Oscar Donadío en el laboratorio de la escuela nro. 26 en el delta del Tigre
Ciencia y educación

“Hago cartonerismo científico”

Así se define Oscar Donadío, biólogo y profesor de escuelas del Delta, donde construye con sus alumnos baldosas, maceteros y hasta borradores a partir de desechos, así como también experimentan nociones de física y química con instrumental recuperado de laboratorios.

31 May 2012 POR
Oscar Donadío en el laboratorio de la escuela nro. 26 en el delta del Tigre

Oscar Donadío en el «Aulatorio» de la escuela nro. 9 en el delta de San Fernando con uno de sus experimentos.

Entrevista a Oscar Donadío

Descargar fragmento de la entrevista a Oscar Donadío en MP3

 

“Yo hago cartonerismo científico”, dice el biólogo y docente del Delta,  Oscar Donadío, quien recupera aparatos de laboratorio en desuso, y los vuelve a la vida en su “Aulatorio” isleño. Allí estudiantes secundarios reproducen la pila de Volta con tapitas de cerveza o construyen, a partir de desechos, baldosas, maceteros, juegos de ajedrez, hasta borradores para el pizarrón, que los llevó a ganar una mención Especial del Programa de Escuelas Solidarias de la Presidencia de la Nación, en 2005.

A orillas del río Carabelas, en la Segunda Sección del Delta de San Fernando, alumnos de la Escuela Media Nro. 9, crean, aprenden y sorprenden en un amplio salón, mezcla de aula y laboratorio, bautizado como Aulatorio por Donadío, licenciado en biología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, y Profesor de Enseñanza Media y Superior en Biología del Centro de Formación e Investigación en Enseñanza de las Ciencias (CEFIEC). Precisamente, él volvió en más de una oportunidad a recorrer los laboratorios de la Ciudad Universitaria, donde se graduó, y preguntar: “Tenés un espectrómetro que no uses?… Así fui juntando cosas y armando lo que hay. Lo usamos para experimentar e inventar”, dice mientras señala un viejo microscopio, un miliamperímetro, un voltímetro, entre otros instrumentos recuperados.

Uno de ellos es un destilador que “traje de Exactas donde le habían dado de baja,  estaba en el galpón de los recuerdos. Lo limpié, le quité el sulfatado y andaba”, memora. Al principio no lo podían usar porque les faltaba la instalación de agua en el lugar. “Recién a fin del año pasado, un padre se solidarizó con la idea, si su hijo tenía mejores instalaciones en la escuela podía desarrollar mejor sus potencialidades, entonces donó la canilla, su tiempo y la instaló”, precisa. “En este momento, estamos destilando y  empezamos a trabajar esencia de menta”, puntualiza.

Cada uno de estos objetos recuperados fue llevado a pulmón en su bolso que carga desde bien temprano a la mañana, cuando se levanta en su casa del porteño barrio de Caballito. A las 4.25 sale para tomar el tren en Retiro a la estación Carupá del TBA, de allí sigue en bicicleta hasta a la estación Fluvial de Tigre, y aborda una lancha que dos horas y media más tarde lo llevará a su destino final en el Delta, donde es docente desde hace 16 años.

Su inseparable equipaje resulta una verdadera caja de sorpresas. “Voy cargando cosas en mi bolsa”, relata mientras la abre y muestra unos redondeles plateados. “Un amigo me dio estos discos de CD antiguos con la idea de construir una antena parabólica para concentrar energía. Mi objetivo es encontrarle a las cosas una función secundaria (desconocida hasta entonces)”, precisa, quien es el presidente virtual, de otra invención: la Comisión Nacional de Investigaciones Inútiles (CONAINI). “Dentro de todo lo inútil, siempre hay algo útil”, remarca e insiste: “Uno se sorprende de que hay cosas que están al alcance de la mano y hay que descubrir las posibilidades que encierran. Esto es lo que llamo las funciones secundarias de los objetos. Si tomo un reproductor de DVD y alguna de sus piezas la puede aplicar en otro lado, no estaba diseñado para esto, pero le encuentro otro uso”, enfatiza.

