La política científica del gobierno de Cambiemos

Una ciencia pequeña, pequeña

Roberto Salvarezza es el representante, electo por sus pares, para el área de ciencias exactas y naturales en el directorio del CONICET. A 14 meses de la asunción del gobierno de Cambiemos expresa una visión muy crítica de la gestión macrista en el ámbito de la ciencia y la tecnología. Salvarezza, ex presidente de ese organismo, rechaza el achicamiento del sistema, fustiga a las autoridades del área y denuncia la excesiva demora del Poder Ejecutivo en oficializar su nuevo cargo.

15 Mar 2017 POR

Roberto Salvarezza. Foto: Diana Martinez Llaser. Exactas-Comunicación.

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«Cuando renuncié, en diciembre de 2015, estaba convencido de que este gobierno no iba a continuar las políticas que garantizaban la soberanía tecnológica del país. Eso implicaba tener en cuenta que las políticas del Estado se reflejan en ciencia y técnica (CyT). Había otro grupo de gente, entre ellos el ministro y varios de sus colaboradores, que consideraban que ambas cosas eran independientes. Me parece que eso fue un espejismo. El resultado ya es completamente visible», reflexiona Roberto Salvarezza, dando inicio a una extensa charla, que mantuvo en exclusiva con NEXciencia, en la que realizó una apasionada crítica de las políticas que lleva adelante Cambiemos en el ámbito de CyT.

Salvarezza es Director del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA) en la ciudad de La Plata y fue, entre 2012 y 2015, el último titular del CONICET del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Durante esos años compartió la gestión con el ministro Lino Barañao y el actual presidente de CONICET, Alejandro Ceccato. «Yo no puedo entender qué les pasó a personas con las que he compartido cuatro años de gestión, en la que todos coincidíamos respecto del lugar adonde íbamos, para llegar a este empobrecimiento del discurso sobre la ciencia y la tecnología en el país», afirma con cierta amargura.

A fines de junio de 2016 Salvarezza fue elegido por amplio margen como representante de los investigadores del área de Ciencias Exactas y Naturales en el Directorio del CONICET. Sin embargo, a ocho meses de los comicios, el gobierno todavía no efectivizó su nombramiento. «Yo sospecho que aquí hay algo más un problema burocrático», desliza (ver recuadro).

– ¿Cómo caracterizaría estos 14 meses de gestión del gobierno macrista en el ámbito de la ciencia?

– Si vos querés sintetizarlo en una frase, yo te diría que busques en el diario El País de España, donde dice: «Argentina abandona su ambicioso proyecto de ciencia y técnica». Más allá de que se haya dicho que se apostaba a una política de Estado en CyT, de que se haya permitido que continuara el ministro de la gestión anterior, está claro que el marco político general es completamente diferente y eso se manifiesta en cambios que demuestran que no hay una verdadera política de Estado. Ejemplos: en 2016 el gasto global para el conjunto del sistema de CyT disminuyó, en términos reales, un 10 por ciento en comparación con 2015. O sea que el ajuste presupuestario sobre el sector ya comenzó. Y eso originó una serie de consecuencias en el sistema. La más visible es el tema del ingreso a la carrera de investigador del CONICET porque terminó con un conflicto prolongado que llevó a la toma del ministerio, pero también afectó a un conjunto de programas de otros organismos que han visto recortado su presupuesto. Entonces, me parece que el primer año de la gestión del macrismo, en los hechos, muestra el abandono de la política de CyT que acompañó los 12 años de la gestión anterior.

"No se puede mostrar ningún número que demuestre que la política científica haya continuado, tanto en términos de inversión como de objetivos", asegura.

«No se puede mostrar ningún número que demuestre que la política científica haya continuado, tanto en términos de inversión como de objetivos», asegura.

– En los primeros meses de la actual gestión hubo un intenso debate en el sistema científico, con relación a las consecuencias que iba a tener el cambio de gobierno, debido a la continuidad del ministro y a las propias declaraciones del presidente Macri que destacaba el trabajo que venían llevando a cabo los científicos. ¿Usted cree que ese debate está terminado?

