Un estudio científico analizó el desplazamiento de los transeúntes en condiciones de baja densidad de personas y mostró que, ante la posibilidad de chocar contra otro ser humano, preferimos cambiar de dirección antes que frenar y ceder el paso. También se determinaron las distancias mínimas a las cuales las personas se eluden. El trabajo aporta al diseño de espacios de tránsito.
Gabriel Stekolschik GSTEKOL@DE.FCEN.UBA.AR
Bioquímico y Master en Comunicación Científica. Integrante del Centro de Divulgación Científica (Exactas-UBA).
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Podría ser casualidad. Pero, desde que la eliminatoria sudamericana se juega “todos contra todos”, nunca hubo tanta “pelea” por los puestos clasificatorios transcurrida la mitad del torneo. El fixture actual –creado por científicos de Argentina y Chile- podría ser el responsable. Fue aprobado por unanimidad por los diez países que compiten y pone fin a veinte años de conflicto.
La Academia Sueca distinguió al francés Jean Pierre Sauvage, al escocés James Fraser Stoddart y al holandés Bernard Feringa por diseñar moléculas cuyos movimientos pueden ser controlados de tal manera que, cuando se les proporciona energía, pueden llevar a cabo tareas específicas.
El Aedes aegypti, transmisor de los virus del dengue, zika y chikunguña, se estaría adaptando al invierno porteño. Un estudio efectuado por investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA demostró que, durante la estación fría, casi la mitad de los huevos del mosquito puede eclosionar y producir larvas que pueden soportar las condiciones invernales y alcanzar el estado adulto.
Científicos de Exactas UBA demostraron que una proteína que está presente en la superficie de algunas bacterias tiene propiedades antibióticas particulares. Probaron que este “enzibiótico” natural es efectivo contra microorganismos que provocan enfermedades humanas frecuentes. También postularon probables mecanismos de acción de esta sustancia.
La ingesta de grasas durante la juventud podría predisponer a sufrir enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer. Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA demostraron que, en ratones de pocos meses de vida, un ligero aumento de lípidos en su dieta provoca desórdenes metabólicos, problemas en el aprendizaje, ansiedad, depresión y señales de envejecimiento en el cerebro. Y todo eso sin aumentar de peso.