Basura: el plato del día de la gaviota cocinera

Pájaro que comió…

Los desechos siguen siendo un problema que precisa una solución. En la Patagonia, los basurales a cielo abierto y los descartes pesqueros son alimento de fácil disponibilidad para la gaviota cocinera. Este recurso parecería estar asociado con el aumento poblacional de la especie, que se ha observado en los últimos años, lo cual traería aparejados diversos problemas para el hombre y el ambiente.

16 Nov 2015 POR
La gaviota cocinera es un ave que tiene la posibilidad de comer una gran variedad de alimentos. Tiene la capacidad, como los humanos, de comer de todo y adaptarse a cualquier ambiente. Es lo que en ecología se denomina especie generalista. Foto: John Haslam.

La gaviota cocinera es un ave que tiene la posibilidad de comer una gran variedad de alimentos. Tiene la capacidad, como los humanos, de comer de todo y adaptarse a cualquier ambiente. Es lo que en ecología se denomina especie generalista. Foto: John Haslam.

En nuestro país se generan más de 14 millones de toneladas de basura al año. En general, toda esa enorme cantidad de residuos urbanos es acumulada en rellenos sanitarios y, en el peor de los casos, en basurales a cielo abierto. Muchas son las palabras que se han escrito acerca del impacto que genera la basura en el ambiente: contaminación de aguas subterráneas, empobrecimiento del suelo, foco de enfermedades, generación de olores y pérdida de la belleza del paisaje.

Sin embargo, la acumulación de basura puede traer problemas quizás impensados e impactar directamente sobre el normal funcionamiento del ecosistema. Este es el caso de la llamada gaviota cocinera (Larus dominicanus) en la costa patagónica, cuya población ha ido en aumento en las dos últimas décadas. “Se cree que en mayor medida el crecimiento poblacional se debe a la disponibilidad de alimento que encuentran en los basurales pesqueros y urbanos de la región”, comenta el doctor Pablo Yorio, investigador principal del CONICET en el Centro Nacional Patagónico (CENPAT). El problema está en que la interacción de esta especie con el hombre puede traer aparejados inconvenientes tales como transmisión de enfermedades e incluso afectar a otras especies de la región.

Residuos en la costa patagónica
Los basurales (que aumentaron por el crecimiento de la población en la costa de Chubut), sumados a los residuos de la actividad pesquera, quedan a disposición de las aves que pueden aprovecharlos como alimento. Foto: www.prensa.argentina.ar

Los basurales (que aumentaron por el crecimiento de la población en la costa de Chubut), sumados a los residuos de la actividad pesquera, quedan a disposición de las aves que pueden aprovecharlos como alimento. Foto: www.prensa.argentina.ar

Al ingresar a Puerto Madryn, el paisaje habla por sí mismo. A la vista: un enorme basural a cielo abierto donde se deposita la mayoría de los residuos urbanos de la región. En esta localidad turística de la Argentina, según datos de la Secretaría de Turismo, arriban desde hace varios años alrededor de 100 mil personas en cada temporada, duplicando la población estable. Y con esa enorme cantidad de turistas vienen también, inevitablemente, sus residuos…

La basura no solo aumenta por el crecimiento de la población sino también a causa de una de las actividades económicas más importantes de la región: la pesca. A lo largo de la costa patagónica existen más de treinta plantas de tratamiento que arrojan los descartes pesqueros junto con los residuos urbanos o los depositan en otras zonas a cielo abierto. Estos desechos, además de su impacto sobre el ambiente –como la contaminación de las aguas, la tierra y el aire– quedan a disposición de las aves, que los aprovechan como alimento.

Tenedor libre

Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas de un mar tranquilo. Chapoteaba un pesquero a un kilómetro de la costa cuando, de pronto, rasgó el aire la voz llamando a la Bandada de la Comida y una multitud de mil gaviotas se aglomeró para regatear y luchar por cada pizca de alimento.” Así comienza el famoso libro Juan Salvador Gaviota del escritor norteamericano Richard Bach. Un escenario muy similar es posible encontrar en la costa del Atlántico donde habita la gaviota cocinera junto a otras aves marinas. El grupo de investigación dirigido por Pablo Yorio ha dedicado mucho trabajo a estudiar la ecología de la gaviota cocinera, entre otras razones, por su abundancia. “Esta especie está ampliamente distribuida, llega a ocupar hasta 5000 kilómetros de costa, desde la provincia de Buenos Aires hasta la Antártida, y es la más abundante en comparación con el resto de las especies de gaviotas”, comenta Yorio.

