Cada año, a mediados de octubre, se produce un encuentro esperado en la provincia de Buenos Aires. El biólogo Diego Tuero espera el regreso de unas aves migratorias muy particulares, que viajan unos 4.500 kilómetros desde el norte de Sudamérica. Un vuelo extenso, extenuante, que deja a la mitad en el camino. Quizás, lo curioso sea que algunas lo completen. Es que, en teoría, la forma de su cuerpo les debería jugar en contra.
Diego Tuero
Por primera vez en Sudamérica, la mirada científica sigue de cerca distintas poblaciones de un ave que puede recorrer 4.500 kilómetros de distancia para hacer su nido y reproducirse en primavera. Y, luego, otros tantos kilómetros para volver a su sitio de partida, a pasar el invierno. Casi la mitad de las tijeretas que se lanzan a este viaje, mueren en el intento. Detalles de esta migración que busca ser reconstruida por investigadores de la Argentina, Brasil y Estados Unidos.
Distintas especies de aves poseen colas muy largas y vistosas. El investigador Diego Tuero encabeza un equipo de trabajo en el que intentan discernir las razones por las cuales esos pájaros desarrollaron esta característica, qué beneficios obtienen de ella y, también, si esas colas les traen aparejado algún tipo de perjuicio.
Todos algunos vez nos topamos con especies que vienen al país tras volar miles y miles de kilómetros. Son las aves migratorias. En el mundo, cada año 50 mil millones de individuos emprenden sus viajes con variados destinos y los científicos las siguen de cerca con ayuda de diferentes tecnologías.
Cuando estas aves migratorias fueron puestas bajo investigación surgió algo inesperado: sólo el 5 por ciento habían sido infieles. En términos biológicos, a esta característica se la denomina monogamia genética. En contra de lo supuesto, el tamaño de la cola no parece incidir en la reproducción.