Migración de aves

Las rutas de la tijereta

Por primera vez en Sudamérica, la mirada científica sigue de cerca distintas poblaciones de un ave que puede recorrer 4.500 kilómetros de distancia para hacer su nido y reproducirse en primavera. Y, luego, otros tantos kilómetros para volver a su sitio de partida, a pasar el invierno. Casi la mitad de las tijeretas que se lanzan a este viaje, mueren en el intento. Detalles de esta migración que busca ser reconstruida por investigadores de la Argentina, Brasil y Estados Unidos.

12 Jul 2019 POR
El equipo de investigadores siguió a cuatro poblaciones de tijeretas. Dos que vienen a tener su descendencia a Brasil: en Brasilia y San Pablo. En tanto, el par restante, estira su viaje a nuestro país. Foto Diego Tuero

El equipo de investigadores siguió a cuatro poblaciones de tijeretas. Dos que vienen a tener su descendencia a Brasil: en Brasilia y San Pablo. En tanto, el par restante, estira su viaje a nuestro país. Foto Diego Tuero

No siguen a un líder en forma de “V”, sino que vuelan en grupos desordenados de diez a quince individuos. Su cola es curiosamente larga, el doble de su cuerpo que pesa unos 30 gramos. Y pueden acumular millas, en apenas semanas, como el mejor viajero frecuente. Es que recorren casi la distancia de Ushuaia a La Quiaca para tener cría, y otros tantos kilómetros de regreso con la familia agrandada. Y gran parte de ellas morirán en el intento. Algunas van a Brasil; otras, a la Argentina en primavera, y todas regresan a los llanos de Venezuela y Colombia a pasar el invierno. Se trata de las tijeretas, que acaparan la mirada de científicos de estas latitudes y también de Estados Unidos.

“Lo más novedoso de nuestro trabajo es que resulta el primer ejemplo de un ave de Sudamérica, donde estamos sabiendo en detalle cómo son las rutas migratorias, no solo de la especie, sino entre poblaciones, asociadas a sus prácticas reproductivas”, remarca el doctor en Biología, Diego Tuero, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, integrante de un amplio equipo (ver recuadro), que siguió a cuatro poblaciones de tijeretas. Dos que vienen a tener su descendencia a Brasil: en Brasilia y San Pablo. En tanto, el par restante, estira su viaje a nuestro país. Algunas van a la Reserva El Destino en la provincia de Buenos Aires; y otras, al Parque Provincial Luro, en La Pampa.

Unos 286 geolocalizadores fueron colocados para no perder rastro de estas aves que resultan más fieles de lo pensado (sólo el cinco por ciento no lo es). Los aparatos permiten seguir movimientos a largas distancias, con un error de 100 a 200 kilómetros. “No podemos –aclara Tuero- colocarles GPS, que darían datos más precisos porque son muy pesados para su cuerpo”. Estas mochilitas que las tijeretas toleran cargar en el viaje, cuentan en su interior con un sensor que mide la intensidad de la luz. Con un programa de computación especial, de acuerdo con la duración del día según la época del año, se puede saber en qué sitio estuvieron. Los cálculos se realizan al regreso, cuando se logra atrapar a estas viajeras que llevan en sus espaldas estos diminutos equipos. Como toda caja negra suele costar hallarla, pero la información que guarda bien vale el esfuerzo. “De los 286 geolocalizadores, 37 se recuperaron un año después, de los cuales, 28 proporcionaron datos utilizables”, publicaron en Ecology and Evolution sobre su última investigación.

Unos 286 geolocalizadores fueron colocados para no perder rastro de estas aves.

Unos 286 geolocalizadores fueron colocados para no perder rastro de estas aves

¿Tiempo o energía?

