Autismo

Aislarse del mundo

En el laboratorio que dirige Amaicha Depino, un equipo investigadores e investigadoras tratan de entender qué eventos, durante el desarrollo embrionario, pueden contribuir a que se produzcan trastornos del espectro autista. Sospechan que una droga utilizada como anticonvulsivante, el ácido valproico, podría estar involucrada.

19 Oct 2018 POR

 

Se utiliza el término de manera habitual y, con frecuencia, con demasiada ligereza para hablar de personas que tienen poco interés por el entorno o poco contacto con la realidad. Sin embargo, el autismo o, mejor dicho los trastornos del espectro autista (TEA) abarcan un abanico muy amplio de síntomas que, en su manifestación fenotípica, se caracterizan por deficiencias persistentes en la comunicación y en la interacción social, pero también se expresan con patrones de conducta estereotipados, restrictivos y repetitivos.

En el Departamento de Fisiología y Biología Molecular, un grupo de investigadores dirigidos por Amaicha Depino busca dilucidar y comprender las bases fisiológicas que podrían ser las causantes de este trastorno que, según estudios epidemiológicos, afectan a un número que oscila entre dos y veinte niños y niñas de cada mil, con una incidencia 4 veces mayor en varones que en mujeres.

“El autismo es un desorden severo del desarrollo neural y, si bien hay consenso acerca de la existencia de un componente genético, la alta heterogeneidad genética que existe sugiere la interacción entre una predisposición genética y un factor ambiental”, explica Depino. “En el laboratorio tratamos de entender qué eventos, durante el desarrollo, pueden contribuir al autismo, y de qué manera pueden hacerlo.

Las y los investigadores han observado desde hace tiempo que las personas gestantes que tomaban ácido valproico (VPA) como tratamiento para la epilepsia y continuaron tomándolo durante el embarazo, tenían mayores probabilidades de tener hijos o hijas con autismo. “En el laboratorio trabajamos en un modelo de autismo en roedores mediante la exposición prenatal al ácido valproico, una droga anticonvulsivante”, explica Depino.”Las crías expuestas al VPA durante el desarrollo muestran, cuando son adultas, menor sociabilidad; por ejemplo, exploran durante menos tiempo a ejemplares de su misma especie que no conocen. Como los déficits en las interacciones sociales son uno de los síntomas centrales en el autismo, al igual que otros grupos estamos utilizando este modelo para tratar de entender qué es lo que sucede en el cerebro durante el desarrollo, que resulta en menor sociabilidad en la adultez”, agrega.

Varios años después de ese dato epidemiológico se puso a punto un modelo en roedores donde la exposición a una única inyección de ácido valproico prenatal en la madre hace que esas crías sean menos sociables y tengan algunos otros síntomas que están relacionados con el autismo como el comportamiento repetitivo y estereotipado. Hay varios laboratorios en el mundo trabajando en este modelo. “La idea, cuando uno trabaja en un modelo, es tratar de entender qué pasa a nivel fisiológico, celular y molecular para producir este fenotipo que nos ayudaría a entender por qué aparecen los síntomas en los humanos”, sostiene la investigadora. En este momento el laboratorio tiene dos grandes líneas de trabajo. Una de ellas consiste en estudiar las razones por las cuales el autismo tiene una incidencia mucho mayor en varones que en nenas -“de hecho es cuatro a uno”, aclara Depino-. “Lo que pudimos observar es que el modelo de autismo producido por ácido valproico muestra el fenotipo en los machos pero no en las hembras. Lo que queremos entender ahora es si es que hay un fenómeno de resiliencia en las hembras, que hace que el ácido valproico no pueda ejercer ese efecto sobre la sociabilidad, o si es que los machos son más susceptibles”, describe la especialista. La idea es intentar comprender por qué ocurre lo mismo en los seres humanos.

La otra línea con la que trabaja el equipo de investigadores intenta comprender los mecanismos involucrados en revertir el efecto del ácido valproico. “Normalmente los animales que están expuestos prenatalmente al VPA son destetados junto con otros ratones que también son autistas. Lo que hicimos fue mezclarlos con ratones comunes -ratones control- y vimos que, si los animales desde el destete hasta la adultez crecen con ratones controles, revierten el fenotipo; es decir, tienen los mismos niveles de sociabilidad que un ratón normal sin ningún tipo de disminución”, dice Depino. Usando un tomógrafo parecido al de humanos pero para animales pequeños, el grupo de investigadores buscó regiones del cerebro que pudieran estar alteradas en cuanto a su metabolismo. “Identificamos una región, la corteza piriforme, que se encontraba alterada en ratones expuestos a VPA y criados con otros ratones VPA pero que era normal en ratones que crecieron con ratones control. En este momento estamos tratando de entender qué es lo que está afectado en la corteza piriforme y cómo esas alteraciones pueden causar estos problemas de sociabilidad en los roedores, con la idea de tratar de aportar a comprender qué es lo que pasa en humanos”, afirma Depino.

El autismo es un trastorno complejo y requiere del trabajo interdisciplinario de médicos, psicólogos, docentes y, tal como sucede en este caso, biólogos. Y, aunque la solución, sin dudas, no la dará una sola disciplina, Depino y su equipo esperan que su trabajo “contribuya a una mejor comprensión de la enfermedad y al eventual desarrollo de tratamientos”.

 

Laboratorio de Neurobiología del Autismo (IFIBYNE)

2do piso, IFIBYNE, Teléfono: 4576-3368/3386 Interno 250,
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Dirección: Dra. Amaicha Depino
Tesistas de doctorado: Lic. Cecilia Zappala, Lic. Araceli Seiffe, Lic. Mauro Ramirez
Tesistas de grado: Natalí Salgueiro, Sofia Degiorgi