Fumigación en ranchos. Foto: Ricardo Gürtler
El control del Chagas bajo estudio

Vinchucas, duras de matar

Un estudio científico sin precedentes, efectuado a lo largo de tres años en un área rural de la provincia del Chaco, encontró que los protocolos que se utilizan internacionalmente fallan a la hora de eliminar al insecto vector del Mal de Chagas. La amenaza de los focos silvestres y la clave de la participación comunitaria en el control.

4 Jul 2013 POR
Fumigación en ranchos. Foto: Ricardo Gürtler

Fumigación en ranchos. Foto: Ricardo Gürtler

Entrevista a Ricardo Gürtler

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A comienzos de los años ’90, el Chagas fue catalogado como la enfermedad parasitaria más seria de Latinoamérica. En ese contexto, en 1991, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay –con el liderazgo de la Organización Panamericana de la Salud- lanzaron la denominada “Iniciativa del Cono Sur contra la enfermedad de Chagas”. A través de un Programa que incluyó, por un lado, el análisis de la sangre destinada a transfusiones y, por otro lado, la aplicación de insecticidas para eliminar a la vinchuca –principal vector de la enfermedad–, la Iniciativa se propuso como meta interrumpir la transmisión del Trypanosoma cruzi -el parásito responsable del mal- para el año 2005.

Pero si bien se documentaron avances significativos en ese sentido, la eliminación de la vinchuca y de la transmisión todavía es materia pendiente. Particularmente, en muchas comunidades rurales y periurbanas del Gran Chaco, un área de más de un millón de kilómetros cuadrados compartida por Bolivia, Paraguay y Argentina.

En la región chaqueña argentina, la recurrente reaparición de vinchucas luego de rociar las viviendas con insecticidas se asoció con la persistencia de focos residuales en los alrededores del domicilio (focos peri-domésticos). Sería entonces desde allí –se pensó– que los insectos reinfestarían los hogares. Sin embargo, la fumigación de las casas y de los focos peridomésticos –aun utilizando doble dosis de insecticida– no evita que las vinchucas reaparezcan en las viviendas.

Para tratar de entender el proceso de reinfestación de los domicilios y evaluar la efectividad de los protocolos de fumigación llevados a cabo por los programas oficiales de control del Chagas, un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA  –junto a colegas de Bolivia, Paraguay, Francia y EEUU– lanzó un arduo proyecto de investigación a nivel regional, uno de cuyos principales resultados acaba de publicarse en la revista científica PLoS Neglected Tropical Diseases.

“Encontramos que los procedimientos utilizados para controlar al insecto vector de la enfermedad tienen una efectividad bastante limitada”, revela Ricardo Gürtler, investigador del CONICET y director del Laboratorio de Eco-Epidemiología de Exactas-UBA.

Por su minuciosidad y por su extensión en el tiempo y en el espacio, el estudio no tiene precedentes. Por un lado, porque fue realizado por personal altamente entrenado para localizar vinchucas y para efectuar correctamente las fumigaciones. Por otro lado, porque abarcó un área rural bien delimitada de 450 km2 de la municipalidad de Pampa del Indio, en la provincia del Chaco en donde, a lo largo de tres años y con una periodicidad de cuatro a siete meses, se inspeccionaron en total 4.053 sitios de 411 casas.

 Sorpresa

La primera intervención, en noviembre de 2007, consistió en un exhaustivo relevamiento de todas las casas y la aplicación de insecticida en todos los sitios en los que se encontraron vinchucas. «Nosotros esperábamos un fortísimo impacto entre los cuatro y los doce meses posteriores al primer rociado, pero en lugar de encontrar ausencia de insectos encontramos un 10% de infestación”, señala Gürtler. “Ese es un nivel muy importante que nos alertó sobre una moderada resistencia a los piretroides, que son los insecticidas que se usan para combatir a la vinchuca desde hace unos 30 años”, completa.

Siguiendo los protocolos de fumigación que se utilizan habitualmente, los investigadores efectuaron relevamientos sucesivos cada cuatro a siete meses y, en aquellos sitios en los que encontraban alguna vinchuca, volvían a aplicar piretroides. Finalmente, en un par de oportunidades, trataron los focos persistentes con otro tipo de insecticida, más potente pero también más tóxico.

“Descubrimos que los tratamientos selectivos, es decir, aquellos en los que sólo se rocían los focos donde se encuentran vinchucas, no tienen efecto”, consigna Gürtler, y explica: “Como los métodos de detección son groseros, es altamente probable que en las cercanías del sitio rociado pueda haber otros focos que no se llegan a detectar, pero que emergen seis meses después. Además, la aplicación del insecticida probablemente estimule la dispersión de aquellos insectos que están en las cercanías los que, cuando ‘sienten un olor raro’, escaparían hacia otros lugares que no fueron rociados”.

 ¿De dónde vienen?

Vinchuca. Foto: Archivo CePro-EXACTAS

Identificar el origen de los insectos reinfestantes es un paso crucial para comprender la dinámica de este proceso. En ese camino, se tejen varias hipótesis. Entre ellas, que las vinchucas que “reaparecen” provendrían de focos residuales, sea porque no se encontraron durante la inspección, o porque “escaparon a tiempo” del insecticida o porque se hicieron resistentes a los piretroides. También, podría tratarse de ejemplares que llegaron al lugar por transporte pasivo, es decir, trasladados por el hombre en sus vehículos o entre sus pertenencias.

