Clima y producción regional

Vino por el cambio

El cambio climático está alterando los procesos productivos de la industria vitivinícola en Argentina. Los aumentos de temperatura media que vienen ocurriendo durante los últimos años indican que algunas áreas de producción de determinadas variedades de vid se desplazarían en latitud, hacia el norte de la Patagonia, y en altitud, a la provincia de Salta.

26 Abr 2017 POR
Los especialistas remarcan la importancia de la temperatura, que tiene un rol más directo en el ciclo anual de la vid, mientras que las precipitaciones terminan influyendo de manera más indirecta. Foto: SanchoPanzaXXI/Wikipedia

Los especialistas remarcan la importancia de la temperatura, que tiene un rol más directo en el ciclo anual de la vid, mientras que las precipitaciones terminan influyendo de manera más indirecta. Foto: SanchoPanzaXXI/Wikipedia

La región vitivinícola de Cuyo es considerada a nivel nacional una de las zonas más relevantes para la producción de vino. Su clima y tipo de suelo propician condiciones para llevar adelante una de las principales industrias de la región. En sintonía con la capacidad de elaboración, la producción de vino durante los últimos veinte años viene desarrollando algunas variaciones asociadas al proceso de cambio climático. En efecto, actualmente existe un corrimiento de las zonas de cultivo hacia Salta y el norte de la Patagonia, lo que favorecería la creación de nuevos espacios para el desarrollo de viñedos, según las conclusiones de un equipo de investigadores de UBA – CONICET que estudian el impacto del cambio climático en la industria del vino en nuestro país.

“Con el avance del cambio climático está aumentando la temperatura a valores que propiciarían el cultivo de vid en zonas donde antes no era posible”, comenta la física especialista en clima Fernanda Cabré. Según estadísticas del Instituto Nacional de Vitivinicultura, existen datos de producción de uva para vinificar en Mendoza y San Juan desde 1937, mientras que para Salta los datos recién se registran desde comienzos de 1990. El aumento de temperatura ha permitido, por ejemplo, que en la zona de los Valles Calchaquíes se cultive en laderas de montañas. Con una industria más joven en materia de vino en relación con Mendoza, en Salta se logró que se implanten una serie de variedades de uvas blancas, como Moscatel de Alejandría y Chardonnay, o de uvas tintas como Malbec, Bonarda, Cabernet-Sauvignon, entre otras.

Haciendo especial énfasis en la vitivinicultura, el análisis de registros históricos de productividad y clima muestra que las zonas óptimas para el crecimiento de la vid pueden variar en relación con los cambios de clima. Las características del vino se ven condicionadas por el clima y por el tipo de suelo en los que la vid es cultivada, estos resultan factores determinantes en las características de las uvas, imprimiendo diferencias de calidad con los viñedos del resto del mundo.

Los especialistas remarcan la importancia de la temperatura, que tiene un rol más directo en el ciclo anual de la vid, mientras que las precipitaciones terminan influyendo de manera más indirecta. “La temperatura lo que hace es acelerar el funcionamiento del metabolismo de la planta, alterando procesos de maduración y floración, entre otros, mientras que la precipitación tiene más relación con la calidad de la uva, su tamaño, color y otras características del fruto”, indica Cabré.

Experimentando en el país

En los últimos 30 años se vienen desarrollando algunos ensayos en viñedos en Salta, que indican que el factor de la altura permitiría incrementar el desarrollo de la vitivinicultura en esa región. En Cafayate, los 1700 metros sobre el nivel del mar permiten ampliar y hacer crecer una industria que se viene insertando en el mercado internacional junto a los grandes viñedos de Argentina, gracias al clima de la zona con días cálidos y noches frescas.

“Los nuevos viñedos, ubicados en zonas que no son las habituales, imponen nuevos desafíos ya que van evaluando lentamente su rentabilidad, porque no es fácil instalarse y ver resultados rápidamente”, afirma Cabré. La investigadora reconoce que aunque haya estudios sobre producciones agrícolas, aún queda un largo camino por recorrer para seducir a los productores y tomadores de decisiones.

Además del caso de Cafayate, otra zona en la que se está produciendo una serie de viñedos experimentales es en Viedma y en el Alto Valle, en la provincia de Río Negro. En el valle de Viedma existe una serie de características agroecológicas aptas para el cultivo de la vid, pese a su latitud y su cercanía con el mar, la región posee un régimen térmico con otoños suaves, lo que permite una maduración adecuada a la uva. Pero, según analiza Fernanda Cabré, en la capital rionegrina juega un papel preponderante un factor que no tiene influencia en Cuyo: el viento. “Los cambios en las temperaturas favorecen la creación de viñedos en la zona atlántica del sur argentino y en particular el viento es un factor que influye en la misma, imprimiendo características propias de las región atlántica”, estima.

Estudios con sabor a tinto

El trabajo específico de Cabré está asociado al estudio de cómo la temperatura y la precipitación, junto con sus cambios, afectan el ciclo de vida de la vid y la uva obtenida, a través de estudios de zonificación. Estos trabajos consisten en la aplicación de índices bioclimáticos para determinar qué regiones son aptas para el cultivo de la vid.

Para los estudios se utilizaron observaciones históricas de 20 años aproximadamente, y se analizó la relación entre la producción de Malbec en Cuyo –por ser la variedad emblemática del país-, la precipitación acumulada y la temperatura durante la estación de crecimiento de la planta, definida desde septiembre a abril inclusive, dando resultados alentadores.

Argentina posee un lugar de privilegio en el contexto vitivinícola mundial. Se posiciona como un exportador competitivo en países con tradición en vino como Francia, Italia y España. La industria vitivinícola en Argentina no corre peligro, pero con los cambios en el clima que se vienen dando, es necesario estar más atentos para mantener los altos niveles de calidad vitivinícola. “Aunque signifique una inversión importante instalarse en zonas actualmente experimentales, todo este conocimiento puede ser aprovechado económicamente mucho más, ya que puede significar un gran aporte en la industria vitivinícola, principalmente pensando en un contexto de cambio climático”, finaliza Cabré.