había atraído de la ciencia, quizás no la matemática compleja, la matemática sofisticada que usaba en la física, más bien la forma de pensar los problemas.

– Se podría decir que volviste a la matemática, tu primer amor.

– La matemática es una herramienta que me encanta, me fascina, pero nunca quise ser matemático y dedicarme a resolver ecuaciones, quería usar esa herramienta para lograr cosas concretas.

– ¿Cómo recibe el mundo de los negocios a un físico joven que viene a dar consejos con el delantal recién colgado?

– A ver… El mundo de los negocios, para estos casos, requiere sofisticación intelectual y, en concreto, para poder aconsejar a los gerentes generales de empresas multinacionales hace falta ser un poco desfachatado y entender qué es posible y qué no es posible. Como a mí lo que me interesaba era el vínculo con otras personas y relacionarme, esto estaba bueno porque no solo había un factor humano en la formulación del problema, que no está en la física, si no que, además, para resolverlo necesitás trabajar con gente.

Ante la pregunta de en qué consistía su trabajo como consultor, Garbulsky elige dar un ejemplo de una intervención suya en la industria farmaceútica. La descripción es extensa y detallada pero será necesario reducirla a lo básico para cumplir con la extensión de esta nota. Resulta que una mega empresa, con operaciones en todo el mundo, quería tener una alternativa a su proceso de manufactura para abaratar costos. “Era una empresa que tenía dos mil millones de dólares de inventario en proceso, eso quiere decir que tenía un montón de guita puesta en cosas que se estaban fabricando y no estaban terminadas todavía”, indica el físico. “Se preguntaban si no estaban teniendo de más o de menos en distintas partes del proceso y esa es la pregunta que nos hicieron”.

Para resolverlo, el novato físico devenido consultor armó un modelo de cómo funcionaba la fabricación de los productos. La empresa estaba trabajando, en paralelo, buscando otra respuesta a la pregunta a partir de un sistema tecnológico que les permitía hacer un modelado muy sofisticado y fijar los niveles de inventario óptimo en cada etapa del proceso. Ese proceso iba a tardar varios años y costaba unos cuantos millones de dólares implementarlo. Para elaborar su propuesta, Garbulsky trabajó con algo tan elemental como una planilla de cálculo común y corriente. “Para mí era una pavada porque venía de trabajar con supercomputadoras con un alto nivel de sofisticación y, si bien, nadie entendía al principio qué estaba haciendo, ese me parecía el mejor camino”, dice sin poder ocultar algo de su orgullo, comprensible cuando cuenta el final del asunto. Después de solo tres meses de trabajo, les mostró a los gerentes y sus especialistas cómo podían bajar de dos mil millones de dólares a mil doscientos y ahorrar así 800 millones. Y hay anécdota para el final. A diez años de haber dejado ese proyecto, ya viviendo en Argentina de nuevo, un día sonó su teléfono. “Soy fulano, me dijo un tipo, estoy trabajando en la empresa, acabo de entrar y encontré una planilla con su nombre”, cuenta. “Me contó que la planilla que yo había diseñado la seguían usando para fijar los inventarios en toda la red global de manufactura”, dice con gesto sostenido de asombro. En seguida se interrumpe a sí mismo, quizás con cierto pudor. “No siempre me fue tan bien”, aclara.

Sin prisa pero con estusiamo, Garbulsky vuelve al tema de las ideas. Entiende que su intervención en la empresa farmaceútica “es un ejemplo de cómo con pocos conocimientos de negocios uno aterriza viniendo de una trayectoria muy distinta pero con un modelado cuantitativo y con una lógica implacable de cómo funcionan las cosas y puede agregar valor a las cosas que otros no estaban viendo”. Garbulsky habla acerca de su formación científica, por cierto.

– Para tu caso, ¿cómo definirías el proceso por el cual elaborás tus ideas?

– Yo creo que el orden del camino de mi formación fue crítico. El haber empezado como científico me dio las herramientas para aprender otras cosas de una manera distinta. Siento que la rigurosidad, la capacidad analítica, la capacidad de modelar y poder tener una mente crítica, un pensamiento crítico, evitar el pensamiento mágico, todo eso es algo que es claramente algo central en mi formación, en quien soy, me define y me permitió hacer cosas en otras áreas que quizás gente que venía sin este tipo de formación no hubiese podido. Yo debo tener otros lados flacos pero ese es mi aporte especial.

