Investigadores de diferentes departamentos de Exactas están elaborando una línea de base preliminar en las islas del frente de avance del Delta.
Medio ambiente

Ciencia en el Delta

A través de un proyecto UBANEX, de Extensión Universitaria de la UBA, investigadores de diferentes departamentos de Exactas están elaborando una línea de base preliminar en las islas del frente de avance del Delta. El objetivo es poder monitorear los cambios que se produzcan a causa de los proyectos inmobiliarios en la zona.

14 Jul 2011 POR
Investigadores de diferentes departamentos de Exactas están elaborando una línea de base preliminar en las islas del frente de avance del Delta.

Investigadores de diferentes departamentos de Exactas están elaborando una línea de base preliminar en las islas del frente de avance del Delta.

Los barrios privados que se están proyectando en la primera sección de las islas del Delta representan un riesgo para el frágil ecosistema del área. Asimismo, han generado preocupación en los pobladores que viven del aprovechamiento del junco, un recurso que podría resultar amenazado.

El Delta es un humedal, que se define como una zona de tierras planas, cuya superficie se inunda en forma intermitente, y constituye un hábitat importante para una gran variedad de seres vivos. Las plantas que allí crecen, denominadas hidrófitas, actúan como filtradores naturales del agua, gracias a la capacidad de sus tejidos de almacenarla y liberarla. Antiguamente los humedales eran drenados con el fin de aprovechar el terreno para la agricultura, pero hoy se los valora por las funciones que cumplen. En efecto, regulan los excesos y deficiencias hídricas, favorecen la mitigación de crecidas, en este caso por mareas y sudestadas, y por exceso de agua en el río Paraná, y la recarga y descarga del agua subterránea.

Precisamente, los emprendimientos inmobiliarios implican transformar los humedales en un sistema terrestre continental, mediante el relleno de tierras, o en un sistema lacustre, a través de la formación de lagunas y canales internos. De este modo, se altera la dinámica natural de la cuenca, pues se impide el libre escurrimiento de las aguas superficiales, y se inundan otras áreas del Delta. Así se acelera la escorrentía, las costas comienzan a desmoronarse y se modifica el curso natural de los ríos.

Pero ¿cómo se pueden registrar los cambios? Es más, ¿cómo se sabe que se deben a la acción humana? Una manera es contar con una línea de base, es decir, una “foto” del ecosistema tal cual está ahora, antes de que siga avanzando el empuje inmobiliario. Se necesita recolectar datos acerca de diversos parámetros del ecosistema que pueden variar debido a la actividad antrópica.

Ante esta urgente necesidad, los miembros del Foro de Recursos Naturales (RRNN), que trabajan desde 2006 en la Secretaría de Extensión Graduados y Bienestar (SEGB) de la Facultad, en coordinación con el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) convocaron a un conjunto de investigadores de disciplinas tan diversas como la biología, la química y la geología, entre otras. El objetivo fue presentarse a la convocatoria de los Proyectos de Extensión Universitaria de la UBA, denominados UBANEX Bicentenario, que cubren un aporte de hasta 30 mil pesos, según comenta Pablo Leal, investigador del Departamento de Ciencias Geológicas de Exactas y director del proyecto, que está codirigido por la bióloga Gabriela Hermitte en carácter de representante del Foro, mientras que Fabio Kalesnik, Silvia Marcomini y Romina Pessagno, también codirectores del proyecto, dirigen cada uno un grupo de investigación en las áreas de biología, geología y química, respectivamente.

El aporte de los investigadores de Exactas consiste en relevar el ecosistema en función de cómo puede ser alterado si avanzan los emprendimientos inmobiliarios. “Aprovechando que en esta Facultad hay mucha gente de diversas disciplinas que trabaja desde hace años en el Delta, decidimos constituir el UBANEX, en el cual participan decenas de profesionales”. De aquí a un año, el objetivo es generar una base de datos que sea una línea de base preliminar de la zona.

En el texto del proyecto puede leerse: “Se seleccionarán áreas modelo para comparar el patrón natural en relación con el ambiente intervenido relevando la información básica que permitirá comprender la dinámica evolutiva del sistema. Asimismo, es parte sustancial de este proyecto la capacitación de recursos humanos locales a través de la organización de talleres en los cuales la interacción entre investigadores, alumnos, isleños e integrantes de organismos municipales, provinciales y nacionales, permita obtener resultados orientados hacia el uso sustentable del medio ambiente”.

Con la información que se recabe, se podrán hacer reclamos en caso de que el ecosistema se altere debido a los emprendimientos. Si no se altera significativamente, por lo menos se podrán monitorear los cambios.

La tarea de cada grupo

Los geólogos relevarán la dinámica costera con el fin de evaluar la tasa de crecimiento y erosión de las islas. El ritmo natural con que crecen las islas puede verse alterado por los nuevos emprendimientos. “Puede que se efectúen dragados en zonas donde no deben hacerse, o se cambien los cursos de agua”, especifica Leal. También se analizarán los sedimentos, tanto aquellos que están en suspensión en el agua como los que se depositan en el lecho del río.

