El canadiense James Peebles y los suizos Michel Mayor y Didier Queloz fueron galardonados por la Academia Sueca por sus contribuciones a “responder preguntas fundamentales de nuestra existencia”.
Esteban Calzetta
A las 11.53 del 14 de septiembre de 2015 la pantalla del físico de guardia Marco Drago, en el Instituto Max Planck (Hannover, Alemania), le indicaba la entrada de un correo automático desde los sensores del complejo experimental LIGO (Estados Unidos). ¿Su contenido?, los datos de una colosal evidencia empírica esperada por casi veinticinco años y predicha por Einstein casi un siglo antes. El regalo perfecto para el cumpleaños número cien de la Teoría General de la Relatividad.
En algún pasillo de alguna Facultad de Bioquímica de alguna universidad resuena irónica la pregunta: “¿Ahora los físicos también creen que pueden explicar la vida?” ¿El motivo? La noticia de que un joven investigador se adjudica el descubrimiento de “una nueva teoría sobre el origen de la vida” basada en la famosa ley física de la entropía. Sin embargo, las ideas sobre la relación entre la vida y las leyes fundamentales de la física tienen varias décadas de discusión. Aquí la historia.
Esteban Calzetta y su grupo de investigación describen, mediante modelos matemáticos, procesos físicos tales como los momentos iniciales de la evolución del Universo, colisiones de iones pesados a altas energías, gases atómicos ultrafríos y fluidos en régimen turbulento. Quieren saber qué tienen en común estos problemas tan diversos.