– ¿Con qué otros conocimientos y experiencias combinaste tu formación?

– Podría decirte que la cosa se puso interesante cuando me metí en temas que tenían que ver más con el factor humano. De a poco me di cuenta de que la papa está en entender qué va a hacer que la gente se comporte de una manera o de otra. Logré construir una intuición para eso, sigo sin tener las ecuaciones de cómo se hace pero gané olfato. Aprendí que a mí, como persona, me enriquece conocer distintos mundos. El de la ciencia es un mundo pero no es el único, cuando entré a física para mí ese era todo el mundo y yo era científico a morir. Para mí la importancia era el contenido, cómo lo comunicás era algo irrelevante y no le daba valor. Ahora me estoy dando cuenta de lo valioso que es.

Entonces, estábamos en que Gerry Garbulsky se había posicionado en una consultora internacional y, puede suponerse que, como se dice al sur del Río Bravo, tenía la vaca atada. Bueno, esa historia ya terminó. En palabras de Gerry: “Dejé de trabajar en cuestiones de negocios hace cuatro años. Aprendía un montón en el mundo corporativo, lo que hacía tenía impacto, trabajaba con gente súper inteligente, intervenía en cuestiones que al día siguiente ocurrían, cosa que en la ciencia es más remoto. Lo que empezó a hacerme ruido fue que el objetivo principal era hacer guita, para decirlo en criollo. Es algo con lo que, a priori, no tengo problemas pero no quería dedicarle mi vida a eso. En aquel momento era mi crisis de los 40 y me decía: cuando llegue a los 50 ó 60 y mire para atrás, ¿voy a estar orgulloso de aquello a lo que dediqué mi vida? Empecé a sospechar que quizás no”.

Según recrea con más de un ejemplo, la vida de consultor top era muy exigente con sus tiempos y condicionaba su calidad de vida. Se la pasaba arriba de los aviones. Incluso considera que batió todo un récord al respecto; afirma ser la persona que, como pasajero, cruzó más veces la cordillera de los Andes en un año: fue en 2004 y lo hizo en 142 oportunidades. Casi como podría ocurrir en una película interpretada por Adam Sandler, un día su hijo le explicó algo a su maestra de sala de cinco: “Lo que pasa es que mi papá vive en Chile”. Claro que no es tan abrupto el corte pero, resumiendo, decidió tomarse un año sabático.

– Y acá llegamos plenamente a las TED.

– En mi año sabático conocí muchas cosas y me fui enamorando de ellas, entre ellas, TED. Después volví del sabático, trabajé un poquito más y renuncié para dedicarme a full a la revista Oblogo, colaboré con el programa de Adrián Paenza y con sus libros de matemática, empecé a hacer radio. Descubrí otros mundos y me encontré con la importancia de poder contar las cosas bien.

– ¿Qué es TED? Decímelo vos.

– Es la movida de las ideas para tratar de cambiar el mundo desde otro lado.

– Puede verse como el resumen de cosas que parecen siempre rondar tu discurso: las ideas y la posibilidad de comunicarlas.

– Claro, me fascinó esa posibilidad de comunicar en poco tiempo una idea potente de forma tal que tenga algo de impacto en la gente que la escucha. Efectivamente, creo que TED es la conjunción perfeccionada del contenido con la manera en la que uno lo comunica. Con Adrián, entre otros, empezamos a pensar en cómo aprovechar esa plataforma para hacer algo que esté bueno en nuestro país.

– Y te metiste de cabeza.

– En los últimos cuatro años le dediqué más de la mitad de mi vida a TED, lo hago con pasión y trato de contagiarla. TED no es algo muy conocido todavía, yo estoy con un grupo grande de gente tratando de que sí lo sea, pero le falta un montón.

– ¿Qué fibra interna te toca TED?

– Veo que muchos de los oradores que invitamos, y que ayudamos a que preparen las charlas, son personas a las que no conoce nadie y que están haciendo un laburo espectacular y tienen historias increíbles para contar. Creo que en nuestro país no hay mucha gente pública a la cual admirar, de la cual inspirarnos. Muchos de nuestros ídolos son gente a la cual no debiéramos parecernos o no querríamos parecernos, entonces, de alguna manera, TED puede ayudar a que aquella gente destacable tenga voz.

