Inserción laboral de científicos

Distintos ámbitos, una vocación

José Groisman estudió Química en Exactas UBA. Apenas doctorado, aceptó una oferta para trabajar en la empresa farmacéutica Instituto Massone donde, actualmente, es director de Calidad, Investigación y Desarrollo. Durante la charla, afirmó que es tan válido desarrollar la vocación en la academia como en la industria, describió las diferencias del trabajo en laboratorio en los dos ámbitos y aseguró que, para las empresas, no es determinante que un postulante se haya doctorado.

16 Sep 2016 POR
"Afortunadamente la empresa me ha permitido estar muy activo y mantenerme bastante conectado con las tareas de investigación", dice José Groisman con satisfacción. Foto: Juan Pablo Vittori.

«Afortunadamente, la empresa me ha permitido estar muy activo y mantenerme bastante conectado con las tareas de investigación», dice José Groisman con satisfacción. Foto: Juan Pablo Vittori.

 

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– ¿Cuándo ingresaste a la Facultad?

– Ingresé en 1973 luego de hacer el secundario en la Escuela Técnica Ingeniero Huergo, en la especialidad química. Así que fui fiel a la carrera desde mi más tierna infancia. Siempre me fascinó la investigación en todos sus ámbitos, astronomía, física, matemática, y química, sin dudas, era una de las opciones que siempre tuve desde chico. La licenciatura la terminé en 5 años, o sea que me recibí en el 78.

– Mientras cursabas la licenciatura, ¿tenías alguna idea de lo que querías para tu futuro profesional?

– Fue una etapa muy hermosa de mi vida, estaba en un lugar que me gustaba, que era el ámbito de la ciencia, haciendo algo que me gustaba, con gente que me gustaba. Yo sí sabía que iba a hacer investigación. Y no más. Simplemente gozaba el día a día de la Facultad.

– Cuando estabas terminando tu licenciatura, ¿tenías decidido hacer el doctorado?

– Sí, contacté distintos grupos y se me dio la oportunidad en química orgánica con la doctora Lederkremer. Lamentablemente se prolongó más de lo que pensaba pero, tal vez, fue algo afortunado porque justo cuando terminé el doctorado, en 1986, apareció una convocatoria del Instituto Massone que buscaba una persona con las habilidades que yo había desarrollado en la Facultad, en la purificación y caracterización de glicoproteínas. Y bueno, estoy cumpliendo 30 años de trabajo en este laboratorio.

– ¿Cuáles fueron las razones que te llevaron a aceptar esta oferta de trabajo y a no seguir una carrera de investigador en CONICET?

– Yo tenía previsto irme al exterior para hacer un posdoctorado. Fue una de las decisiones más difíciles de mi vida. Noches sin dormir. Aun después de haberlo decidido, la pregunta sobre si fue la decisión correcta me persiguió durante muchísimo tiempo. Yo creo que la vocación de ser investigador es tan fuerte, asume tantas partes de tu personalidad, que nadie la deja haciendo una fiesta. De todas maneras creo que elegí bien, estoy muy contento con lo que hice. Así como me enamoré de la química, me enamoré de este trabajo. Afortunadamente la empresa me ha permitido estar muy activo, en la tarea que hago, que no es la de investigador full time pero me mantiene bastante conectado con las tareas de investigación.

– ¿El tema económico pesó mucho a la hora de tomar esa decisión?

"Muchas veces las personas se quedan donde están, en la industria o en la facultad, sólo por miedo al cambio", sostiene Groisman.

«Muchas veces las personas se quedan donde están, en la industria o en la facultad, sólo por miedo al cambio», sostiene Groisman.

– Sin dudas fue lo esencial. Para que te des una idea, cuando cobré el primer sueldo equivalía, más o menos, a lo que yo cobraba en la Facultad en un año. Si bien el dinero nunca me importó demasiado hasta que me recibí, con una familia y un hijo por venir empezó a cobrar más relevancia. De todas maneras, creo que lo esencial es la vocación. Si yo estuviera en una industria ganando dinero sin tener completa mi vocación tendría una vida vacía, habría sido una muy mala elección. Afortunadamente, este trabajo me ha permitido ambas cosas: tener un buen estándar económico y poder desarrollarme profesionalmente.