La “Desarmática” ocupa un rincón especial del Aulatorio que agrupa numerosos objetos a simple vista inservibles. “Cada aparato que anda dando vuelta y se tira, lo llevo a la escuela y le digo a los alumnos que se fijen si se puede poner en funcionamiento o que saquen piezas para arreglar otra cosa. Sería como el cirujano que hace una disección. La idea es ver que hay dentro de estas especie de cajas negras”, agrega y ejemplifica: “A una cafetera en el área de Desarmática le podemos sacar el termostato, la resistencia para ubicarlos en otro aparato, o vuelve a ser una cafetera que funcione”.

Desechos rehechos

Los alumnos dibujan caricaturas de Donadío que lucen en un ángulo del Aulatorio, junto con el logo de otra invención: la editorial “Camalote, para que floten las ideas”.  Un poco más allá, yace un prototipo de bote plastificado con una solución base, creada por ellos. Al lado, una batea para elaborar papel reciclado. A cinco pasos,  maceteros y baldosas hechos con “huevótico”. ¿De qué se trata? “Secamos sobre la estufa la cáscara de huevo, luego lo molemos y combinamos con un aglutinante hecho de telgopor -que flota en el río- diluido con nafta”, relata. En este caso, los estudiantes manejan el concepto de soluto, solvente y solución, o como le gusta llamarlo a Donadío “el juego de las tres eses”.

Más allá de la explicación didáctica, la filosofía detrás de estos experimentos es reciclar para no contaminar, usando todo lo que tienen a mano. Aquello que ensucia las aguas como el telgopor es vuelto a usar y aprovechado para producir cerámicos que servirán para elaborar un mural del Teorema de Pitágoras en la pared externa del Aulatorio. Porque allí, donde nada se tira, ninguna iniciativa da puntada sin hilo. Y una necesidad como la falta de borradores en el aula fue el motor de una iniciativa que les llevó a obtener en 2005 una mención Especial del Programa de Escuelas Solidarias de la Presidencia de la Nación. Ellos a partir de restos de alfombras, cartón y telgopor que flotaba en los arroyos produjeron borradores que  no sólo alcanzaron para cubrir los requerimientos de su escuela, sino que sobraron para dar a otros colegios.

En otros ensayos, ellos reproducen la primera pila que construyó el físico italiano, Alessandro Volta. Aquí la llaman Chapila, porque la arman con chapitas de tapitas de cerveza, apiladas con servilletas empapadas con jugo de limón o vinagre, entre otros objetos.   Donadío no se cansa de exhibir creaciones ni en explicar experimentos realizados con elementos que en muchos casos rescató de la basura. Los logros muestran más que las posibilidades secundarias entrampadas en los objetos,  lo que puede hacer cerebros curiosos ávidos de conocer y descubrir.

Los caminos de la vida son curiosos y Donadío da testimonio de ello. Este cartonero científico no fue al Delta inicialmente como docente, sino como biólogo que seguía a un reptil abundante en las islas: el lagarto, en ese momento objeto de sus investigaciones.  Además ese paraíso de exuberante fauna y flora guarda restos de asentamientos aborígenes. “Pensé que era el lugar ideal porque combinaba el lagarto con restos arqueológicos, que me interesan mucho. Al final quedé atrapado por la docencia y dejé lo otro”, señala.

Donadío nunca abandonó el Delta, ni oculta la admiración que le provocan sus habitantes. “Las escuelas del Delta las hicieron los isleños, y las regalaron al Ministerio de Educación. Esto demuestra el espíritu del lugareño. Ellos dijeron si la escuela no viene acá, nosotros llevamos la escuela al Ministerio”, resalta con orgullo, este especialista en sortear obstáculos y quien encontró en la isla su lugar en el mundo.

En la tinta de Caloi

Feria del Libro de 1982. Una larga cola aguarda para que el humorista Caloi, firme autógrafos. Finalmente, Oscar Donadío, llega frente a este maestro de la caricaturas, y le pide que le haga un “Clemente”, su memorable personaje de historieta, fanático del fútbol, las aceitunas y la Mulatona.

Donadío: – Me llamo Oscar y soy biólogo

Caloi: -Algún defecto hay que tener

Donadío:- En realidad, lo mío es más la paleontología

Caloi: -¿De qué se trata?

Donadío: -Es el estudio de fósiles de …

Ni llegó a terminar la frase y Caloi en su tinta comenzó a dar vida a un Clemente distinto. Sólo hizo el esqueleto, y lo ubicó sobre un pedestal, con una placa identificatoria: Clementis I.