Población y calentamiento global

Un planeta exhausto

La reconocida meteoróloga Eugenia Kalnay, egresada de Exactas durante la “década de oro” de la UBA, que reside hace 40 años en EEUU, visitó la Facultad. En una conferencia, expuso de qué manera el crecimiento descontrolado de la población y de la inequidad agudiza el cambio climático y acelera el agotamiento de los recursos naturales.

27 Jun 2012 POR

“Creo que es un locura pensar que con la tecnología vamos a poder reemplazarlo todo…¿Alguien me puede decir cómo vamos a reemplazar el agua?”. Afirma Eugenia Kalnay en la charla y posterior entrevista realizada en la FCEyN. Foto: NASA

Entrevista a Eugenia Kalnay

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“Eugenia marcó una revolución en las ciencias de la atmósfera. No sólo por su vasta producción científica, sino también porque es autora del trabajo más citado en geociencias. Este paper, que cuenta con alrededor de doce mil citas, tiene como punto descollante el inicio de una forma de solidarizar la ciencia, porque fue el trabajo que nos permitió a toda la comunidad acceder a un conjunto de datos sobre el sistema atmosférico a partir de los cuales pudimos investigar todos los científicos (…) Realmente no podemos contar con una científica más relevante en nuestra área”. Con estas palabras, llenas de admiración y agradecimiento, la directora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos, Celeste Saulo, presentó a la meteoróloga Eugenia Kalnay como paso previo a que la investigadora brindara, en el aula 6 del subsuelo del Pabellón II, el coloquio titulado “Población y cambio climático”.

Kalnay se graduó en meteorología en Exactas en 1965. Luego de la trágica “Noche de los bastones largos” viajó a Estados Unidos donde, recomendada por Rolando García, fue la primera mujer en doctorarse en el MIT (Massachusetts Institute of Technology), en 1971, y  fue, también, la primera estudiante que se embarazó – “el machismo estaba muy arraigado en esa época”, recuerda-. Su carrera científica descollante, con más de 160 publicaciones, la hizo merecedora de numerosas distinciones como el Premio de la Organización Meteorológica Mundial 2009” –el reconocimiento más importante en el campo de la meteorología-, la medalla de oro de la NASA, y el doctorado honoris causa de la UBA. Actualmente es profesora e investigadora de la Universidad de Maryland.

Más es menos

Kalnay comenzó su exposición describiendo cómo fueron evolucionando los modelos utilizados para estudiar el clima. Detalló de qué manera se fueron haciendo más complejos a partir del agregado de cada vez más variables. Como ejemplo destacó que la introducción del océano fue crucial para poder predecir las consecuencias del fenómeno El Niño. En esa línea sostuvo que en la actualidad esos modelos no están teniendo en cuenta el componente que mayor influencia ejerce en la transformación del clima: el ser humano. “Actualmente la humanidad domina completamente la Tierra”, aseguró.

La investigadora exhibió un cuadro en el que podía observarse un crecimiento moderado de la población mundial desde el año cero de nuestra era hasta fines del siglo XVIII. A partir de ese momento se produjo una explosión demográfica que llevó el número de habitantes del planeta de mil millones en 1800, a siete mil millones en la actualidad. Asimismo, proyecciones de la ONU indican que para el año 2050 ese número puede trepar hasta las diez mil millones de personas.

A partir de esa información, Kalnay explicó que el crecimiento descontrolado de la población afecta al medio ambiente en múltiples niveles: aumenta la generación de gases de efecto invernadero, basura tóxica y otros contaminantes; provoca el agotamiento de los recursos naturales (agua, suelo, petróleo, etc.); acelera la extinción de especies; genera situaciones de malnutrición y hambre global; se declaran guerras para apropiarse de recursos naturales, etc.

Ahora bien, ¿cuáles son las causas que posibilitaron el incremento exponencial de la población a partir de 1950? La meteoróloga señala dos claves: los avances en la sanidad (antibióticos, vacunas, etc.) que propiciaron una prolongación de la vida humana y la aplicación de combustibles fósiles en la agricultura, tanto de manera directa (fertilizantes, pesticidas) como indirecta (mecanización, tecnologías diversas) que hicieron que la producción de granos se incrementara un 250 por ciento entre 1950 y 1984, mientras que la población se duplicó en ese mismo lapso. “Sin combustibles fósiles la población sería mucho menor”, sostuvo Kalnay.

Claro que este escenario también presenta múltiples aristas negativas porque el desarrollo de la agricultura industrial, necesaria para alimentar a un número creciente de hombres y mujeres, está destruyendo los bosques y el suelo y el crecimiento de las ciudades está ocupando las mejores tierras.

Un estudio realizado por la London School of Economics señala que cada dólar que se invierta en planificación familiar reducirá cuatro veces más las emisiones de carbón a la atmósfera en los próximos cuarenta años que la misma suma aplicada a la adopción de tecnologías “limpias”. De allí que concluyeran que debería ser implementada como una de las principales políticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global. “Sin embargo en las reuniones en las que se discute cómo mitigar el cambio climático este tema no se trata porque es considerado como un tabú”, se lamenta Kalnay.

La gran pregunta que surge es si este nivel de crecimiento poblacional es sostenible o va a llevar a una crisis humanitaria global en algunas décadas. Para responderla, la investigadora citó a Herman Daly, fundador de la “economía ecológica” en la Universidad de Maryland, quien sostiene que el escenario actual sólo se mantiene porque la humanidad está consumiendo el capital natural del planeta como si fuera infinito aunque no lo es. “Cuando los  recursos son finitos cualquier cosa que crezca, sean bacterias o personas, una vez que agotan esos recursos, mueren”, sentencia.