– Cuando un estudiante o un doctor decide trabajar a la industria, no suele ser una decisión valorada por sus compañeros o docentes de la Facultad. ¿Vos viviste esa situación?

– Sí, la viví y supongo que todavía ocurre hoy en día. Había una categorización por la cual se suponía que la gente que no era tan brillante se iba a la industria. Es una manera bastante mediocre de ver la vida y demuestra un escaso respeto por las decisiones del otro. Muchas veces las personas no te dicen la verdad y se quedan donde están, en la industria o en la facultad, sólo por miedo al cambio. Entonces, muchas de esas calificaciones, yo siempre sospeché que tenían que ver con una frustración de aquel que podría haberse ido y no se fue por miedo a cambiar. Conocí gente así, no era mucha pero había. Hoy en día, la industria demanda gente tan brillante como la Facultad, quizás, las habilidades que hay que tener y los desafíos que se enfrentan son, simplemente, distintos. Es como decir que un jugador de básquet es menos habilidoso que uno de fútbol. Creo que la Facultad tiene que preparar, fundamentalmente, gente para resolver problemas y devolver lo que la sociedad le dio. Hay gente que lo puede devolver en la Facultad enseñando, hay gente que lo puede devolver en la industria desarrollando cosas que las personas necesitan y creando empleo. Uno y otro ámbito de trabajo son completamente honorables.

– ¿Qué diferencias hay entre el trabajo de laboratorio en la academia y el que se lleva a cabo en una empresa privada?

– En la industria el trabajo es mucho más concreto, reclama resultados más rápidos, los tiempos son menos negociables. En la Facultad, el trabajo, tal vez, sea más arduo, porque uno está en la frontera del conocimiento pero los tiempos son más manejables. Es cierto que hay pedidos de subsidio que angustian, es cierto que cada tanto hay informes de rendición de cuentas, pero son menos exigentes y menos inmediatos. En la industria uno tiene exigencias de producción que son diarias. Creo que el trabajo en la industria reclama una atención permanente y un estado de estrés que la facultad no tiene.

– ¿Te parece más conveniente que un estudiante busque trabajo en la industria apenas termine su licenciatura o es mejor que primero haga un doctorado?

– Eso es muy difícil de responder porque vas a encontrar personas satisfechas con ambas situaciones. Depende del proyecto personal. Mi proyecto, desde que estaba en el secundario, era tratar de llegar lo más alto posible en el ámbito académico. Si yo tuviera aconsejar, les diría que estudien lo más posible.

– Y, desde el lado de la demanda, ¿la industria tiene en cuenta si un postulante se ha doctorado o no?

– Yo creo que cuando uno toma una persona lo hace por lo que sabe y no por el título que trae. Muchas veces el título indica lo que sabe pero no siempre. Vos podés tener un licenciado con una muy buena formación en un área y está perfecto para el puesto. Yo creo que, hoy en día, uno analiza mucho la personalidad del postulante porque la capacidad de trabajo en grupo es una condición necesaria en la industria para el éxito de cualquier proyecto. Es fundamental que la persona esté capacitada para trabajar en equipo. También la capacidad de análisis que tenga y no exactamente el saber que traiga. Y, obviamente, su background de conocimiento. O sea que la toma de una persona es una situación bastante compleja, tiene distintos aspectos y te diría que, en ese contexto, la diferencia entre licenciado y doctor es menor.

– ¿Tenés químicos jóvenes de Exactas trabajando en la empresa?

– Sí, tenemos. Son gente muy buena y tienen una capacidad de análisis de muy alto nivel.

– ¿Hay demanda de químicos en la industria?

– Entiendo que sí. Los desarrollos tecnológicos naturalmente generan demanda. Yo soy optimista, creo que la demanda existe y que debería crecer cada vez más si queremos ser una país en desarrollo.