La gaviota cocinera, tal como lo propone su nombre, es un ave que tiene la posibilidad de comer una gran variedad de alimentos. A diferencia de otros animales que sobreviven con un solo tipo de vianda, la gaviota tiene la capacidad, como los humanos, de comer de todo y adaptarse a cualquier ambiente. En ecología se dice que la especie es generalista, porque consume diversos tipos de alimentos, y oportunista, porque puede adaptarse y sobrevivir en diversos ambientes.

Esa estrategia alimentaria ha permitido que la gaviota incursione en fuentes de alimento que son proporcionadas por el hombre. Y cuando se habla de que pueden comer de todo es porque, también, pueden comer basura. “No todas las especies de aves marinas pueden alimentarse de los residuos urbanos. Hay una cantidad un poco mayor de aves marinas que aprovechan los residuos pesqueros, pero la gaviota cocinera, por sus características de ecología alimentaria, es una de las que más lo hace”, aclara Yorio.

Por otro lado, el investigador agrega: “Si el alimento es uno de los factores reguladores primarios para muchos organismos animales y en las aves marinas es uno de los factores de regulación poblacional por excelencia, es esperable que, si la especie pasa a tener una gran cantidad de alimento disponible, que no solo es abundante sino que además es predecible en tiempo y espacio, eso vaya a repercutir a nivel demográfico”. Según explica, las fuentes de alimento que proporciona el hombre son de fácil acceso para las gaviotas tanto porque su ubicación es siempre la misma como porque siempre están presentes.

Además, en el caso particular de los residuos que produce la pesca, se trata de recursos alimenticios que en condiciones naturales no están disponibles para esta especie. En el mar, la gaviota se alimenta principalmente de peces, crustáceos y moluscos, que se encuentran en la superficie, mientras que los residuos pesqueros de la mayor parte de las flotas que operan en la Patagonia son descartes de merluza, un pez que habita en las profundidades.

De esta forma, la gaviota tiene a su disposición una gran cantidad de recursos. Esta situación permite que mejore la condición física y la supervivencia anual de los individuos y que aquellos más jóvenes –con poca experiencia en la búsqueda de comida– tengan comida gratis. “La hipótesis subyacente es que este alimento está sustentando el crecimiento poblacional. De hecho, los sectores que muestran un claro crecimiento sostenido son los que están asociados a los caladeros de pesca de arrastre más importantes en Patagonia, en el golfo San Matías, en Río Negro, y en el norte del golfo de San Jorge, en Chubut”, explica el investigador.

Muchas gaviotas, ¿y qué?

La facilidad de estas aves de utilizar la basura y los descartes pesqueros como alimento además de otras fuentes generadas por los seres humanos (las aguas servidas, el alimento balanceado, los recursos asociados a la agricultura), da como resultado que las gaviotas entren en contacto con el hombre. “La cercanía a las ciudades tiene dos consecuencias inmediatas”, añade Yorio.

Uno de los potenciales problemas que puede traer la gaviota cocinera en su relación con el hombre es que, dado que utilizan los basurales urbanos a cielo abierto que se encuentran en las ciudades, los aeropuertos que se hallan en ellas terminan recibiendo el efecto colateral. La presencia de aves en las cercanías de aeropuertos constituye un riesgo en todo el mundo, denominado peligro aviario, ya que pueden colisionar con los aviones y provocar incidentes en el normal funcionamiento de la operación aeronáutica. En el caso de las gaviotas, como explica el investigador, no es un problema serio como lo es con otras aves en el mundo, pero se han registrado problemas en varios aeropuertos del cono sur. “En la Argentina hay casos en Río Negro y Chubut y, por lo tanto, dentro de lo que es el manejo del aeropuerto, las autoridades deben hacer un monitoreo de las poblaciones circundantes”, completa Yorio.

El otro problema es que, al estar en contacto con residuos o fuentes de contaminación, pueden transformarse en vectores de patógenos. Se ha demostrado que la gaviota cocinera puede llevar consigo una cantidad amplia de bacterias, entre las cuales hay algunas peligrosas para el ser humano, como la Salmonella. De esta forma pueden representar un riesgo de transmisión de enfermedades e incluso contaminar cultivos de maricultura, lo cual genera un riesgo potencial no solo a la salud humana sino que también produce un impacto sobre las principales actividades económicas de la región.

Ballenas y gaviotas, en conflicto
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Si bien aún no se sabe con certeza si el ataque de las gaviotas podría traer problemas graves a las ballenas como comprometer su salud, crecimiento (en el caso de las crías) y su supervivencia, se ha demostrado que afecta su comportamiento. Foto: Julia R Tappa Palandri/Flickr.