– Cuando uno se pone viejo, empieza a advertir que la experiencia parece ser intransferible. ¿Vos considerás que sirven los modelos para cambiar la realidad de la gente?

– Creo que nuestra sociedad sería mejor si tuviéramos gente en la cual inspirarnos, con la cual aprender, que nos ayuden a soñar con nuestro propio futuro.

– A partir de ese concepto, ¿TED no estaría compitiendo, por ejemplo, con los programas de entretenimiento de la tele en lo relativo a la instalación de personas como referentes? ¿No está el riesgo de crear “personajes”?

– No, yo no digo de reemplazar esas cosas, si eso a la gente le gusta está bueno que esté por más que a mí no me guste. Es interesante, si a la gente le preguntás si mira a Tinelli, muchos dicen que no pero no me dan las cuentas. No lo veo como competencia, lo veo como algo que tenemos que complementar, creo que de a poquito con el laburo que empezaron a hacer Adrián Paenza y Diego Golombek en la tele, y otros muchos más, eso está cambiando. Pensá que ahora tenemos, junto a Santiago Bilinkis, un espacio semanal en el programa “Basta de todo”, que es el más escuchado de FM por la tarde.

Eso hace diez años era inconcebible. Veo un pequeño cambio positivo que apunta a que haya otros temas en danza en la mesa de todos los días. De mi lado, quiero complementar, quiero aportar algo que siento que hoy no está.

– ¿Me podés dar un ejemplo de charla TED que cumpla con los propósitos que te inspiran a mover todo esto?

– Hay una de las charlas que es de la pediatra Magdalena Goyheneix, que trabaja con la ONG Médicos Sin Fronteras y en su charla cuenta su experiencia en África y en Chad tratando de paliar el hambre en los chicos menores de cinco años. Cuenta historias increíbles, es una charla que dura menos de once minutos y durante ese tiempo te reís, llorás, te emocionás, te replanteas qué estás haciendo con tu vida y qué no. La vieron unos cientos de personas en vivo, pero su charla en internet fue vista unas 200.000 veces. Lo que le decimos es que, de alguna manera, ella ya llenó cinco veces la cancha de River, no alcanzó a Roger Waters todavía, que llenó nueve estadios, pero va en camino. Eso me hace sentir que estamos en la dirección correcta.

 

Con la idea fija

Gerry Garbulsky espera mucho de TED en un futuro próximo; considera que puede tener un fuerte impacto en la educación. “Se enganchan muchos chicos de cuarto o quinto año del secundario, justo en esa época en que están abriéndose al mundo y definiendo su futuro y sus valores. También hay muchos profesores que trabajan con charlas TED  en el aula”, se entusiama. Y a Garbulsky TED le despertó… ¡Una idea! La cuenta él: “Estamos haciendo un experimento junto con Melina Furman, que también es egresada de Exactas de la UBA. Se llama El mundo de las ideas, es un emprendimiento sin fines de lucro inspirado en TED. Lo que va a marcar los grandes cambios no es tanto profundizar muchísimo en una sola cosa sino la búsqueda de interfaces, los lugares no explorados de las distintas disciplinas. Si TED hace todo eso, ¿por qué no nos inspiramos en eso para construir un formato educativo distinto? Y eso es lo que llamamos El mundo de las ideas. El proyecto es una especie de TED potenciado, dura cinco meses y consiste en una reunión semanal de la que participa gente de lo más diversa en algo así como un curso. Todos aportan su experiencia, cuentan proyectos y, además, reciben visitas de personalidades que aportan lo suyo. “En El mundo de las ideas conviven científicos, tecnólogos, artistas, emprendedores, futbolistas, de todo. Se desarrollan y potencian las ideas y se promueve la inspiración. En su primera edición, el círculo cerró con un evento que se llamó TEDxAvenida Corrientes, donde los oradores fueron los participantes del curso”, destaca Garbulsky y cierra con una promesa: “El próximo, que arranca en marzo de 2013, vendrá recargado”.

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