Muchos son los investigadores que sostienen que ya se ha sobrepasado la “capacidad de carga” de la Tierra, concepto que hace referencia a la población máxima que puede ser mantenida en forma sostenible por el hábitat. En esa línea, un informe elaborado en Gran Bretaña llegó a la conclusión de que la población mundial consume anualmente una vez y media la producción total del planeta ¿Cómo se entiende que se consuma más que todo lo que la Tierra puede producir? Ocurre que la utilización de hidrocarburos implica la explotación de una energía que se fue acumulando en la naturaleza a lo largo de millones de años. Y el hombre la está agotando en menos de dos siglos. “Tarde o temprano el consumo y la capacidad de carga deberán confluir. A ese lugar se llegará a través de una política planificada o bien a causa de un colapso”, advierte.

En este punto, Kalnay enumeró algunas medidas que podrían implementarse para que ese colapso no se haga realidad. Entre ellas: estabilizar la población; mantener la producción industrial per cápita; adoptar tecnologías para mitigar la polución, conservar los recursos, aumentar la producción de la tierra y proteger el suelo para la agricultura.

Sin dudas la más polémica de las propuestas es la que hace referencia al control de la natalidad, iniciativa que para muchos es violatoria de los derechos humanos. La científica considera que este equívoco es producto de las medidas coercitivas que, con ese fin, se tomaron en China e India pero que, en realidad, la mayoría de las mujeres son obligadas a tener más hijos de los que desean. Para sostener esta posición citó encuestas internacionales de las Naciones Unidas que indican que el 80 por ciento de las mujeres casadas y con dos niños no quieren tener mas chicos y que el 40 por ciento de todos los embarazos del mundo no son intencionales. Para afirmar su posición recurrió a una anécdota: “Conozco a una enfermera a quien una paciente de Somalia le preguntó por qué no tenía hijos. Ella contestó que todavía no quería tenerlos. La paciente de Somalia dijo: ‘Tu tienes mucha suerte de poder elegir. Yo tengo ya seis hijos y no decido nada ¡Ojalá yo pudiera elegir!”

Para Kalnay limitar el crecimiento poblacional resulta ineludible pero aseguró que esa meta debe conseguirse a través de métodos no coercitivos. Entre ellos citó: la educación, especialmente de las mujeres; el acceso gratuito a los distintos métodos de control de la natalidad; y lograr que las mujeres consigan iguales oportunidades económicas.

También rechazó las teorías económicas convencionales que vaticinan que la disminución de la natalidad traería gravísimos problemas como falta de trabajadores. Muy por el contrario, consideró que si cae la oferta de trabajadores eso provocará un aumento de los salarios y la fuerza laboral se trasladará a los puestos de mayor productividad. “En realidad este ‘horror demográfico’ que algunos pronostican sería muy bueno para el 99 por ciento de las personas. Hoy en día muchas de las economías desarrolladas están sufriendo de exceso de trabajadores y alto desempleo, pero a las corporaciones esta situación les gusta porque genera bajos salarios”.

Entrevista a Eugenia Kalnay en la FCEyN. Foto: Juan Pablo Vittori

Historia repetida

En el último tramo de su exposición, Kalnay se refirió a otra característica que sumada a la sobrepoblación puede llevar a la humanidad al colapso por el agotamiento de los recursos terrestres. Para eso tomó como referente a un libro escrito en 1980 por el sociólogo estadounidense William Catton cuyo título es “Overshoot: The Ecological Basis of Revolutionary Change”. El trabajo señala que, a lo largo de la historia, docenas de sociedades muy desarrolladas han colapsado y que todas ellas comparten dos características básicas: las sociedades estaban estratificadas en élites y plebeyos (o sea ricos y pobres) y, en todos los casos hubo sobreexplotación de los recursos naturales.

A partir de esa información, la investigadora construyó un modelo de sólo cuatro ecuaciones que denominó HANDY (Human and Nature Dynamical Model) útil -según indicó- para realizar experimentos conceptuales. El modelo demuestra, a partir de un resultado típico que surge al correrlo, que los recursos naturales declinan con el crecimiento de la población, situación que se agrava cuando se supera la capacidad de carga del hábitat; que la degradación del ambiente afecta primero a los pobres ya que las élites pueden protegerse consumiendo los recursos que han acumulado, y que finalmente la situación alcanza también a los ricos cuando ya es tarde para tomar medidas preventivas.

“Este experimento conceptual muestra cómo una crisis puede ocurrir rápidamente, aunque parezca que la población está creciendo sin problemas. También muestra que los ricos no sienten los efectos del colapso hasta que es demasiado tarde para los pobres y, para ese entonces, también para ellos”, alerta Kalnay y agrega: “Si permitimos la sobreexplotación de los recursos naturales y una desigualdad grande, el colapso de la sociedad se acelera”.

Para finalizar, la investigadora salió al cruce de las teorías que sostienen que el crecimiento puede ser ilimitado dado que la tecnología siempre encontrará el reemplazo para cualquier recurso que escasee. “Creo que es un locura pensar que con la tecnología vamos a poder reemplazarlo todo” afirmó con convicción para cerrar con una pregunta inquietante: “¿Alguien me puede decir cómo vamos a reemplazar el agua?”.