Inserción laboral de científicos

Un largo y sinuoso camino

María Joselevich se doctoró en Química en Exactas. Cuando parecía encaminada hacia una carrera científica decidió dar un giro. Hizo una experiencia en la industria para luego encontrar su verdadera vocación: capacitar docentes para que enseñen ciencia en las escuelas. Considera imprescindible que los estudiantes conozcan las distintas alternativas que ofrece cada carrera y los impulsa a elegir lo que realmente les guste.

4 Jul 2014 POR

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– ¿Cuándo empezaste la carrera?

– Entré a la Facultad en el 89. Sabía que quería estudiar algo científico. En el CBC me gustó Química así que fui para ese lado.

– En los primeros años de estudio, ¿pensabas dedicarte a la investigación y la docencia?

– Sí, era el camino natural. De hecho terminé la carrera e inmediatamente empecé el doctorado. Además, había comenzado a trabajar en un laboratorio de la Facultad y también daba clases. Pero, al terminar mi doctorado, ya casada y con dos hijos, la plata no nos alcanzaba y entonces empecé a buscar un lugar en la industria.

– ¿En ese momento no pensaste en aplicar para ingresar a carrera de CONICET?

– No tenía las publicaciones suficientes. Además, estaba un poco desencantada con la investigación, me vi un poco encerrada en el laboratorio, no me sentía útil ahí adentro. Me parecía que lo que hacía no le servía a nadie. Pensamos en irnos de posdoc al exterior pero mi esposo no podía terminar el doctorado afuera. Entonces, recibí una oferta muy buena para ir a trabajar a Tenaris. Ellos tienen un instituto de desarrollo y habían armado un grupo de química de superficies. Hicimos investigación básica, publicamos una patente internacional, varios papers.

– ¿Qué diferencias notaste respecto del trabajo en un laboratorio?

– Lo primero que noté en la salida al mundo real es cuánto más sabe uno de lo que piensa que sabe. Qué tan maleable puede ser uno con la formación que trae de la Facultad. Yo hice una tesis muy dura y después estuve trabajando en nanotecnología, manejando equipos que no sabía ni que existían. Mientras pudimos trabajar con libertad estuvo bien. Fue una buena etapa, estuve dos años y medio.

– Cuando decidiste irte, ¿pensaste en volver a la investigación?

– Era un etapa concluida. Yo no sentía que tuviera muchas opciones en la vida académica. Pasé de Tenaris a una farmoquímica, donde lo que buscaban de un doctor era que les facilitara y apurara la salida de un producto. Esa relación duró poco. En ese momento me detuve a pensar. Y, por un golpe de suerte, me encontré con Gabriel Gellón, con quien habíamos sido compañeros de militancia en la Facultad y me invitó a trabajar en un proyecto de capacitación docente que tenía con la fundación YPF: “Expedición Ciencia”. Ahí se me abrió el mundo. Encontré lo que estaba buscando pero no sabía qué era. Ellos me mostraron otra manera de ver la ciencia, de enseñar ciencia, de relacionarme con el que aprende ciencia.

– ¿Estás trabajando también en el marco del Programa Conectar Igualdad?

– Sí, coordino un grupo de un plan que se llama “Escuelas de Innovación”. Lo que hacemos es mostrarle a los docentes qué pueden hacer con la tecnología en el aula de Ciencias Naturales. Cómo podrían enseñar las leyes de los gases o la célula usando las netbook del programa. Es fascinante porque lo principal que ocurre es que los docentes se entusiasman, es como que vuelven a retomar las razones por las cuáles son docentes de ciencia y no de literatura.

– Cuando estabas estudiando, ¿tuviste la posibilidad de ver alternativas diferentes a la investigación para tu desarrollo profesional?

– Si estaban yo no las veía. Tampoco se me ocurrió nunca hacer el profesorado.

– La Facultad viene intentando fortalecer la posibilidad de mostrar a los chicos caminos diferentes de los tradicionales ¿Qué opinás de este tipo de iniciativas?

– A mí me parece que es importantísimo mostrarle a los chicos otros planes “A”. No el plan “B”. No el “si no sos científico, sos de descarte entonces podés hacer esas porquerías que hacen las personas a las que no les da”. Me parece que mucha gente hizo el camino de la industria como plan “A” y está buenísimo. También la educación. En la Facultad, cuando yo estudiaba la licenciatura y creo que ahora también, había un cierto desprecio para con los que no son científicos. Creo que son distintas alternativas de vida y que todos los caminos son igualmente válidos.

– De acuerdo con tu experiencia en la industria, ¿notás una demanda creciente de profesionales recibidos en carreras de Exactas?

– Sin dudas. Yo, entre mis compañeros de carrera, no conozco a ninguno que no esté trabajando en algo relacionado con lo que estudió. Yo creo que en la industria hay demanda, creo que hay que tener imaginación, que hay que tener una visión amplia de lo que uno es capaz de hacer. A veces en la Facultad uno se queda encasillado en algo muy chiquitito, hay una estructura muy estratificada, los que están abajo se sienten apabullados por los demás y cuando salís a la vida real la cosa no es como te parecía antes.

– ¿Cómo ves la incorporación de graduados de Exactas en el ámbito educativo?

– Creo que eso sería muy importante pero no por ser buen científico uno es automáticamente buen docente. Un buen científico sabe mucho de ciencia y, si aprende, puede ser un docente excelente pero ese aprendizaje tiene que estar.

– ¿Qué le dirías a un chico de veintipico de años que está estudiando hoy su carrera de grado en la Facultad?

– Que no hay un solo camino, ni siquiera para una misma persona. Que está bueno formarse mucho para poder elegir entre más opciones. Que busque información, que golpee todas las puertas y que haga lo que tiene ganas de hacer.