– Yo creo que ese debate está absolutamente terminado. No se puede mostrar ningún número que demuestre que la política científica haya continuado, tanto en términos de inversión como de objetivos. Si uno mira el contexto en el cual se desenvuelve el sistema científico nos encontramos con realidades completamente diferentes. Durante la gestión anterior había una clara apuesta hacia un Estado activo respecto de la generación de conocimientos y de su capitalización a través de avances tecnológicos. Por ejemplo: el área satelital, el área nuclear, radares, soberanía alimentaria, una serie de avances donde la inversión del Estado empezaba a traducirse en desarrollos tecnológicos, a través de empresas o dependencias estatales como ARSAT, FADEA, INVAP, Y-TEC. Ese proyecto está discontinuado desde el momento en que el Estado retrocede en todos los frentes. El caso satelital es el caso más claro. Se dijo que se continuaba pero resulta que hay seis compañías extranjeras a las que se les ha permitido ingresar al mercado cuando todavía ARSAT-2 no ha terminado la comercialización de sus servicios. En definitiva, el sistema de CyT es otro actor del Estado y como al Estado se lo está recortando, el sistema de CyT también pierde funciones.

– A poco de asumir el actual presidente del CONICET, Alejandro Ceccato, dijo que, tal como venía desarrollándose, esa institución era inviable. ¿Usted dejó un CONICET inviable?

– Yo creo que esto es muy curioso porque el desarrollo del CONICET estuvo enmarcado, sobre todo en la parte final de la gestión anterior, en el Plan Argentina Innovadora 2020, donde había definidas varias metas. Una era el crecimiento del CONICET al 10 por ciento anual, cosa que fuimos cumpliendo. El mismo ministro Barañao venía manifestando públicamente que, en el 2019, íbamos a ver duplicado al CONICET. Ese mismo plan, elaborado por Barañao y por Ceccato -que era el viceministro- también dice que íbamos a tener en un crecimiento tal que llevaría a pasar de 3 a 4,6 investigadores por cada mil habitantes de la población económicamente activa (PEA). Llegar a esa cifra implica crear alrededor de 25 mil cargos entre el 2015 y el 2020. Hoy en día, muchos hablan de Australia como el modelo a seguir. Bueno, Australia tiene 9 investigadores por cada mil habitantes de su PEA. Llegar a esa meta sería una utopía en un contexto en el que discutimos 400 ó 500 cargos. Esa es la discusión a la que hoy nos lleva el presidente del CONICET. Él presenta una cifra: «gastamos el 95% de los recursos en sueldos». En realidad, no se adecua una institución a un presupuesto, lo que se hace es tener un plan para esa institución y luego se gestiona el presupuesto adecuado. Entonces la viabilidad o inviabilidad de una institución no se hace desde una cifra sino desde un proyecto. ¿Por qué es inviable el CONICET? El CONICET es inviable simplemente porque el proyecto actual de país es completamente diferente al que existía antes.

– A mediados de febrero el ministro Barañao anunció que, para este año, habrá lugar sólo para 450 nuevos investigadores y que el 50% de esos lugares sería destinado a científicos que trabajen en determinadas área estratégicas. ¿Cuál es su opinión?

– Ahí hay dos temas que me parece que son muy importantes. Primero: el hecho de que el directorio, con alguna excepción honrosa, haya aceptado firmar una resolución con sólo 450 cargos, me parece que es validar el recorte. Me sorprende porque el año pasado este mismo directorio le reclamó al presidente mayor presupuesto y al ministro que otorgara más cargos para carrera. Este año, en febrero, han claudicado. Estamos volviendo a la misma cifra del 2016 que generó todo este conflicto. Segundo punto: los temas estratégicos los incorporamos en mi gestión. ¿A qué respondía esto? A que nos parecía absolutamente válido que el Estado definiera ciertos temas que pudieran ser de interés y que el CONICET formara gente y dedicara una parte de la investigación a esos temas. Uno sabe que el CONICET tiene una fuerte cultura orientada hacia la investigación básica. Hicimos un esfuerzo muy grande para apoyar más la transferencia. Las becas estratégicas, los proyectos orientados, la creación de Y-TEC fueron todos gestos para que el CONICET empezara a desarrollar su ala tecnológica. Ahora bien, los temas tecnológicos son complejos de evaluar y en eso se estaba avanzando pero todavía el tema no está puesto a punto. Hoy en día se pretende pasar de golpe al 50% con lo cual, no sólo se afecta a la investigación básica porque va a tener una menor cantidad de ingresos, sino también se pone en riesgo la capacidad del sistema para evaluar porque no tenemos claros los criterios. La gente que ha hecho su carrera en la investigación básica sólo puede moverse hacia el terreno aplicado cuando tiene garantías de que va a ser evaluado correctamente. Esto requiere tiempo, no se puede cambiar de golpe.

"Hoy no estamos discutiendo los 450 cargos, que es lo fuerte, sino que estamos discutiendo si está bien que las ciencias sociales estén dentro del esquema de financiamiento o no", se lamenta.

