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Energía eólica bajo la lupa

Disminuye el viento en la Patagonia

Aparentemente en las zonas de latitudes medias de ambos hemisferios se viene registrando un descenso en la velocidad del viento medio en los últimos tiempos, a razón de medio metro por segundo cada diez años. El sur argentino no escapa a esta tendencia. Se espera lograr pronosticar la situación para el mejor uso de la energía eólica.

16 Ago 2013 POR
Campo eólico. Foto: sitomon/wilipedia

Ni los vientos muy fuertes, ni los muy calmos son útiles para poner en movimiento los molinos que sirven para generar electricidad. Foto: sitomon/wilipedia

 

Entrevista a Bibiana Cerne

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“Muy a pesar de lo que todos pensábamos, el viento medio en la Patagonia está disminuyendo. No sólo acá, en la Argentina, aparentemente en todas las zonas de latitudes medias del mundo, la velocidad del viento está descendiendo en los últimos 20 años”, señala Bibiana Cerne desde el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.

Enfocar las investigaciones sobre las variaciones del viento a largo plazo resulta un hecho novedoso. “En general no se lo estudia. Se empezó a hacerlo a partir del interés por la energía eólica”, destaca Cerne, quien trabaja en un proyecto interdisciplinario con la Facultad de Ingeniería de la UBA con el objetivo de conocer sus modificaciones y desarrollar un pronóstico sobre esta cuestión para ese sector energético.

Ni los vientos muy fuertes, ni los muy calmos son útiles para poner en movimiento los molinos que servirán para generar electricidad, sino que el más conveniente  para producir energía eólica se ubica entre los 3 y 24 metros por segundo aproximadamente. “En un promedio de intensidad del viento de unos 8 metros por segundo, que disminuya medio metro por segundo cada diez años es bastante”, enfatiza la especialista. Ese descenso fue el registrado en distintos lugares del mundo como Estados Unidos, Canadá y Australia, según precisó.

¿Qué le pasa al viento que ya no es tan veloz como antes en distintos lugares del mundo ubicados en latitudes medias? “Es otro de los efectos del cambio climático”, responde la climatóloga Matilde Rusticucci, directora del Departamento e integrante del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, en inglés), que recibió el Nobel de la Paz en 2007. La experta explica el fenómeno: “El cambio climático no sólo produce aumentos de temperatura, sino que genera modificaciones en la circulación y en la posición de los anticiclones, que son sectores de alta presión atmosférica. El viento se produce por las diferencias de presión, si se altera la posición o intensidad  de los anticiclones, esto lleva a que en determinadas zonas podría disminuir el viento”.

En la mira

El viento acapara la atención en los últimos tiempos, en parte, porque se tienen datos más precisos. “Cuando el IPCC dice que aumentó en el mundo la temperatura desde el 1860 a la actualidad es porque tenemos el registro homogéneo desde entonces hasta hoy.  En cambio, el viento no siempre se midió en forma continua, en el mismo lugar, a diez metros de altura, a estándares internacionales. No se tiene una serie larga y homogénea en el tiempo”, historian las especialistas, y además, destacan que esto se ha visto modificado por la aparición de instrumental electrónico que permite mediciones más exactas.

Un detallado registro de la situación es el primer paso para empezar a entender qué ocurre con el viento, en especial en momentos que se buscan fuentes de energía alternativas más amigables con el medio ambiente y abastecidas por un recurso que no tenga los días contados como el petróleo. Si bien, no se teme a que el viento se extinga como los hidrocarburos, la disminución de su velocidad  puede acarrear trastornos. “Un molino se diseña para que produzca energía durante unos veinte años. Pero si la velocidad del viento medio cambia el valor -medio metro cada diez años-, en algún punto de vista energético puede ser importante”, subraya Cerne.

Justamente, con el objetivo de entender qué pasa con el viento, el equipo de Cerne centra la mirada en este aspecto que durante mucho tiempo pasó desapercibido, en gran parte por la falta de datos confiables así como de pronósticos de intensidad del viento a corto plazo. Ahora se apunta a conocer mejor esta cuestión con el fin de estimar la rentabilidad del sector energético. “No hay proyectos que se desarrollen con un futuro incierto. Por este motivo, desarrollar un pronóstico preciso de la situación del viento tendrá una aplicación concreta en la práctica”, concluye Cerne.