Mediante técnicas de paleomagnetismo se va a analizar la anomalía magnética de ciertos sedimentos para determinar zonas donde haya aporte de hidrocarburos como consecuencia del aumento en el tránsito de embarcaciones.

Por su parte, los biólogos realizarán un relevamiento de la fauna y las especies vegetales, para detectar especies de valor ecológico (endémicas, categorizadas como “en peligro”, “amenazadas” o “vulnerables”), así como evaluar la distribución de las comunidades de plantas y la composición, riqueza y diversidad de las distintas especies.

La vegetación podría sufrir cambios. “Con la desaparición de especies autóctonas típicas del humedal y la incorporación de otras nuevas, la vegetación puede convertirse en bosque”, señala Gabriela Hermitte, profesora en el Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental en la Facultad y miembro del Foro de Recursos Naturales. Y prosigue: “También se va a estudiar el ciclo del junco, que será de utilidad para los pobladores, ya que viven de ese recurso”.

Otro aspecto importante será la medición del efecto de filtrado del agua que ejerce la vegetación, en particular, los juncos. Si esta vegetación se modifica, se podría perder esa capacidad fundamental que posee este ecosistema, y que permite obtener agua potable, en contraposición con el agua de los arroyos periféricos, que generalmente se encuentra contaminada.

Los químicos se ocuparán de analizar el agua, centrándose en algunos contaminantes que son considerados relevantes en estos emprendimientos, porque pueden quedar expuestos a causa del movimiento de suelos. “Los vecinos están particularmente preocupados por la posible contaminación del suelo y del agua con metales”, explica Hermitte.

En la zona del Delta, habitan unas tres mil personas, según el último censo. Se trata de pobladores tradicionales que viven principalmente de la recolección del junco, que crece en la zona frontal de las islas, y lo emplean en artesanías y para la fabricación de cortinas. El proyecto prevé la realización de talleres donde los habitantes puedan establecer un vínculo con los investigadores, intercambiando saberes. Asimismo se les brindará capacitación para garantizar una explotación sustentable de los recursos.

Con la asistencia del INTI, los pobladores crearon una cooperativa a fin de mejorar el aprovechamiento del junco, y la comercialización de sus productos, en particular, las cortinas fabricadas con ese material.

La línea de base

Disponer de una línea de base supone identificar, dentro del ecosistema, una zona lo suficientemente virgen como para tomar como referencia y contraponer a las que están claramente degradadas. Para los pobladores, esta información les permitirá participar en audiencias públicas y sostener la necesidad de hacer un manejo adecuado de la zona, más allá de que los emprendimientos puedan continuar. El objetivo final es garantizar al menos un monitoreo o defender algunos recursos valiosos.

Si bien las empresas que explotan los emprendimientos inmobiliarios deben presentar informes de impacto ambiental, con una línea de base, “esa información siempre está teñida de parcialidad”, dice Leal. En esos informes no se relevan ciertos factores que pueden verse afectados por los emprendimientos.

“Para evitar el riesgo de parcialidad, los informes de impacto deberían ser realizados por el Estado”, resalta Leal.

Hermitte acota: “Nuestro trabajo debe ser objetivo, ni a favor ni en contra del emprendimiento inmobiliario. Vamos a relevar las variables que sean importantes para conservar ese ecosistema de manera sustentable”.

Gran parte del Delta ha sido declarada como reserva de la biosfera, pero los proyectos inmobiliarios se ubican fuera de esa área, entre el Paraná de las Palmas y el río Lujan.

La realización de líneas de base no es algo habitual en el país, en general se van haciendo a medida que surgen las necesidades; además, las realizan las mismas empresas, lo que pone en duda la imparcialidad. Cuando se hace desde el Estado, por lo general, se trata de revertir o rebatir la información provista ya por una empresa.

Los investigadores consideran que este proyecto permitirá determinar las condiciones actuales del ecosistema, los cambios que se han producido durante los últimos años como consecuencia de la urbanización del Delta y los procesos antrópicos que puedan llegar a eliminar o deteriorar uno de los sistemas de humedales más importantes del país.

“Los resultados permitirán generar información inédita y de suma importancia para poder evaluar proyectos de nuevos emprendimientos en la región, así como para la creación de nuevas áreas protegidas”, concluye Leal.

Freno judicial

Hay dos proyectos inmobiliarios en danza en la primera sección de islas del Delta, que es el ambiente más vulnerable de este ecosistema. Uno pertenece a la constructora Colony Park, y está ubicado en la primera isla del Delta más cercana a la ciudad de Buenos Aires (frente a San Fernando). Sobre él pesan graves querellas por “daño por estrago” y “usurpación” ante la Justicia Federal motorizadas por los isleños. El segundo emprendimiento se emplaza en la misma zona, y se encuentra clausurado, debido a una auditoría motorizada por el Municipio de Tigre, que estableció que el emprendimiento carece de factibilidad aprobada. Existen muchos más emprendimientos proyectados en la zona. Por tanto, lo que se decida respecto de los que están en curso de ser aprobados tiene un importante valor como antecedente.