«Hoy no estamos discutiendo los 450 cargos, que es lo fuerte, sino que estamos discutiendo si está bien que las ciencias sociales estén dentro del esquema de financiamiento o no», se lamenta.

– Lo cierto es que de los 900 cargos anuales pasamos a 450 y de esos 450 la mitad serán para tecnología. Las principales víctimas de esta decisión ¿serán la ciencia básica y las ciencias sociales?

– Por supuesto. Por un lado, yo creo este anuncio ha sido parte de una estrategia porque esto divide a la comunidad. Fijate que hay institutos tecnológicos que están de acuerdo porque se ven beneficiados. Es como distribuir la miseria. Hoy no estamos discutiendo los 450 cargos, que es lo fuerte, sino que estamos discutiendo si está bien que las ciencias sociales estén dentro del esquema de financiamiento o no. Lo cual es un absurdo porque las ciencias sociales transfieren tanto conocimiento como las ciencias básicas. De hecho, tenemos gente estudiando política migratoria, violencia de género, pobreza, aspectos educativos; ese conocimiento es de fundamental importancia cuando el país tiene que tomar decisiones en estas materias. Cuando un país tiene un sistema científico y tecnológico fuerte, no solamente es fuerte por los papers que publica y el conocimiento que transfiere, sino por su capacidad de opinar con saber técnico sobre temas que son de enorme importancia para la sociedad.

– De acuerdo con este discurso la ciencia aparece dividida en dos: la útil y la inútil.

– Justamente, eso ha sido parte de esta estrategia que yo creo que ha empleado muy bien el gobierno y el ministerio para dividir a la comunidad. Todo el conocimiento es útil. Y lo que es peor todavía, es que una sociedad no sabe cuándo va a necesitar de ese conocimiento. El caso más claro ocurrió con YPF. Nosotros teníamos buenos geólogos haciendo publicaciones científicas sin una demanda demasiado concreta durante años. Cuando se vuelve a nacionalizar YPF y se decide explotar Vaca Muerta y empezar a hacer exploración y explotación en un tipo de yacimiento cuyas características geológicas no son ni las de Estados Unidos, ni las de China, ¿a quién se recurrió? A esa comunidad de geólogos que ya existía. No hubo que crear geólogos, los teníamos. Entonces, ¿cuál es la demanda que tiene un país? Mañana tengo una epidemia de Gripe A o de dengue, y ya están los virólogos preparados. Las sociedades no pueden prever todos los desafíos a los que se enfrentan y tienen que tener capacidad de respuesta. Es tan pobre una visión de la ciencia como útil o inútil. Yo no puedo entender qué les pasó a personas con las que he compartido 4 años de gestión, en la que todos coincidíamos respecto del lugar adónde íbamos, para llegar a este empobrecimiento del discurso sobre la ciencia y la tecnología en el país.

– En este marco, ¿cuáles son las perspectivas que vislumbra para el sistema científico argentino?

– Yo creo que, en este proyecto de país, la ciencia argentina evoluciona hacia lo que pasó en los años 90. Me da la impresión de que volvemos a una ciencia que va a estar muy limitada, con un aparato científico que va a ir reduciéndose, sin impacto económico y social, donde vamos a comprar la tecnología afuera y no vamos a transferir demasiado. Me parece que vamos hacia un esquema de ciencia decorativa, pequeña, tal vez para una élite.

 

La silla vencida

– Usted, hace ya más de 6 meses, fue elegido por sus pares como representante del Área de Ciencias Exactas y Naturales en el directorio del CONICET, sin embargo todavía no ha sido nombrado. ¿A qué lo atribuye?

– El ministro argumenta razones administrativas. Yo quisiera recordar que los últimos nombramientos que ocurrieron en el área de ciencias sociales y en el área de biológicas y de la salud, se hicieron en un lapso de 3 ó 4 meses. La elección fue en junio y hay que tener en cuenta que los mandatos de los directores están vencidos desde octubre. Yo sospecho que aquí hay algo más un problema burocrático. Me parece que, hoy en día, el directorio está aprobando decisiones muy importantes y yo estuve privado de representar a mis colegas en esa discusión. Entonces, siento que se me han conculcado derechos, a mí y a los compañeros que me han votado, sobre todo porque mi opinión iba a ser opuesta a firmar una resolución por 450 cargos y, a su vez, a otorgar el 50 por ciento a becas estratégicas. Siento que hay una parte importante de la comunidad de ciencias exactas del CONICET que no ha estado representada en estas discusiones porque la persona que esta allí sentada tiene vencido su mandato desde octubre.