Tampoco puede descartarse que hayan alcanzado la zona por sus propios medios: “Las vinchucas vuelan más de lo que se creía. Pueden recorrer sin problemas unos dos kilómetros. Y también hay evidencias de que pueden caminar cientos de metros”, ilustra Gürtler.

Otra posibilidad es que provengan de focos silvestres, es decir, de ambientes naturales –poco o nada modificados por el ser humano– que pueden estar más o menos próximos a la vivienda. “Con los medios que hay en la actualidad los focos silvestres son intratables. No se pueden eliminar ni controlar, y podrían representar una amenaza para la reinfestación de las viviendas”, subraya.

Para intentar establecer el origen de las vinchucas reinfestantes, la bióloga María Sol Gaspe, integrante del equipo de investigadores de Exactas, estudió la morfología geométrica de las alas de los insectos que existían en un determinado lugar antes y después de la fumigación. Debido a que la forma y el tamaño de las alas están determinados principalmente por aspectos genéticos, esta técnica permite establecer relaciones de parentesco entre poblaciones de vinchucas.

“Encontramos que la mayor parte de las vinchucas que reinfestaron ese lugar no se diferenciaban de las que había antes de la aplicación del insecticida, lo cual apoya la hipótesis de que provenían de focos residuales”, explica Gürtler. Los resultados de este trabajo fueron publicados en la revista científica Infection, Genetics and Evolution.

Por otra parte, la suposición de que el transporte pasivo es responsable de la reinfestación se verificaría en algunas zonas donde nunca se aplicaron piretroides y, sin embargo, se encontraron vinchucas con alta resistencia a esos insecticidas. “Eso fue una novedad terrible y muestra que el problema es regional, porque los insectos podrían haber llegado desde lugares de Salta o de Bolivia en los que se ha rociado muchísimo y hay alta resistencia», cierra Gaspe.

Después de tres años de vigilancia intensiva y de aplicación de insecticidas en los lugares donde se detecta algún insecto, siguen apareciendo vinchucas. “Esto demuestra que el tratamiento selectivo del foco no es suficiente. Mínimamente hay que tratar toda la vivienda y, en lo posible, ir un poco más allá del domicilio, porque si encontraste un foco en un lugar es muy probable que haya otros focos cerca”, afirma Gürtler.

Para el experto, “el gran problema” en las zonas rurales del Gran Chaco es mantener el control del vector y de la enfermedad de manera sostenible en el tiempo, y –opina– la llave para lograr eso es la participación comunitaria y multisectorial en el proceso de vigilancia. “Cuando llegamos a Pampa del Indio para hacer este trabajo, hacía doce años que los programas de control no trataban las viviendas”, revela Gürtler, y advierte: “Si no se continúa con la vigilancia y los rociados, en  pocos años se volvería casi a la misma situación que había cuando comenzamos”.

 

Un nuevo camino

Tras cinco años de trabajo continuo, que posibilitaron mantener controlado al vector en la totalidad del municipio, el proyecto transita actualmente por una nueva etapa. “En el 2010 comenzamos a hacer el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad de Chagas en las zonas rurales del municipio. Hasta ese entonces, los tratamientos prácticamente sólo se hacían en las zonas urbanas, donde no hay vector”, comenta Gürtler. “Los pobladores rurales de toda la región no saben si están infectados y tampoco saben que hay un tratamiento disponible y efectivo”, observa.

La enfermedad sólo presenta síntomas en el momento de la infección y luego estos desaparecen. Debido a ello, el enfermo no presta atención a la dolencia, que sigue su curso silenciosamente. Por otra parte, la medicación puede provocar efectos colaterales -a veces serios- y debe tomarse sin interrupciones durante 60 días. Por eso, la decisión de iniciar el tratamiento de un paciente debe estar acompañada por un contexto de mínimo riesgo de volver a infectarse.

“Lo que este proyecto está haciendo es sostener al mismo tiempo dos acciones: mantener controlado al vector y tratar al paciente diagnosticado y, a su vez, investigar los procesos de índole eco-epidemiológica y socio-demográfica que determinan su relativo grado de éxito”, destaca Gürtler, y finaliza: “Para mí, haber llegado a la etapa del diagnóstico y el tratamiento de las personas corona un proyecto que combina la investigación desde la universidad pública con la acción conjunta con los ministerios de salud locales en zonas rurales marginales, étnicamente mixtas, cuyas comunidades nos han aceptado y nos han permitido avanzar conjuntamente en pos de la eliminación del Chagas como problema de salud pública”.

El equipo completo

Además de Gürtler y Gaspe, integran el equipo que publicó este trabajo, Juan Gurevitz, Gustavo Enríquez, Yael Provecho y Uriel Kitron.

Los fondos que financiaron esta investigación-acción fueron provistos por el NIH-NSF (EEUU), IDRC (Canadá), TDR/WHO y la UBA. Y la Fundación Mundo Sano brindó alojamiento y laboratorio de campo.