Ciencia, tecnología e innovación

Un GPS para el desarrollo

Manuel Castells, uno de los investigadores más reconocidos del mundo en el área de las TIC, brindó una conferencia en el marco de un seminario internacional organizado por el MINCyT. Durante las jornadas, referentes nacionales y extranjeros debatieron acerca de las posibles vías que tiene un país periférico para insertarse en una economía globalizada donde la riqueza está determinada por la información.

16 Dic 2014 POR
Castells planteó que la coordinación y el impulso de las políticas de innovación requiere de un actor central que, en los países latinoamericanos no puede ser otro que el Estado. “No sólo el gobierno, sino agencias estatales de innovación que tengan apoyo público, fondos suficientes y capacidad de autonomía", detalló.

Castells planteó que la coordinación y el impulso de las políticas de innovación requiere de un actor central que, en los países latinoamericanos no puede ser otro que el Estado. “No sólo el gobierno, sino agencias estatales de innovación que tengan apoyo público, fondos suficientes y capacidad de autonomía», detalló.

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“Permítanme recordarles que vivimos en una economía del conocimiento, de ámbito global, en la que la creatividad y la innovación son fuentes esenciales del incremento de la productividad, y la productividad es lo que permite el incremento de la riqueza que, bien administrada, aumenta el bienestar de las personas”, esta es una de las definiciones que sostuvo el sociólogo español Manuel Castells, durante la conferencia especial que brindó en el marco del seminario internacional “Diálogo sobre el nuevo contexto para las políticas de ciencia, tecnología e innovación”, organizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT).

Castells es profesor emérito en la Universidad de California en Berkeley y director del Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya. Entre 2004 y 2009 ocupó el puesto de profesor visitante en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y, de 2007 a 2010, en la Universidad de Oxford. Según el Social Sciences Citation Index, Castells es el académico de las ciencias sociales más citado del mundo en el área de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).

Del evento, además de Castells, participaron numerosos referentes nacionales y extranjeros que conformaron mesas redondas, paneles y conferencias donde se debatieron temas tales como: la dinámica productiva global y las opciones estratégicas para los países en desarrollo; estrategias competitivas, mercados e I+D; cómo se forma al ecosistema de ciencia, tecnología e innovación; claves para atraer al sector privado; la innovación como motor del cambio estructural.

Durante aproximadamente sesenta minutos, Castells supo conjugar una serie de datos rigurosos, experiencias personales y algunos toques de humor con los que cautivó la atención del público que había colmado la sala. La disertación llevó por título: “Modelos de innovación tecnológica en la era de la información: Silicon Valley, Finlandia, Instituto Europeo de Innovación y Tecnología. Implicancias para América Latina”. A continuación, una apretada síntesis de la ponencia.

La innovación al poder

En el inicio de su intervención, Castells sostuvo que la productividad que se genera a partir de la creatividad y la innovación en todos los sectores de la actividad económica es clave “para el desarrollo de la competitividad por la ‘vía alta’ y no por la ‘vía baja’, es decir, no por reducción de costos laborales y destrucción del medio ambiente sino por incremento del valor añadido de la producción, de modo que se puede producir más y mejor con menos recursos”. En consecuencia, la cuestión fundamental para el desarrollo en la actualidad depende de “cómo generar más eficientemente estos procesos de creatividad e innovación y de cómo difundirlos en las empresas que son, en último término, las creadoras de riqueza y las generadoras de empleo”, afirmó.

A partir de allí, Castells se abocó a la descripción de tres experiencias paradigmáticas que estudió durante años. La primera fue Silicon Valley, al que consideró como el centro mundial de la innovación desde los años 50 -con la revolución de la microelectrónica- hasta la actualidad, sobre la base de desarrollos en nanotecnología, bioelectrónica, y servicios educativos relacionados con la tecnología.

Para el sociólogo español, las claves de este éxito se manifestaron en los tres ámbitos clásicos de todo sistema productivo: materia prima, capital y trabajo. La materia prima utilizada fue la información y el conocimiento a partir del cual se generó el desarrollo tecnológico. Para que esto fuera posible resultó fundamental la participación de capital de riesgo para la constitución de empresas innovadoras, “aunque es cierto que, en un principio, resultó clave la financiación del Pentágono, porque la seguridad nacional no tienen precio”, ironizó. Y, finalmente, la presencia de una fuerza de trabajo especial, con alto nivel de talento, provista por las universidades estadounidenses “pero también, y ahí estuvo el secreto, con la absorción de los mejores ingenieros y tecnólogos de todo el mundo que emigraron hacia allí en busca de oportunidades que no encontraban en sus países de origen”.

Por último, destacó que a partir de los años 90 Silicon Valley dejó de ser un espacio territorialmente definido para pasar incorporarse como un nodo central en una red global de innovación. “Todos estos elementos definen que Silicon Valley seguirá siendo el centro mundial de la innovación”, vaticinó.

Posteriormente, Castells se refirió al caso de Finlandia “un modelo de innovación totalmente diferente del implementado en Silicon Valley, basado en la iniciativa del Estado”, que logró, en un proceso que se extendió entre 1995 y 2005, convertir a Finlandia en la sociedad de la información número uno del mundo.

