Inserción laboral de científicos

Un doctor en la empresa

Jose Luis Mietta tiene 28 años y acaba de defender su tesis doctoral. En 2012, se graduó con el mejor promedio de su camada en la carrera de química. En ese momento se incorporó a una empresa privada y, en forma paralela, inició su doctorado. El único antecedente en Exactas UBA es el de Federico Svarc, graduado en química en 1974, que realizó su doctorado mientras trabajaba en la industria.

8 Oct 2016 POR
"Yo buscaba un compromiso entre el ambiente corporativo y el académico", señala José Luis Mietta. Foto: Nadia Bascopé.

«Yo buscaba un compromiso entre el ambiente corporativo y el académico», señala José Luis Mietta. Foto: Nadia Bascopé.

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Apenas graduado en química, en 2012, José Luis Mietta empezó a trabajar en una compañía farmoquímica. Posteriormente, pasó a una empresa del área de la química de materiales. En julio de 2016 defendió su tesis doctoral, bajo la dirección de los doctores Martín Negri y Pablo Tamborenea, ambos profesores en Exactas UBA. Para ello, debió hacer malabares de manera de conjugar su labor académica con las exigencias de su trabajo en la industria.

– ¿Por qué decidiste emprender el doctorado?

– Como estudiante, había trabajado dos años con Martín Negri con una beca Estímulo de UBA y, luego de recibirme, él me propuso hacer una tesis doctoral continuando la línea de investigación que habíamos comenzado. Iba a hacer la parte experimental en el laboratorio, y el resto, desde mi casa, para que se amoldara a mi situación laboral.

– Si estabas a gusto en el ámbito académico, ¿por qué fuiste a una empresa privada?

– Yo buscaba un compromiso entre el ambiente corporativo y el académico. En el ámbito privado, además de especializarte en los aspectos técnicos propios de la posición que ocupás, hay muchas cosas que aprender, por ejemplo, gestión de recursos humanos, finanzas, marketing, compras, entre otros. En ambas empresas en las que trabajé, estuve en el área de investigación y desarrollo.

– ¿Necesitabas el doctorado para tu trabajo?

– No. Lo realicé por mis ganas de aprender. En el ambiente profesional privado, al menos en mi experiencia, un gran porcentaje de las posiciones no requieren un alto grado de especialización académica, pero sí mucha experiencia. Se observa mayor especialización académica en puestos jerárquicos. Las empresas valoran el conocimiento si tiene alguna aplicación, pero no el título de doctor. En los servicios de búsqueda laboral online, en general, es difícil encontrar que una empresa pida doctor en química, salvo algunas industrias muy específicas.

– ¿Cuál es el aporte que brinda realizar una tesis?

– En el ámbito académico uno desarrolla una forma analítica de pensar, una forma diferente de atacar los problemas. Uno se detiene a buscar el fundamento, y no se conforma con cualquier respuesta.

"En el ambiente profesional privado, al menos en mi experiencia, un gran porcentaje de las posiciones no requieren un alto grado de especialización académica, pero sí mucha experiencia", afirma Mietta.

«En el ambiente profesional privado un gran porcentaje de las posiciones no requieren un alto grado de especialización académica, pero sí mucha experiencia», afirma Mietta.

– ¿Cuál es la diferencia con el ámbito privado?

– En la empresa, debido al caudal de trabajo, uno no cuenta con mucho tiempo para dedicarle a un problema, porque hay otras prioridades. En general, ante un problema, la gente se vale de su experiencia, y de las soluciones halladas a problemas similares. Trabajando en la empresa, lo que más me costó fue aceptar que, en algunos casos, no podía seguir profundizando porque no había tiempo y había que atender otros temas. Pero eso también ayuda a establecer prioridades, y también hay un aprendizaje.

– ¿Cómo lograste compatibilizar la tesis con el trabajo?

– Lo que a mí me motiva es la curiosidad. Tener un problema en la cabeza y encontrar la solución es un placer incomparable. Para hacer la tesis uno sacrifica muchas cosas, tiempo con la familia, con la pareja, horas de sueño. Era una vorágine. Pero era la motivación de avanzar y de querer resolver un problema. Recuerdo haber dejado rutinas de programación corriendo, a la noche, y despertarme dos horas antes de ir a trabajar para ver los resultados. Y, a la tarde, salir corriendo del trabajo para llegar a casa y seguir con la tesis.