¿Cómo es la estrategia de migración de distintas poblaciones de una misma especie? Los modelos teóricos suelen posar la mirada en los que maximizan el tiempo o la energía. A grandes rasgos, por un lado, están los viajeros contrarreloj, que hacen pocas escalas, para acelerar la llegada. Y, por otro, los que no tendrían tanto en cuenta esto, sino que van parando donde encuentran alimentos y allí se quedan cargando tanques antes de iniciar el próximo tramo. En este caso, los científicos, por primera vez, compararon poblaciones de tijeretas que hacen recorridos distintos, y pudieron responder algunas de sus numerosas dudas. Las que van a la Argentina recorren, en promedio, unos 4.500 kilómetros, y las de Brasil, alrededor de 3.500. ¿Estos mil kilómetros marcan diferencias? Quienes tienen como destino nuestras pampas, ¿apuran el tiempo de vuelo, es decir su tasa de migración es más rápida que las otras con un periplo más corto?

“La diferencia por distancia no es menor. Uno esperaría que la selección natural pudiera modelar distintas estrategias de migración por tiempo o por energía, en cada caso”, relata Tuero sobre sus expectativas iniciales. Otro dato también volcaba las suposiciones hacia uno de los dos modelos. Es que cuanto más cerca de los polos se llega, como ocurre con las que aterrizan en las pampas, más marcadas son las estaciones del año. Y si no se arriba en el momento adecuado, la reproducción puede no resultar exitosa. “Uno esperaría que las que se dirigen a latitudes mayores maximicen el tiempo. Por eso, suponíamos que las de Argentina así lo harían. Pero no lo encontramos”, revela sin desanimarse, este investigador del CONICET, quien desde 2009 viene mirando alto a esta especie.

Caminos en el aire

Por razones geográficas, las poblaciones cuando vuelven de la Argentina y Brasil, realizan distintos caminos, y algunos con particularidades. “Las de Buenos Aires y La Pampa migran hacia el norte cruzando Bolivia, Paraguay y Amazonas, hasta llegar a lo que se llaman los llanos entre Colombia y Venezuela. Hacen un camino recto con algunas paradas. En cambio, las de Brasil tiene dos estrategias. Las de Brasilia migran directamente, similares a las de nuestro país, con una ruta ligeramente distinta debido al lugar en el que están ubicadas. En tanto -marca-, las de San Pablo bajan a la Triple Frontera (área compartida entre Paraguay, Brasil y Argentina) y luego vuelven a subir”.

Diego Tuero.

El viaje de ida difiere del de vuelta. Cuando se van de Buenos Aires, a mediados o fines de febrero, luego de reproducirse y criar sus pichones, en una tarea extenuante, se preparan para un prolongado viaje. No les falta la ansiedad migratoria y las hormonas se disparan, están más inquietas y algunas logran incrementar un ciento por ciento su peso. “La migración de invernada, cuando se van de Buenos Aires, es la más larga, tarda 60 días. En cambio, les lleva de 20 a 30 días venir del norte de Sudamérica a la Argentina en primavera”, contabiliza.

En el camino, quedan muchas tijeretas. “Cada temporada de migración, la mitad de la población no sobrevive al viaje. Es un costo muy elevado”, remarca Tuero, quien junto con su equipo continuará, como desde hace una década, tras estas bandadas de incógnitas que sobrevuelan América del Sur, con muchos secretos por develar.

Ellos son

Científicos de toda América formaron parte del trabajo publicado en Ecology and Evolution. Alex Jahn, de Universidade Estadual Paulista; Joaquín Cereghetti, Universidad Nacional de La Pampa; Víctor Cueto, Universidad Nacional de la Patagonia ‘‘San Juan Bosco’’; Michael Hallworth, Smithsonian Conservation Biology Institute, Estados Unidos; Douglas Levey, National Science Foundation, Virginia, Estados Unidos; Miguel Marini, Universidade de Brasília; Diego Masson, Universidad Nacional de La Plata; Marco Pizo, Universidade Estadual Paulista, Brasil; José Hernán Sarasola, Universidad Nacional de La Pampa, y Diego Tuero, del Departamento de Ecología, Genética y Evolución, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Instituto IEGEBA (CONICET-UBA), Universidad de Buenos Aires.