La historia relata que la caída de la Unión Soviética provocó una profunda crisis en la economía finlandesa, lo que llevó a su gobierno a acelerar la inversión en ciencia e impulsar la construcción de un polo tecnológico centrado en las telecomunicaciones. La principal iniciativa surgió de la empresa Nokia que, con el apoyo del Estado, revolucionó el mercado mundial de la telefonía móvil ocupando el primer lugar mundial en ese rubro. Además, alrededor de Nokia, surgieron cientos de empresas medianas y chicas con gran capacidad de innovación.

El modelo también incluyó un fuerte financiamiento de las universidades que permitió financiar a estudiantes, hasta ocho años, para que trabajaran sobre proyectos de innovación tecnológica. Fruto de esta iniciativa surgieron Linus Torvalds, que desarrolló el sistema operativo LINUX, y Jarkko Oikarinen, creador del chat.

Otro elemento que Castells consideró clave para hacer efectiva la transferencia de las innovaciones desde la universidad hacia las empresas, fue la creación de una agencia estatal para el desarrollo y la innovación y, sobre todo, otra, llamada SITRA, destinada a proporcionar capital de riesgo. “En general, las agencias de capital de riesgo públicas otorgan subsidios encubiertos. En el caso de SITRA no fue así, tenía que demostrar la rentabilidad de sus inversiones”.

El tercer modelo, del cual participó el propio Castells y que se encuentra en pleno desarrollo, tiene que ver con las iniciativas que tomó la Unión Europea en los primeros años del siglo XXI para revertir el retraso tecnológico que estaba sufriendo respecto de Estados Unidos. En ese camino consideró esenciales la creación de dos instituciones: por un lado, en 2005, el European Research Council, similar a la National Science Foundation de Estados Unidos destinada a financiar proyectos de investigación básica de excelencia; y por otro, en 2008, el European Institute of Innovation & Technology, inspirado en el MIT (Massachusetts Institute of Technology), que permitió dinamizar la articulación con las empresas y la creación de numerosas start-ups.

Castells es profesor emérito en la Universidad de California en Berkeley y director del Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya.

Castells es profesor emérito en la Universidad de California en Berkeley y director del Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya.

La hora de América Latina

A la hora de pensar qué aspectos de los casos exitosos podían ser inspiradores para América Latina, Castells sostuvo que las reglas generales de la relación entre economía del conocimiento, innovación, creatividad, crecimiento de la productividad y aumento de la competitividad, son iguales en todas partes, pero remarcó que la clave es “adaptarlas a las estructuras productivas y a las culturas institucionales de cada país”. En ese sentido, señaló, como ejemplo, que “la innovación tecnológica y organizativa que se ha producido en el sector agropecuario de Argentina y Brasil demuestra que la cuestión no es sólo alta tecnología, es alta tecnologización de cualquier sector de actividad”.

Por otro lado, apuntó que las universidades siguen siendo esenciales como productoras de conocimiento y de recursos humanos altamente calificados, pero arrastran un grave problema: el corporativismo. “Este corporativismo se traduce en la idea de lo que en España llamamos -cuando se solicitan fondos del gobierno- ‘café para todos’, es decir a todos por igual. Ese es un grave error”. Para Castells, es necesario que los fondos públicos se concentren en algunos sectores estratégicos y centros de excelencia. “Las autoridades deben hacer apuestas a corto y largo plazo y, si se equivocan, que dimitan”, sentenció.

En la misma línea, aseguró que estos centros sólo serán exitosos si forman parte de redes nacionales que se articulen, a su vez, con redes mundiales de excelencia e innovación. “Pero no se trata de tener algún contacto con el MIT, Stanford o Cambrige, la cuestión es desarrollar el valor científico suficiente como para que a las redes mundiales les interese tener un nodo argentino. Si se trata de caridad o solidaridad no va a funcionar”, aseguró y concluyó, “por lo tanto, hay que ser bueno pero no se puede ser bueno en todo, así que es necesario concentrar los recursos donde sea más importante para el país”.

Otro elemento importante, según Castells, es la presencia de emprendedores, que son los actores sociales encargados de la implementación y difusión de la innovación. Pero, para que haya emprendedores, es necesaria la existencia de una cultura del emprendimiento que no es frecuente en la región. De allí la importancia de que las universidades desarrollen cursos para formar emprendedores y se impulsen normas legales e institucionales que faciliten la creación de start-ups. Claro que, para que todo eso funcione, es necesaria la existencia de un sistema de capital de riesgo y, en la actualidad, las instituciones financieras no parecen estar proclives a ese tipo de apuestas. “Las que yo conozco son, más bien, capital para mí y riesgo para ti”, bromeó. Por esta razón propuso la creación de una institución pública de capital de riesgo, al estilo finlandés, como herramienta apropiada para romper con el conservadurismo financiero.

Como cierre de su exposición, Castells planteó que la coordinación y el impulso de las políticas de innovación requiere de un actor central que, en los países latinoamericanos no puede ser otro que el Estado. “No sólo el gobierno, sino agencias estatales de innovación que tengan apoyo público, fondos suficientes y capacidad de autonomía. Que no dependan de mucha burocracia, que sean capaces de moverse con gran agilidad y que dispongan de la capacidad de utilización de recursos”, detalló.

Y de inmediato remató: “cuanto mayor sea el papel jugado por el Estado en este proceso de desarrollo, más trascendental será asegurar que en esas agencias exista un recurso muy escaso: honestidad y capacidad ética de responder a la esperanza ciudadana de concretar la transformación tecnológico científica para el bien social mediante una gestión impecable de servicio público”.