– ¿Qué es más conveniente? ¿Buscar un trabajo y luego hacer la tesis, como fue tu caso, o encarar en primer lugar la tesis?

No me arrepiento de haber elegido lo que elegí. En realidad, debería haber una interconexión más fuerte entre el ambiente académico puro y el ambiente privado. En otros países existe, hay un flujo de comunicación y de recursos de manera que un doctorando puede hacer su tesis en una compañía, y ese conocimiento generado le sirve a la compañía, a la persona y a la universidad. Yo no he visto eso en la Argentina. A alguien recién egresado le diría que se puede aprender mucho de cómo se trabaja en el ámbito empresarial, y que no conviene guiarse tanto por lo que se dice. No son todas ciertas ni todas falsas las cosas que se dicen sobre el ámbito privado.

– ¿Qué te ha aportado el trabajo en el ámbito privado?

Otro tipo de exigencias. En general, las pautas vienen impuestas, y los tiempos son acotados. En el ámbito académico uno establece su propio rumbo. Además, hay compañías donde hay cambios abruptos de rumbo, y uno tiene que adaptarse. Uno tiene que aprender a amoldarse a esos cambios. Creo que sería importante implementar una política que facilitara a los graduados la posibilidad de moverse con fluidez entre ambos mundos. Eso existe en otros países, donde hay un mercado que puede absorber esos recursos formados. En la Argentina hay muy pocos espacios para que un graduado pueda doctorarse en el ámbito académico y luego ubicarse en el ámbito laboral, en un ambiente tecnológico.

– ¿Hay preconceptos acerca de esos diferentes ámbitos?

En el ambiente académico se dice que uno se va a trabajar a una compañía privada por el dinero. Y en el privado, se piensa que uno se queda en el ambiente académico por el ritmo de trabajo más tranquilo. El que conoce ambos ambientes sabe que eso no es siempre así. Hay gente que se va al ámbito privado porque busca otro tipo de aprendizaje, y hay quien se queda en el ámbito académico porque está contento con lo que hace y quiere seguir investigando.

– ¿Cómo se podrían combinar ambas alternativas?

Desconozco qué se necesita para que haya una vinculación más fuerte entre la empresa y la universidad, pero sería muy importante para ambas, y se podría avanzar en muchos aspectos. No creo ser el único con esta intención de aprender de esos dos diferentes ámbitos. Si existiera esa posibilidad, le abriría las puertas a mucha gente que estaría interesada.

Sensores flexibles

En ciertos procesos industriales, así como en la exploración del petróleo, es muy importante medir ciertas magnitudes físicas como la temperatura, la intensidad de luz, la presión o el campo magnético, entre otras. Para ello se desarrollan sensores que pueden transformar una magnitud física en una señal eléctrica medible. Estos, en general, se fabrican con metal, pues es un buen conductor de la electricidad. Sin embargo, es posible desarrollar sensores que combinen el metal con componentes orgánicos, lo cual ofrece muchas ventajas.

Precisamente, el trabajo de doctorado de José Luis Mietta consistió en desarrollar un sensor que mide presión mecánica y campo magnético, y está basado en un material orgánico y biocompatible: la silicona. El material es flexible y tiene la propiedad de conducir más electricidad cuando se lo aprieta. La patente está en trámite.

Mi trabajo consistió en ver si ese dispositivo podía cumplir su función y, además, podía comercializarse. Por otro lado, el objetivo era entender el fundamento de su forma de comportarse”, afirma Mietta, y prosigue: “La primera parte experimental de la tesis fue desarrollar el sensor, y la parte teórica, que hice desde casa, consistió en desarrollar modelos físicos que permitan explicar la clave de su comportamiento”, explica Mietta.

Un material flexible, que además es biocompatible y sensible a las presiones, podría tener usos en robótica y en biomedicina, en el desarrollo de prótesis. Por ejemplo, podría funcionar como una piel electrónica. El tacto es uno de los sentidos más complicados de emular.