Entre los apremios que pueden traer las aves para el hombre hay uno que es particular de la gaviota cocinera y del que se ha estado discutiendo arduamente en los últimos años. Este problema es la relación de depredación que se ha establecido entre las gaviotas y la ballena franca austral (Eubalaena australis).

“Antes de la década de los setenta, la interacción entre las dos especies era la propia de un carroñero que se alimentaba de otra especie animal, ya que las gaviotas comían restos de ballenas muertas, además de alimentarse de otras presas habituales. Sin embargo, a partir de la década de los setenta, algunas gaviotas comenzaron a alimentarse de la piel y la grasa de ballenas vivas causándoles lesiones y transformando la relación en parásita”, comenta la bióloga Carina Marón, miembro del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) quien ha trabajado directamente en el tema en cuestión.

Ambos investigadores concuerdan en que el ataque de las gaviotas hacia las ballenas tiene un impacto sobre la sensibilidad de la comunidad y los turistas que “no desean observar” cómo las ballenas, el atractivo principal de la región, son molestadas por el incesante picoteo de las gaviotas.

No obstante, ambas especies son nativas y el aprendizaje del comportamiento ha surgido naturalmente. Se cree que esta relación parasitaria ha ido en aumento en parte por el crecimiento en número de las gaviotas. “Cuando hay más, existen más chances de que un mayor número aprenda el comportamiento de ataque”, opina Marón. Sin embargo, según aclara Yorio: “No hay una clara relación entre el número de individuos y la intensidad del problema sino que es la lógica la que indica que, a mayor número, mayor intensidad, pero esa hipótesis no está demostrada”.

Por otro lado, si bien aún no se sabe con certeza si el ataque de las gaviotas podría traer problemas graves a las ballenas –como comprometer su salud, crecimiento (en el caso de las crías) y la supervivencia–, se ha demostrado que afecta su comportamiento. Estos animales gigantes y carismáticos responden a los ataques escondiéndose bajo el agua o aumentando la velocidad de natación para evitar los acosos. Así, además de modificarse la actividad normal de las ballenas, disminuye su interacción con los observadores y los turistas. Por ello, Yorio considera que, en el caso de la relación entre la gaviota cocinera y la ballena, se generó una situación que pasó a un rango de problema social.

Posibles soluciones

Como en cualquier conflicto, para proponer una adecuada solución, primero se debe conocer bien el problema. Así lo propone el investigador Pablo Yorio quien, junto a su grupo, se dedica a estudiar las variaciones demográficas de la gaviota cocinera y a entender cuánto del crecimiento poblacional que se observa se debe a causas humanas.

Por su parte, Carina Marón propone seguir estudiando la frecuencia de ataques de las gaviotas a las ballenas como fuente de información para poder encontrar soluciones. Finalmente, ambos están de acuerdo en que la reducción de los basurales a cielo abierto y el mejor tratamiento de los residuos pesqueros, a pesar de tener efectos a largo plazo, representan una solución multipropósito.

 

Una relación difícil

La investigadora Ana Fazio y su grupo de trabajo del CENPAT-CONICET se embarcaron durante tres años desde Puerto Pirámides para realizar avistajes con el fin de estudiar la interacción entre las gaviotas y las ballenas.

“El principal factor que influye es la edad de la ballena. Porque vemos que las más atacadas son las crías”, señala Fazio. Lo que ocurre es que las crías crecen de tamaño rápidamente y la consecuencia es que están todo el tiempo mudando de piel. Este hecho sumado a que la piel es más fina y débil que la de los adultos convierte a las crías en un blanco más fácil para las gaviotas.

“Otro factor que también afecta la frecuencia de los ataques es el viento”, agrega Fazio y prosigue: “La Patagonia es muy ventosa y las gaviotas son excelentes planeadoras por lo que pueden aprovechar el viento de manera extraordinaria. Están arriba de la ballena y, cuando esta sube a la superficie a respirar, hacen un ataque y vuelven a subir y se quedan ahí justo arriba de la ballena como si fuesen un helicóptero, pero sin gastar nada de energía. Mientras que los días que no hay viento, no tienen ese sustento que le genera el viento para volar y entonces la gaviota tiene que estar aleteando, gastando energía. Lo que pudimos ver nosotros es que en los días en los que no hay viento la cantidad de ataques es menor, ínfimo, mientras que en los días de vientos mayores, sin que sean huracanados, los ataques de las gaviotas son mayores”.

Por último, también influye la época del año. Los investigadores encontraron que existe un pico de ataques entre los meses de julio, agosto y septiembre, lo cual coincide con el mayor número de ballenas y gaviotas en el golfo.