El calcio es un mensajero universal que produce señales para activar o desactivar numerosos procesos metabólicos en los organismos vivos. Su liberación en la célula está estimulada por otro compuesto, el IP3. Una investigación reciente echa luz sobre la forma en que estos dos mensajeros se difunden en las células.
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Empezó como una propuesta de tesis, siguió con la búsqueda de la rana Hypsiboas punctatus en los arroyos para estudiarla en el laboratorio y culminó con la convocatoria a cada vez más especialistas para dar respuesta al curioso caso de fluorescencia. Todos los detalles de una investigación de seis años que dio la vuelta al mundo y que fue posible a partir de la interdisciplina y la tradición científica.
Un compuesto obtenido a partir de las algas rojas no sólo presenta actividad contra el virus herpes, sino que, a través del tratamiento prolongado no genera resistencia y, además, atenúa su virulencia. Dado que el herpes puede mantenerse latente en el organismo durante toda la vida, los investigadores se preguntan si los virus pudieron tener algún rol en la evolución.
Combinando diferentes materiales en la escala nano se logró diseñar una estructura que no sólo permite detectar la presencia de una molécula sino también, como si fuera una lupa, amplificar esa señal, lo que puede habilitar la detección de cantidades mínimas de un compuesto. El dispositivo podría funcionar como un detector ultrasensible de contaminantes o sustancias tóxicas.
El bioquímico Gabriel Rabinovich, investigador del CONICET y profesor de Exactas UBA, ingresó formalmente a la Academia Nacional de Ciencia de los Estados Unidos en una ceremonia que se llevó a cabo el sábado pasado en la ciudad de Washington. Acompañado por colegas y familiares, firmó el tradicional libro Abraham Lincoln y se sumó a los seis científicos argentinos miembros de la institución científica más importante del mundo.
Lo inesperado juega un rol fundamental a la hora de aprender algo nuevo o de consolidar un recuerdo. Un error de predicción puede “abrirnos la cabeza” y modificar nuestras memorias. Un equipo interdisciplinario de investigadores apunta a aprovechar ese conocimiento para tratar trastornos de ansiedad y, también, el deterioro cognitivo leve, que puede llevar al Alzheimer.